El Papa se despide de Tierra Santa
NAZARET.- El mismo día de la festividad solemne de la Anunciación, el Papa peregrinó ayer a esta ciudad, cuna del cristianismo, en la cual el arcángel Gabriel le anunció a la Virgen María que daría a luz al Mesías.
Al celebrar "el gran misterio que se cumplió aquí hace dos mil años", Juan Pablo II lanzó un llamado en defensa de la familia y pidió a todos los cristianos defenderla de las "numerosas amenazas que actualmente incumben sobre su naturaleza, su estabilidad y su misión".
Hoy, el Sumo Pontífice pondrá fin a su gira por Tierra Santa con la esperada visita al Muro de los Lamentos, y a la explanada de las mezquitas, lugar sagrado del islam.
Visiblemente cansado luego de seis días de peregrinaje, el Papa tuvo otra recepción triunfal en Nazaret, que es la ciudad árabe más grande de Israel. Pese a que algunos rabinos habían protestado porque su visita a este sitio, que queda unos 110 kilómetros al norte de Jerusalén, se producía en un día sábado y muchos agentes no iban a poder cumplir con el descanso sabático, el despliegue de seguridad que rodeó al Pontífice superó todos los vistos hasta ahora.
Esto se debió a que Nazaret fue y es el eje de grandes tensiones entre cristianos y musulmanes -que representan casi las tres cuartas partes de la población local, de 70.000 habitantes-, a raíz de la futura construcción de una inmensa mezquita justo frente a la basílica de la Anunciación, uno de los sitios bíblicos más importantes para el cristianismo.
Tensión creciente
Cuando el año último el gobierno israelí dio luz verde a este proyecto, el Vaticano protestó enérgicamente, y acusó al Estado judío de alimentar tensiones.
Aunque la construcción aún no comenzó, ayer decenas de musulmanes se reunieron en el sitio indicado -donde creen que se halla la tumba de un pariente de Saladino, el héroe musulmán que echó a los cruzados de la Tierra Santa- y, a la hora de las oraciones, rezaron sobre sus alfombras ubicadas en el suelo, en dirección a la Meca. El ruido de sus altavoces se entremezcló con el sonido de las campanas que llamaban a fiesta por la visita papal.
Esta actitud se sumó a una silenciosa protesta con pancartas en las que se leían frases del Corán y alusiones a la futura mezquita, colocadas por el grupo integrista islámico Haraka Islamiye (Movimiento Islámico) junto a banderas verdes, símbolo de la fe islámica, y carteles en favor de Chechenia.
En la Gruta de la Anunciación
Pese a esto, se vieron también muchísimas banderas vaticanas, así como cientos de personas, entre las cuales, también, varios musulmanes y peregrinos de distintas partes del mundo que aclamaron al Papa cuando recorrió la ciudad en su papamóvil blindado.
Antes de oficiar la misa, a la que asistieron unas 2000 personas, el Pontífice se arrodilló y rezó en la denominada Gruta de la Anunciación, la casa en la cual María vivía y en la que se le apareció el Arcángel Gabriel, que se encuentra en una cripta debajo de la basílica. Esta fue construida en 1969 sobre las ruinas de una iglesia de la época de las cruzadas.
La arquitectura de la nueva basílica no es demasiado linda: trae a la mente una estación de tren, o una fábrica nuclear. Si bien se había preparado una especie de ascensor para que desde la gruta subiera a la basílica, el Papa prefirió recorrer lentamente a pie las escaleras que lo llevaron hasta el piso superior.
Voluntad divina
Durante la homilía, que leyó con voz fatigada y mientras su mano izquierda temblaba más que de costumbre, el Papa explicó lo que sucedió en Nazaret hace dos mil años, y habló de la "voluntad divina" que quiso que, inesperadamente, la Virgen aceptara algo tan misterioso como dar a luz al hijo de Dios.
Juan Pablo II, que tiene una especial devoción por María y cree que gracias a ella se salvó del atentado cometido por el turco Alí Agca en 1981, trazó un paralelo entre su figura y la de Abraham, ya que ambos recibieron una "maravillosa promesa de Dios".
Luego de lanzar un llamado en defensa de la familia y de la vida, el Papa concluyó su sermón exhortando a la Sagrada Familia para que ayude a promover una profunda "renovación de la fe de todos los hijos de la Iglesia", y a "respetar la dignidad de cada ser humano".