El enigma de la sucesión rodea a Corea del Norte
SEUL.- Es un enigma, como suele suceder con todo lo que rodea a Corea del Norte. La designación del tercer hijo de Kim Jong-il en un cargo prominente en la jerarquía del Partido de los Trabajadores confirma los rumores que llevaban ya varias semanas sobre un eventual reacomodamiento en la cima del poder del hermético régimen comunista, pero arroja más sombras que certezas sobre el rumbo que tomaría Pyongyang en un futuro cercano, una vez que ese recambio se haya concretado.
De Kim Jong-un se sabe que tendría 27 años -aunque ese dato tampoco es ciento por ciento seguro-, que estudió en Suiza, que no tiene experiencia alguna en cuestiones de gobierno y que una de las pocas fotos que circulan es de muy antigua data. Tampoco hay aún demasiadas precisiones sobre sus responsabilidades inmediatas, aunque podría ser el primer paso para su carrera hacia la secretaría general partidaria y a la comandancia de un ejército de 1,2 millones de integrantes.
"La verdad es que no sabemos qué personalidad tiene, porque no ha tenido exposición pública. Es un misterio", dijo Lee Dong-Hwi, analista del Instituto de Asuntos Exteriores y Seguridad Nacional (CSIS), el think tank más influyente de Corea del Sur.
"De todas maneras, mientras Kim Jong-il esté vivo, él dictará las políticas. Será más como una sucesión real que otra cosa", añadió.
El estado de salud de su padre y líder desde 1994, que padece de diabetes y de problemas de riñón y sufrió un ataque cardíaco en 2008, parece estar apurando un poco los tiempos para Kim Jong-un.
Ante esa perspectiva, el Ministerio de Defensa surcoreano afirmó estar preparado para distintos escenarios, desde una transición pacífica hasta una situación caótica. Esa posibilidad fue también mencionada por el principal comandante de las fuerzas norteamericanas en Seúl, Walter Sharp, quien señaló que un reciente ejercicio militar conjunto en la zona tuvo como objetivo preparar a las tropas para enfrentar una situación de inestabilidad en el régimen comunista de la península, entrenamiento en el que también se tomó en cuenta las "lecciones" aprendidas en Irak y en Afganistán.
"Una de las lecciones es que se puede combatir y atacar una zona, mientras que en otra la misión principal es estabilizar y proteger a la gente que vive allí", dijo en alusión a la población de Corea del Norte.
Entre los escenarios contemplados por Estados Unidos están una súbita caída del régimen, un flujo masivo de refugiados y una guerra civil provocada por una revuelta o un golpe de Estado. No obstante, no todos comparten la idea de un panorama tan apocalíptico, pero sí que la herencia que recibirá el sucesor de Kim será muy pesada.
"Se enfrentará con desafíos gigantescos: una economía en mal estado y un país aislado. De todas maneras, si bien es posible alguna turbulencia, no creo que haya un colapso", dijo a LA NACION Kang Choi, profesor del CSIS.
El reciente viaje de Kim a China, su poderoso y tradicional aliado, fue interpretado aquí no sólo como una oportunidad para presentar a su hijo ante las autoridades de Pekín como paso previo a su designación, sino también como para tratar cuestiones económicas urgentes para Corea del Norte y la posibilidad de reanudar las conversaciones a seis bandas sobre su programa nuclear.
La economía norcoreana, que depende de Pekín para abastecerse de energía y alimentos, sufre las consecuencias de las nuevas sanciones impuestas por su desafío atómico y del aislamiento internacional, aun mayor luego del hundimiento de la nave surcoreana Cheonan, en marzo último, que dejó 46 muertos.
Pekín habría sugerido a su vecino el retorno a la mesa de negociaciones por su programa nuclear y también una apertura de su economía. Si bien nunca se confirmó la presencia de Kim Jong-un en Pekín, el diario The Korea Times, de Seúl, recordó recientemente la intención de China de impulsar un proyecto de zona industrial cerca de la frontera norcoreana, para lo cual necesita de la cooperación de Pyongyang.
Ante esa falta de certezas, la mirada de los analistas locales se centró más en el inusual gesto del gobierno de Kim Jong-il al solicitar ayuda alimentaria a su vecino del Sur para paliar los devastadores efectos de las recientes inundaciones que asolaron al país, interpretado aquí como un síntoma de flexibilidad y acaso de distensión.
Lo hizo después de un ofrecimiento de la Cruz Roja local en ese sentido y de que liberara a los tripulantes de un pesquero surcoreano capturado el 8 de agosto pasado mientras se desplazaba por una zona que declaró “económicamente exclusiva” en la costa oriental. Si bien el gobierno de Seúl suele diferenciar lo que se refiere a la ayuda humanitaria de su política hacia Pyongyang, de concretarse la entrega -todo indica que así se hará-, logrará así un doble efecto: dar destino a parte de sus producciones excedentarias de arroz y realizar un gesto importante luego de una serie de incidentes que pusieron otra vez a la península coreana ante el fantasma de un enfrentamiento.
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