El Kursk, el drama que Moscú intentó ocultar
Un sigilo propio de la era soviética rodeó también la tragedia del Kursk, el 12 de agosto de 2000. Sus 118 tripulantes quedaron atrapados a cien metros de profundidad en el mar de Barents, condenados a morir en el interior del submarino nuclear sin que el Kremlin se animara a revelar en los primeros días los detalles de la tragedia.
Ese es el primer paralelo que saltó a la memoria ante la noticia, ayer, de un caso igualmente trágico, y en muchos sentidos similar, pero ahora en la mucho más hermética China. No es el único punto en común de ambos episodios.
El submarino ruso, según se fue informando con cuentagotas, en una maraña de mentiras y acusaciones, diseñadas en parte para contener la rabia de los familiares, se había hundido a unos 200 kilómetros de la costa, en medio de maniobras militares de la Flota Norte.
Una primera versión en Moscú indicaba que el Kursk había chocado con una nave extranjera o con el fondo marino, pero esta teoría cedió luego ante la hipótesis de una explosión interna, en el momento de lanzar un torpedo. Ambas teorías se fundieron más adelante en una tercera, en la cual el choque habría provocado una explosión...
Recién en el quinto día de la tragedia Vladimir Putin, de vacaciones en el sur del país, se refirió al hecho. Afirmó que Rusia contaba con los equipos necesarios para el rescate, pero unas horas más tarde el Kremlin anunciaba que ya no se detectaban señales de vida a bordo.
En el décimo día, un equipo de buzos noruegos logró comprobar que el interior del submarino estaba lleno de agua. El mundo entero había seguido las imágenes del infructuoso intento de rescate.
Falta de mantenimiento
Pero si las autoridades rusas intentaron ocultar los detalles y rehuir las responsabilidades, con la tragedia salieron a la luz otras verdades. Como la de una superpotencia declinante con un insuficiente presupuesto para el mantenimiento de su flota. La reforma del aparato bélico y la reducción del arsenal nuclear se volvía una necesidad imperiosa en la crisis postsoviética.
Algo de esto también podría ahora salir a flote en China, la potencia en ascenso donde el silencio oficial es inversamente proporcional a los interrogantes que genera el estado de la marina de guerra. O, para el caso, el alcance real de la epidemia de la neumonía típica, también callada durante varios días, hasta que las muertes fueron demasiadas.
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