El PT, forzado a empezar de nuevo
BRASILIA.- Ver a Dilma expulsada del Planalto me produce una profunda indignación. Fuimos vecinos en la década de 1950, en la calle Major Lopes de Belo Horizonte. Fuimos vecinos de celda en la Prisión Tirandentes de San Pablo, en la década de 1970. Y por tercera vez, fuimos vecinos en la Explanada de los Ministerios, ella como ministra y yo como asesor especial de Lula.
Mi indignación apunta a la mezquindad de la política institucional brasileña. La aplanadora de una oposición resentida y el oportunismo genético de los caciques del PMDB abrieron a machetazos un atajo en el orden constitucional para hacer coincidir oposición con deposición. ¡Ya está creado el precedente! La tribuna parlamentaria será un tribunal de justicia.
Los tres primeros gobiernos del PT representan lo mejor de nuestra frágil historia republicana. Sacaron de la pobreza a 45 millones de brasileños. Lástima que el PT se dejó picar por el bichito de la ambición. No se atrevió a implementar cambios estructurales, como la reforma política, tributaria y agraria. Prefirió las alianzas promiscuas. No puso empeño en la alfabetización política del país ni en la democratización de los medios de comunicación, ni siquiera en el modo de asignar la pauta publicitaria.
Gracias al fácil acceso al crédito, al control de la inflación y al aumento del salario por encima de la inflación, los brasileños tuvieron más acceso a bienes de consumo personal. En las favelas, todos los electrodomésticos favorecidos por la exención impositiva, así como computadoras, celulares, y quién sabe, tal vez incluso un auto comprado en cuotas.
Pero ahí está la favela, habitada por familias sin acceso a vivienda, seguridad, salud, educación y transporte público de calidad. La prioridad debió haber sido el acceso a los bienes sociales. Pero lo que se generó es un país de consumidores y no de ciudadanos, un país de electores que votan como quien cumple con un precepto religioso o retribuye un favor entre compadres.
Entre avances y desvíos, el PT deja como legado programas sociales que merecen ser instauradas como políticas de Estado, y no de un gobierno ocasional. ¿Pero tendrá el PT el coraje de reinventarse? Ahora, los pobres, los excluidos, los sin tierra y sin techo que tenían la esperanza de ser felices, tendrán que buscar otras agrupaciones partidarias o forjar nuevas herramientas para hacer política, fundadas en la ética, en la supresión de las causas de la desigualdad social, y en la búsqueda de otro Brasil posible.
Traducción de Jaime Arrambide
Frei Betto
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