El descontento en Europa del Este, una bomba de tiempo
BUCAREST.- Las ciudades de Rumania viven la peor ola de violencia callejera en más de una década. Los eslovacos parecen dispuestos a volver a votar por un polémico populista. Hungría causa alarma en la Unión Europea con leyes que debilitan los derechos democráticos.
En los ex países del bloque soviético que forman parte de la UE, la frustración está en aumento a causa del estancamiento económico y el mal gobierno, lo que ha alentado las protestas y una imprevisibilidad que podría poner aún más en peligro el crecimiento y la estabilidad en una parte del continente, ya presa de la agitación.
Muchos de los problemas son los mismos que en otras partes del mundo: países endeudados que suben los impuestos y recortan el gasto público para seguir siendo solventes. Pero estas nuevas cargas afectan a una región que ya enfrentaba un nivel de pobreza y corrupción más grave que en Occidente desde antes de que se produjera la crisis global.
En los últimos días la situación ha cobrado mayor dramatismo en Rumania, donde la furia acumulada contra el gobierno y un decadente estándar de vida estallaron en protestas callejeras que por momentos se tornaron violentas.
Gran parte de la frustración se remonta a la transición rumana hacia la democracia tras el golpe de 1989 contra el dictador Nicolae Ceausescu, cuando muchos ex comunistas conservaron el control del poder y los recursos. En la actualidad los resultados de esa transición se manifiestan en un afincado amiguismo, una enorme brecha entre ricos y pobres y una falta de transparencia que produce un generalizado sentimiento de injusticia. También los húngaros han salido a las calles con mayor frecuencia en los últimos meses para protestar contra una nueva Constitución y un diluvio de leyes que concentran el poder en el partido de derecha Fidesz, del primer ministro Viktor Orban.
La organización norteamericana Freedom House, que realiza un informe anual sobre la libertad política y las libertades civiles, ha observado "indicios de una reemergente falta de libertades" en toda Europa central, dijo Christopher Walker, el vicepresidente del grupo especializado en estrategia y análisis. El informe de este año, que fue publicado el jueves pasado, destaca lo que considera un clima de deterioro de las libertades civiles en Hungría, debido a las amenazas a la independencia de la prensa y el Poder Judicial.
La Unión Europea coincide. La Comisión Europea planteó cuestionamientos legales al gobierno de Budapest sobre su nueva Constitución y otras leyes que entraron en vigor el 1 de enero, al alegar que debilitan la independencia del Banco Central y del Poder Judicial, y que no respetan los principios de confidencialidad de datos. El mayor control de Orban sobre muchas instituciones se produce gracias a una avasallante victoria de su partido en 2010, tras el casi colapso económico que sufrió el gobierno anterior, encabezado por los socialistas.
Mientras tanto, en Eslovaquia, las encuestas predicen un probable retorno al poder en las elecciones de marzo de Robert Fico, un ex primer ministro de izquierda que también causó preocupación entre los diplomáticos occidentales debido a su simpatía por los Estados autoritarios.
Fico se puso de parte de Rusia durante la guerra de 2008 con Georgia, en contra de la tendencia vigente en todo el ex bloque soviético, que manifestaba su preocupación por la ofensiva de Moscú. También ha celebrado la Revolución Cubana de Fidel Castro.
En marcado contraste con la agitación que reina en gran parte de la región, hay un relativo oasis: Polonia, el más grande de los diez ex Estados comunistas, que se sumó a la Unión Europea en los últimos años. Su economía ha mantenido un dinamismo inusual en estos tiempos difíciles, en parte gracias a masivos proyectos de infraestructura, ya que se prepara a ser coanfitriona del próximo torneo europeo de selecciones de fútbol, junto con Ucrania.
Pero los economistas temen que también la economía polaca pueda perder impulso después de la Euro 2012. Esto podría verse agravado por las drásticas medidas de austeridad que, según se ha previsto, entrarán en vigor este año, en un esfuerzo por impedir que la deuda estatal se descontrole.
Pero por ahora es evidente que la furia es mayor en Hungría y en Rumania, y en ambos lugares los acontecimientos están determinados por el legado del dominio comunista.
Para Christopher Chivvis, un analista político de la Corporación Rand que ha estudiado las revoluciones de Europa oriental, muchas de las injusticias de hoy están arraigadas en el pasaje demasiado vertiginoso hacia una economía de mercado en la década de 1990. En ese momento, cuando se privatizaron las industrias estatales, los únicos que sabían cómo manejar el sistema para recuperar y dirigir las empresas eran los apparatchiks ex comunistas.
"Aquellos que tenían el conocimiento y la experiencia práctica (los ex funcionarios del régimen) se apoderaron de grandes cantidades de propiedades que antes eran del Estado", y así establecieron su posición en la sociedad.
Traducción de Jaime Arrambide
Alison Mutler y Vanessa Gera