El año en que todo cambió
MIAMI.- Nadie se olvidará del año 2001. Los que lo vivieron lo evocarán como un hito en sus vidas; las generaciones futuras pedirán detalles, anécdotas y testimonios; y los historiadores venideros tratarán de poner su significado en contexto. Habrá libros y películas, habrá poemas, canciones y series de televisión.
Fue el año de Osama ben Laden y de Rudolph Giuliani y, algunos argumentarán, el año de George W. Bush. Fue el año en que cambió para siempre el contorno urbano de Manhattan y el "Ground Zero" reemplazó al World Trade Center. Fue el año del ántrax y el año en que ser bombero o trabajar para el Correo asumió proporciones heroicas. Fue el año en que los turistas extranjeros se evaporaron de las ciudades y el año en que mucha gente lo pensó dos veces antes de subirse a un avión.
Fue un año dividido por una extraña asimetría: los 253 días previos al 11 de septiembre y los 112 siguientes. Para los norteamericanos, la fecha y tres mil muertos dividen dos realidades radicalmente diferentes, dos estados de ánimo, dos formas opuestas de percibir al mundo.
Los primeros 253 días fueron, esencialmente, una continuación del espíritu de la década del 90: la opulencia apenas rasguñada por los primeros signos de recesión, el ostensible consumismo, una cínica indiferencia hacia la política acentuada por el escandaloso final de la era de Clinton y el cuestionable triunfo de Bush y la repentina revelación de que el futuro no terminaba necesariamente en un "punto-com".
En el período anterior al 11 de septiembre, los norteamericanos pensaban que venían tiempos menos felices, pero no dramáticos, y que los diez años de prosperidad ininterrumpida alcanzarían para cubrir los desajustes que ocasionara la desaceleración económica.
Las noticias que dominaban los titulares eran la crisis energética en California, el alto precio de la nafta, la ejecución de Timothy McVeigh y la misteriosa desaparición de Chandra Levy, la pasante que trabajaba para el congresista Gary Condit, con quien había mantenido una relación amorosa.
Irrumpe el patriotismo
Cuatro millones de norteamericanos encontraban solaz en los mensajes espirituales en "La plegaria de Jaebes", una hermética referencia enterrada entre las genealogías de las Crónicas bíblicas y otros debatían si era posible producir gatos miniaturizados ("bonsai") en forma de cubo, embutiéndolos desde pequeños en frascos de vidrio.
Del 11 de septiembre en adelante, muchos dejaron de lado estas fruslerías para tomar una rápida lección en geografía afganistana y familiarizarse con nombres escapados de "Las Mil y Una Noches".
El patriotismo, mayormente expresado en el abuso de banderas y canciones alusivas, se convirtió en el sentimiento prevaleciente. Los psicólogos hablaban de "elaborar el duelo" y "canalizar la necesidad de venganza" y una nueva técnica para tratar el trauma provocado por los atentados, denominada psychological debriefing ("interrogatorio psicológico") se convirtió en un tema de intensa controversia profesional.
El desempleo golpeó en los lugares más inesperados y los refugios para los sin hogar comenzaron a advertir la presencia de una población nueva, proveniente de la clase media. El New York Times descubrió que la presente recesión no discrimina entre clases sociales y afecta a todos por igual, pero el rápido derrumbe del régimen talibán bajo los intensos bombardeos anglo-norteamericanos preservó la sensación de que la inesperada calamidad que se había abatido sobre los Estados Unidos tendría, después de todo, final.
La dimensión de la tragedia parece haber tocado un nervio en la sociedad norteamericana que estaba sepultado bajo la prolongada riqueza. Es como si hubieran dado vuelta el catalejo y empezado a observar sus vidas en proporción inversa, valorizando lo espiritual por sobre lo material.
Lo barato está de moda
Una adolescente escribió un ensayo para la radio pública describiendo cómo, para su generación, lo barato se había puesto repentinamente de moda. Sensibles a la nueva realidad creada por la recesión, las chicas como ella habían descubierto que comprar ropa en tiendas de descuento era más divertido que pagar tres veces el precio por lo mismo en las boutiques "de marca".
Fue también el año en que la Argentina ocupó inesperadamente la tapa de todos los diarios y encabezó los noticieros de televisión. Pero sobre este particular, no hay mucho de qué sentirse orgullosos.
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