El derrumbe de su mito intocable deja casi sin cartas al PT
Porto Alegre.- Fue el peor resultado posible para el máximo líder de la izquierda latinoamericana. En un veredicto sólido y duro, tres jueces marcaron ayer el comienzo del fin de la carrera política del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un hito que tendrá un impacto todavía incierto en la campaña para las elecciones de octubre, pero desde ya pone en riesgo el futuro del Partido de los Trabajadores (PT).
Desde que se presentaron las primeras denuncias por corrupción contra Lula, él buscó reforzar su imagen de mito, un exobrero metalúrgico nacido en la miseria que llegó a ser el presidente más popular en la historia contemporánea de Brasil. Apeló una y otra vez a su notable currículum de superación y perseverancia, y resaltó que gracias a la bonanza económica durante su gobierno (2003-2010) el país empezó a soñar en serio con la idea de ser una potencia global. Desechó las acusaciones en su contra como parte de un complot político-social de sectores de la derecha, y asumió un discurso de víctima de una persecución. Mientras, entró en una pulseada desafiante con el juez federal Sérgio Moro, quien osó convertirlo en el primer expresidente brasileño acusado de corrupción y lavado de dinero.
“Su estrategia no tuvo éxito, dejó de ser intocable. Generó un gran rechazo en mucha gente que incluso votó por él en el pasado, y el enfrentamiento casi personal con Moro ahora quedó sin peso porque hay tres magistrados más que no solo confirmaron la condena en primera instancia, sino que además incrementaron la pena”, resaltó a la nacion Ricardo Caldas, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.
“Su discurso quedó destruido mediante el consenso de que hubo uso de recursos públicos para fines privados. Con su carrera política gravemente comprometida, ahora hasta quedó amenazado su legado presidencial”, agregó.
Como precandidato favorito para las elecciones de octubre, con el 35% de las intenciones de voto, es probable que Lula insista en ratificar su candidatura ante el Tribunal Superior Electoral (TSE) “sub judice”, a la espera de las apelaciones a los tribunales superiores. Habrá que ver si el TSE acepta registrarlo pese a la condena en segunda instancia; de cualquier modo, su figura ya perdió credibilidad y, dependiendo de la velocidad de las tramitaciones judiciales, podría quedar detenido en plena campaña. Tal vez logre revertir la pena de régimen cerrado de reclusión, pero aun bajo arresto domiciliario –que se le podría otorgar debido a su edad, 72 años–, quedaría muy limitado.
Para el PT, en tanto, llegó la hora de la verdad. Hasta ahora, el partido se negaba a discutir públicamente la posibilidad de un candidato alternativo. No hay plan B, solo un plan Lula, reiteraba como mantra la cúpula petista. Ahora deberá replantearse el camino por delante ante el escenario cada vez más firme de que Lula no pueda competir.
Una posibilidad es abstenerse de participar en los comicios de octubre y acusar de ilegítimo al nuevo mandatario
a que surja de las urnas, como ha hecho con el gobierno de Michel Temer, catapultado al poder tras el impeachment a Dilma Rousseff.
Otra opción es comenzar a trabajar en una candidatura alternativa, pero la falta de renovación en las filas petistas ha llevado a que sus principales figuras estén todas salpicadas por algún tipo de escándalo.
El tercer camino sería apoyar a algún otro candidato de la izquierda. Se pensó en un momento construir un frente amplio de izquierda detrás de la candidatura de Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT), pero este rechazó esa posibilidad. Además, con la prevista caída en desgracia de Lula, otros exaliados del PT, como el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), ya presentaron sus propios precandidatos.
“El PT está atravesando su declive, y la posibilidad de que Lula vaya a la cárcel lo dejaría acéfalo, muy mal parado para el futuro”, indicó el profesor Caldas.
Así, todavía muy borroso se ve el panorama de la próxima campaña electoral. Hasta ahora, después de Lula, el segundo candidato con más intenciones de voto (18%) era el diputado ultranacionalista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL). La duda es si su candidatura, que se alimentó de la polarización frente a Lula, se sostendrá en el mediano plazo. Luego, en la carrera hay una gran cantidad de aspirantes: la ecologista Marina Silva (10%) de la Red Sustentabilidad (Rede); el gobernador del estado de San Pablo, Geraldo Alckmin (7%), del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB); Ciro Gomes (7%), y varios otros que han expresado sus ambiciones, pero aún no se han lanzado al ruedo.
“Lo que podemos prever es que las elecciones de este año serán pulverizadas, con un gran número de candidatos, ninguno con mucho peso, lo que revela la crisis de liderazgo que sufre Brasil”, opinó Caldas.
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