El "nuevo populismo" seduce a los norteamericanos
Para conquistar a una sociedad desencantada, los políticos critican cada vez más a Wall Street, los bancos y las grandes corporaciones
WASHINGTON.- La seducción del discurso populista con su promesa de castigo a los más ricos y oportunidades para los que menos tienen dejó de ser patrimonio de América latina. Avanza también en este país, como recurso al que apelan quienes apuestan a la etapa posterior a Barack Obama y no encuentran el modo de movilizar a una sociedad desencantada con su clase política.
Si algo coronó la impresión de que había un caldo de cultivo para esa retórica fue la lapidaria lectura de la decepción social que arrojaron las encuestas de boca de urna del 4 de noviembre pasado, en ocasión de las elecciones legislativas que se saldaron con un palazo a los demócratas del presidente Barack Obama.
El 63% de quienes se acercaron a votar consideraron que la política de este país "favorece a los más ricos" e ignora las necesidades de las clases medias y de los más pobres.
Similar palidez de resultado arrojó la expectativa de solución: el 61% sostuvo que no se puede esperar que sus dirigentes hagan algo por enmendar la situación.
"El desencanto parece ser el espíritu de la época", dijo George Hornaday, de la Universidad de Nueva York, en diálogo telefónico con LA NACION. Pero, junto con eso, lo que empieza a detectarse es un lenguaje mucho más afín a enfrentar el problema de la desigualdad en el discurso político.
En un país que creía fervientemente en el "sueño americano" y en la posibilidad infinita de prosperar sobre la base del mérito, la desigualdad no fue algo que ocupara en demasía a sus políticos. No porque no existiera: de acuerdo con estadísticas oficiales, la brecha de oportunidades se viene abriendo desde los 80 en adelante.
Aun así, no fue una preocupación evidente. La ciencia política coincide en que no lo fue para el demócrata Bill Clinton -que rara vez hablaba del asunto- y ciertamente no preocupó a los republicanos George Bush padre e hijo.
Las cosas cambiaron con Obama, que hizo de la desigualdad y de la inquietud por la clase media su caballito de batalla. Eso le valió el mote de "populista" por parte de la derecha norteamericana, enancada por entonces en la efervescencia combativa del movimiento del Tea Party, que clamaba por un individualismo a ultranza y tildaba poco menos que de "comunista" al presidente.
Hoy las cosas cambiaron. "Los republicanos empezaron a entender que sin un discurso más flexible a las inquietudes sociales y un poco más apartado de Wall Street no irán muy lejos", dijo Hornaday.
Lo mismo empieza a oírse en sus propias filas. Charles Murray, uno de los intelectuales con predicamento en la derecha y que saltó a la fama con un controvertido libro en el que exploraba relaciones entre inteligencia y raza, empieza a reconocerlo en forma abierta.
"Las desigualdades son reales y ponen en peligro la cohesión de los Estados Unidos", dijo. Al igual que otros de su misma línea, con los que discrepa sobre la causa del fenómeno y la forma de atacarlo, lo que empiezan a hacer es reconocer un problema que hasta ahora no registraban y lo incorporan al discurso. "Si no lo hacen, corren el riesgo de perder la iniciativa ideológica", advirtió.
El fenómeno se ha visto más claro entre los demócratas. Primero, con la llegada del controvertido Bill de Blasio a la alcaldía de Nueva York. El hombre que describió su reino como la convivencia de 400.000 millonarios con una mayoría de personas que viven en la pobreza o muy cerca de su umbral.
Los intereses del pueblo
Más recientemente, con el empuje de la ascendente senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, quien se ganó el mote de "estrella populista", con discursos cada vez más encendidos -y sumamente claros- en los que carga contra los bancos, contra Wall Street y contra las grandes corporaciones.
"Aquí está con nosotros la defensora del pueblo, la tribuna del 99% que no prospera en este país", fueron las palabras con que la presentaron días atrás en un acto en esta ciudad, en el que se habló del "nuevo populismo" y la necesidad de hacerlo real.
Tal es la fuerza que cobró Warren en estos días que a ella se atribuye cierta influencia en el discurso de sus pares de partido, incluida Hillary Clinton, que días atrás cargó contra las corporaciones al reprocharles que no generen empleo.
Real, el fenómeno del "nuevo populismo" tiene sus matices. No se lo concibe tanto como la promesa fácil de beneficios ilimitados, sino como la "creciente exigencia popular a los políticos de que estén a la altura de la prédica de los padres fundadores, que consiste en que la elite debe servir a los intereses del pueblo", según aclaró Michael Kazin, de la Georgetown University.
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