El pueblo polvoriento que China quiere convertir en una megaciudad futurista
XIONGAN, China.– La ciudad de Xiongan tiene esa fealdad rotunda de las pequeñas localidades chinas del interior. Los puestos ambulantes de carne de burro y el lago Baiyangdian, que inspiró al escritor Sun Li, son sus únicos rasgos distintivos. Pero sobre esta anodina zona China quiere erigir la ciudad del futuro.
El gobierno del líder Xi Jinping anunció a mediados de 2017 que Xiongan, 120 kilómetros al sur de Pekín, sería "otra zona de relevancia nacional después de Shenzhen y Pudong", dos ciudades que persisten como mojones de la reforma económica.
La primera era una aldea de pescadores cuando fue premiada en la década de 1980 con una de las tres primeras Zonas Económicas Especiales, experimentos controlados de capitalismo. Hoy es una moderna urbe de 20 millones de habitantes que mira desacomplejada a la vecina Hong Kong. La segunda, en la orilla del río opuesta a Shanghai, solo ofrecía cultivos y mosquitos. Ahora presume de la línea del horizonte más impactante de Asia.
Dirá el tiempo si Xiongan dura los mil años que promete Pekín, pero ya entró en la historia como la burbuja inmobiliaria más vertiginosa. Miles de chinos de todo el país tomaron al asalto esta zona pantanosa un día después del anuncio.
Los lugareños lo recuerdan como "el lunes loco". Embotellamientos en las rutas de acceso, sin habitaciones en los hoteles ni pasajes en los trenes. Los visitantes durmieron en carpas frente a las agencias inmobiliarias y persiguieron por las calles a los vecinos con el dinero en bolsas. Cualquier cálculo de revalorización es inviable. Se ofrecía cualquier cantidad y se cerraba el trato en el acto.
Qiao Xing, una ejecutiva financiera de 26 años, recuerda que un amigo de su padre vendió su viejo departamento alejado del centro por cinco millones de yuanes (743.000 dólares), diez veces su tasación. El gobierno chino, probablemente el que más se esfuerza en el mundo por combatir las burbujas inmobiliarias, había menospreciado la genética habilidad de su pueblo para intuir el negocio.
La transformación de Xiongan es lenta, pero nadie duda de que el empuje presidencial asegura su éxito. Ocupa un extraño limbo temporal, cerradas ya las viejas fábricas de ropa y plástico y en espera de la industria más vanguardista.
Un mastodóntico complejo de oficinas ordena el proceso. Hasta aquí peregrinan empresarios de todo el país. Zhang Da, de 24 años, busca oficina para localizar su empresa de maquinaria industrial para exportar a todo el mundo.
"Shanghai y Shenzhen son demasiado grandes y la competencia es muy alta. En China, si querés que te vayan bien los negocios, tenés que seguir al Partido Comunista", explica. La infraestructura estará completada en 2022, y la ciudad alcanzará su apogeo en 2035.
Apuestas
Pekín señala a Xiongan como una "estrategia crucial para este milenio". Ocupará 2000 km2, el triple de Nueva York. La apuesta por la calidad en lugar de la acostumbrada cantidad limitará la población a cinco millones de habitantes y prohibirá las compañías sin valor añadido. Será una ciudad moderna, inteligente y ecológica que utilizará el 100% de energías limpias y finiquitará la costumbre china de arruinar el medioambiente para arreglarlo después.
Se espera que la sinergia entre empresas tecnológicas y los institutos de investigación le robe el faro global a Sillicon Valley. Aquí desembarcarán muchas compañías de Zhongguancun, el distrito tecnológico de Pekín, y unidades de ciencia e ingeniería de la reputada Universidad Tsinghua.
Alibaba, Baidu y Tencent, los gigantes tecnológicos chinos, abrirán sucursales. Alibaba conectará el transporte, la energía, el agua y otros servicios urbanos a su nube. Baidu estudia un sistema de transporte con vehículos sin conductor que eliminará semáforos y embotellamientos.
Esa utopía o distopía, según la perspectiva, costará en los próximos 15 años unos 313.000 millones de dólares, según la consultora Morgan Stanley. En 2020 será inaugurado el tren de alta velocidad que unirá Xiongan con la capital en media hora. Xiongan será el bastión tecnológico de un megaproyecto urbanístico que englobará a Pekín, la ciudad portuaria de Tianjin y Hebei, la provincia que las abraza. Se conoce como Jingjinji, se extenderá en 215.000 km2, contará con 120 millones de habitantes y trasladará al norte el motor económico que ejerce el sur.
Algunos expertos subrayan los riesgos. Xiongan se asienta sobre unas marismas que desaconsejan la construcción de un proyecto gigantesco y también es vulnerable a las lluvias torrenciales y a la sequía. Y después está la paradoja de espolear la inteligencia artificial o los institutos de investigación sin aflojar las bridas sociales.
"El problema de China es que, por un lado, necesita la creatividad y por el otro necesita la conformidad", señala Austin Williams, director del Proyecto Ciudades del Futuro y autor del libro La revolución urbana de China. "Necesita conseguir el éxito tecnológico, pero aún no permite que sus ciudadanos accedan a Google. La contradicción es seria. Las trabas intelectuales e ideológicas a las que China se enfrenta son probablemente más difíciles de resolver que la caída de la productividad o la necesidad de subir el crecimiento económico", señala.
Son contratiempos que palidecen ante el ímpetu de un presidente con ínfulas mesiánicas y ansias de posteridad que hace de una fangosa y polvorienta región el pivote del megaproyecto urbano Jingjinji. Shenzhen se vincula a Deng Xiaoping, el arquitecto de las reformas, como Pudong está relacionada con su sucesor, Jiang Zemin. Xi busca su legado con Xiongan. Hoy suena quimérico, pero la historia contemporánea china es una continua derrota de los escépticos. ¿Quién pensó que aquellos pescadores rivalizarían con Hong Kong?
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