El padre que perdió todo en el terremoto
ONNA (De una enviada especial).- Le pasó lo peor que le puede pasar a un padre. Pasquale Pezzopane, de 62 años, perdió en el terremoto nada menos que a dos hijas: Benedetta y Susanna.
Benedetta, de 27 años, que trabajaba con él en una empresa informática y que vivía en otra casa con su novio, fue hallada muerta al lado de su pareja, los dos fundidos en un abrazo. Susanna, de sólo 16 años, que vivía con su padre, murió aplastada por una montaña de cemento y hierros en una habitación que no resistió la violencia asesina del terremoto.
"Susanna dormía en una habitación al lado de la mía. Traté de llegar cuando se detuvo el temblor, cuando terminó de derrumbarse todo. La llamé, la llamé, pero no contestó. Hicieron falta muchas horas de excavación, pero los socorristas pudieron recuperar su cuerpo y también el de Benedetta", cuenta a LA NACION.
Con gorro rojo, anteojos, jogging azul y una remera a rayas, Pasquale relata su tragedia sin quebrarse, sentado a la sombra de una casa rodante ubicada en un pradera adyacente a este pueblo de 350 almas donde centenares de voluntarios han levantado un campamento. Onna, un pueblo chico en el que todos se conocían, fue tragado por la furia del terremoto. Hubo un total de 40 muertos, el 11% de la población. Y el lugar se ha convertido en el símbolo de la tragedia que golpeó salvajemente esta parte de Italia.
Pasquale está tan entero y es tan amable que cuando habla pone la piel de gallina. A diferencia de muchas otras víctimas, este hombre no levanta la voz, no maldice el destino ni critica a nadie. "Quizás a Onna la ayuda llegó un poco tarde. Le dieron prioridad a L´Aquila, que es una ciudad mucho más grande, y probablemente no se imaginaron que acá había un desastre mucho mayor", indica.
Mientras mira con ojos cansados una excavadora que sigue trabajando sobre una montaña de escombros, Pasquale señala que justo al lado se encuentra la casa de su hermana, que sí se salvó del terremoto. "Su casa resistió porque es nueva, pero la mayoría de las casas de aquí, que habían sido refaccionadas, tuvieron como una implosión. Mi casa era vieja, tenía dos pisos, pero la parte que se derrumbó era la que había refaccionado hace unos años", señala.
"La casa de mi mamá, que estaba en una calle un poco más allá, también quedó en ruinas, pero por suerte ella estaba en Lucca, visitando a unos parientes. ¿Cómo está mi mujer? Desesperada; pero está bien, como yo."
Pasquale tiene otros dos hijos que "gracias a Dios" no estaban aquí la noche de la hecatombe. Carolina, de 14 años, estaba de excursión con su colegio en Francia, y Edmondo, de 32, en Inglaterra, donde vive y trabaja de bailarín. "Los dos están viajando hacia acá para asistir a los funerales."
No es fácil preguntarle sobre el futuro a Pasquale, que la primera noche después del terremoto durmió en lo de unos amigos en el cercano pueblo de Sassa, y anoche tenía pensado dormir en una casa rodante que le prestaron. "Ahora no puedo pensar. Seguramente mi casa va a tener que ser destruida, pero no me voy a alejar de este lugar, donde nació mi padre y donde viví toda mi vida. Si vuelvo a construir una casa, va a ser de madera y de un sólo piso", dice.
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