El copiloto había sido tratado por tendencias suicidas
Lo informó la fiscalía de Düsseldorf, que no precisó cuándo ocurrió; la revelación complica más a Lufthansa
PARÍS - Quienes conocían a Andreas Lubitz como "Andi" -sus compañeros de escuela y sus maestros- son incapaces de explicar cómo ese chico afable y alegre puede haber cometido un acto tan horrendo. Sin embargo, el joven copiloto de 27 años, acusado de haber estrellado voluntariamente en los Alpes un Airbus con 150 personas a bordo, padeció "tendencias suicidas" durante varios años, afirmó ayer el fiscal de Düsseldorf.
Lubitz fue tratado "durante largo tiempo por ese trastorno" antes de obtener su licencia, dijo Ralf Herrenbruck, sin dar fechas específicas. No obstante, en controles posteriores, "no se registraron signos de tendencias suicidas o agresión contra otros", agregó el fiscal.
La historia clínica de Lubitz no incluye otras enfermedades, afirman los investigadores. En otras palabras, no habría rastros de un eventual problema de la vista, como afirmaron recientes versiones, que apuntaban a que Andreas habría padecido un desprendimiento de retina, tal vez de origen psicosomático, que lo podría haber privado de su licencia para volar.
Lubitz estaba el martes pasado al comando del Airbus A320 de Germanwings, que cubría el trayecto Barcelona-Düsseldorf, cuando aparentemente reprogramó su trayectoria para que se estrellara en un macizo montañoso de los Alpes franceses. Así lo afirmó el fiscal de Marsella a cargo de la investigación, basándose en las grabaciones obtenidas en una de las cajas negras.
La confirmación de que los médicos estaban al corriente de las tendencias suicidas del joven piloto agregará presión sobre Germanwings, su empleador, y sobre todo en Lufthansa, su casa madre. Según su presidente, Carsten Spohr, Lubitz estaba "100% capacitado para volar".
Lufthansa reconoció que Lubitz interrumpió su formación en 2008 durante varios meses, pero señaló que el secreto médico no le permitió conocer las causas. Andreas Lubitz terminó después su formación y comenzó a volar como copiloto a partir de 2013. El informe del fiscal de Düsseldorf no permite saber si esas tendencias suicidas se produjeron durante ese paréntesis o en otro momento.
Hasta ahora, los responsables del caso no han conseguido hallar respuestas en ninguna de las numerosas entrevistas que realizan con miembros de la familia, amigos y colegas del copiloto.
"Hasta el momento no hemos hallado un solo gesto anunciador, como tampoco ninguna situación que pudiera explicar su acto", afirmó la fiscalía. Los investigadores parecerían privilegiar la hipótesis de la enfermedad mental, pero se niegan a especular.
"El fiscal estatal no puede y no especulará en torno a los motivos del copiloto. Las autoridades están obligadas a limitarse a los hechos", advirtió Ralf Herrenbruck.
El caso ha desatado un intenso debate en Alemania en torno al secreto médico. Como en la mayoría de los países europeos, la privacidad es sacrosanta en ese país (ver aparte). Sólo en circunstancias excepcionales un médico tiene derecho a violar ese secreto. Por ejemplo, cuando el especialista teme que un paciente de sida tenga intención de ocultarlo a su pareja o teme que se esté preparando "un crimen particularmente odioso".
Andreas Lubitz destruyó numerosas bajas médicas prescriptas por psiquiatras y neurólogos, y decidió no decir a su empleador que no estaba apto para trabajar. Pero, hasta ahora, nada permite probar que lo hizo por temor a perder su licencia de piloto.
"Ante estos casos, es legítimo preguntarse si, en algunas profesiones, no habría que obligar a los empleados a ver exclusivamente al médico de la empresa", analizó Sebastian Vorberg, un abogado especialista en medicina legal basado en Hamburgo.
Para los médicos, el temor de que la información sea automáticamente transmitida al empleador podría llevar a los pilotos a ocultar sistemáticamente sus problemas de salud.
La justicia alemana ha movilizado una fuerza considerable para ocuparse del caso: más de 200 especialistas de la policía de Düsseldorf están trabajando en lo que han bautizado "Comisión Especial Alpes". Otras 100 personas se ocupan del arduo trabajo de identificación de las víctimas en Alemania, a quienes se sumaron dos expertos franceses en accidentes aéreos. En el sitio de la tragedia, el equipo de forenses ha conseguido identificar 78 ADN diferentes entre los restos del vuelo 4U9525.
Seis días después de la tragedia, la búsqueda aún no permitió localizar la segunda caja negra, que registra los parámetros de vuelo. La caja, que en realidad es de color rojo y pesa unos diez kilos, estaba originalmente protegida por un envoltorio especial. Sólo esa cubierta fue hallada.
"Si no terminó destruida o pulverizada, debe estar debajo de los restos del avión o encastrada en la ladera. Tenemos que revisar debajo de cada piedra, de cada trozo de fuselaje", explicó el capitán Yves Naffrechoux, responsable de uno de los equipos.
Fueron recuperados entre 400 y 600 restos humanos y están siendo analizados. "No encontramos un solo cuerpo intacto", reconoció Patrick Touron, subdirector del Instituto de Investigación Criminal de la gendarmería francesa.
En las últimas horas se construyó una pista de acceso por tierra a fin de facilitar el trabajo y el traslado de material al sitio de la catástrofe. Hasta el momento, la única forma de aproximarse era con helicópteros.
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