El chavismo pierde un aliado clave, pero gana una bandera: el golpe de Estado
Maduro fue de los primeros en describir la dimisión como un acto antidemocrático, tal como pasó con Zelaya en Honduras
CARACAS.- "Golpe de Estado en Bolivia". Los canales financiados por el chavismo Telesur y Venezolana de Televisión emitieron ayer el discurso de renuncia de Evo Morales, y lo acompañaron con esa frase. No se trataba de un error informativo ni tampoco de la asonada militar en un país distante. Todo lo contrario: el chavismo ya ha izado una nueva bandera con colores repetidos, poco importa que luzca tonos desgastados por el escandaloso fraude electoral confirmado por la OEA.
El discurso de Evo Morales adelantó lo que desde ayer mismo pasa a formar parte del relato revolucionario, una bandera que comenzó a desplegarse en todos los horizontes bolivarianos: un golpe de Estado de oligarcas y empresarios racistas, con ayuda exterior, acabó con la revolución indígena plurinacional de Evo.
"Condenamos categóricamente el golpe de Estado consumado contra el hermano presidente Evo Morales. Los movimientos sociales y políticos del mundo nos declaramos en movilización para exigir la preservación de la vida de los pueblos originarios bolivianos víctimas del racismo", clamó anoche Nicolás Maduro, consolidando cuáles van a ser esos dos "colores": el golpe de Estado contra la revolución de Evo, que tanto ayudaron a levantar desde su origen, y el supuesto racismo contra los indígenas.
"¡Indigna lo de Bolivia! Pero volverá ese mismo pueblo, nuevamente, a alzar las banderas de la democracia y de la libertad", le siguió el vicepresidente Tarek El Aissami, dejando claro que la lucha no ha acabado.
Maduro sabe de lo que habla: ha denunciado más de medio centenar de invisibles golpes de Estado y ha acusado a sus rivales políticos de quemar afroamericanos en las protestas (rechazado por las investigaciones de Fiscalía), incluso del supuesto desprecio contra él mismo por ser "hijo" de Negro Primero y del indio Guacaipuro. Un relato todavía en construcción en Venezuela: el monumento de los leones de Caracas, que no solo identifica a la capital, sino también a su equipo de béisbol, fue sustituido recientemente por la estatua de una indígena que ni siquiera vivió en los límites de Caracas.
La euforia que durante las últimas semanas mostraba la revolución bolivariana en cada una de sus apariciones públicas, al calor de las protestas continentales y de la victoria de Alberto Fernández en la Argentina, se fue tornando en dudas en las últimas horas. Los nubarrones andinos llegaron hasta el Palacio de Miraflores, donde comenzaron a temer el desenlace de ayer, aunque siempre apostaron por un desenlace en sintonía con su propia historia. En 2013, Maduro impidió en circunstancias parecidas cualquier tipo de auditoría internacional, como reclamó Henrique Capriles. La Unión de Estados Suramericanos (Unasur) hizo el resto del trabajo y validó unos comicios llenos de vicios y de zonas oscuras.
El teléfono rojo entre Caracas y La Paz ardía en busca de soluciones, pero la suerte estaba echada. La pérdida de apoyos y la rebelión popular han acabado en 21 días con el principal aliado de la subregión, fiel desde que accediera al poder, hace 14 años. Un aliado cuya imagen ayudaron a construir desde que emergió como líder sindicalista del futuro para Bolivia y para la Internacional revolucionaria.
Para la historia quedan los constantes regalos y agasajos de Hugo Chávez, desde helicópteros para que su gran amigo viajara más cómodo hasta emisoras de radio y televisión para que Evo ensayara con el "Aló, presidente" andino. A cambio, el apoyo incondicional de Bolivia en todos los estamentos internacionales, incluso en cada uno de sus viajes a Caracas, durante los cuales atacaba duramente a los opositores de sus dos amigos, como si se tratase de una prolongación de su propia oposición.
Evo Morales se une así a otros héroes de la causa, como el propio Lula da Silva o Rafael Correa, aunque el caso más parecido para el chavismo es el del expresidente hondureño Mel Zelaya. En aquella ocasión, tras el golpe militar en Honduras contra el antiguo líder liberal, Maduro no solo dio todo su apoyo a Zelaya, sino que incluso se subió al avión de Petróleos de Venezuela con el que quisieron aterrizar a la fuerza en Tegucigalpa. Más tarde, perdidas las elecciones, le puso en nómina revolucionaria.
Poco han durado así el regocijo con el que se acogió en Caracas la excarcelación de Lula y el impulso dado por el Grupo de Puebla, aunque en él no estén incluidos ni venezolanos ni cubanos. No importa: entre sus filas sí militan amigos fieles y aliados irrestrictos.
Los otros, sus enemigos, también reaccionaron tras el bombazo político de Bolivia. Y entre ellos el propio Capriles. "Ahí tienes, Maduro: mira lo que termina pasando a quienes pretenden quedarse en el poder sobre un fraude electoral. ¡Tarde o temprano todo se derrumba!", sentenció el excandidato presidencial, a quien una parte de la oposición no perdona que no se lanzara a las calles a luchar contra el fraude, como sí hizo Camacho en Santa Cruz. De hecho, su estrella política quedó debilitada tras las jornadas de protesta que siguieron a la proclamación de Maduro.
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