El rey le advirtió a una Cataluña fuera de control que el país seguirá unido
Alineado con la línea política de Rajoy, intervino por primera vez en la crisis con un discurso severo, luego de una huelga general con aires de insurrección; denunció una "deslealtad inadmisible" del gobierno de Puigdemont
BARCELONA.– Con Cataluña fuera de control, al final de un día de huelga general con ambiente insurreccional, el rey Felipe VI emitió anoche un discurso de calado histórico en el que acusó al gobierno separatista de esa región de actuar con “una deslealtad inadmisible a los poderes del Estado” y garantizó que España se mantendrá unida.
Que el gobierno de Mariano Rajoy haya movido la ficha del rey significó la admisión definitiva de la gravedad extrema de la crisis que sacude al país desde que, el domingo, las autoridades catalanas celebraron un referéndum de autodeterminación prohibido por la justicia y anunciaron que el resultado los valida para declarar la independencia en los próximos días.
Felipe VI usó un tono severo, que recordaba el único antecedente en 40 años de democracia de una intervención política semejante de la corona: cuando su padre, Juan Carlos I, compareció para frenar el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Eligió palabras gruesas para calificar la deriva del presidente Carles Puigdemont y su gobierno. Denunció que “de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía”. Dijo que “han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho” y que “han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana”.
Lejos de retractarse, Puigdemont afirmó en una entrevista con la BBC que la declaración unilateral de ruptura se hará "esta semana o a comienzo de la próxima". El Parlamento regional decidirá hoy la fecha de la sesión para ejecutar el desafío.
La noticia de que Felipe VI irrumpiría en escena había desatado a media tarde la expectativa de alguna vía de diálogo que descomprimiera una situación que empezaba a irse de cauce.
A las 21 (hora local), cuando se emitió el mensaje, las calles de Barcelona seguían pobladas por decenas de miles de personas que se pasaron el día de protesta en protesta: repudiaban la represión de la policía estatal en el desalojo de los centros electorales. Y exigían a Puigdemont que cumpliera con su palabra de proclamar la nueva república catalana cuanto antes.
El rey se alineó de manera decidida con la línea política del gobierno de Rajoy. "Sé muy bien que en Cataluña hay preocupación por la conducta de las autoridades. A los que lo sienten, les digo que no están solos ni lo estarán", leyó.
En otro párrafo, subrayó: "Hoy la sociedad catalana está fracturada. Esas autoridades han menospreciado los afectos de solidaridad que unieron a los españoles. Con su conducta pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y toda España".
Cerró su discurso con una reafirmación de su compromiso con "la democracia, la Constitución y la unidad de España". El Partido Popular (PP), el socialista (PSOE) y Ciudadanos respaldaron de inmediato sus palabras. En Barcelona, en cambio, estallaron cacerolazos apenas terminó la emisión. Los separatistas le cuestionan que no haya hecho siquiera mención de los heridos -900 según la Generalitat- durante la represión del domingo pasado.
La agitación durante la huelga general que paralizó ayer la actividad de Cataluña causó pánico en Madrid. Gremios, centros de estudiantes y los activistas del separatismo organizaron la demostración de fuerza. La Generalitat colaboró al avalar la casi total interrupción del transporte público. Hubo piquetes y tractorazos en 52 rutas, escuelas vacías, comercios con persianas bajas. Y riadas de gente, en todas las ciudades de la región.
El cuartel general de la Policía Nacional en Barcelona pasó el día rodeado de manifestantes. A los antidisturbios desplazados a Cataluña los tienen cercados en los hoteles donde paran. En algunos casos, los dueños les exigieron irse.
"Es una actitud mafiosa", denunció la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Rajoy envió un tuit a los agentes para expresarles "su total apoyo". El Ministerio del Interior ordenó que los 10.000 desplazados prolonguen su estancia en tierras catalanas a pesar del asedio.
"¡Fuera, fuerzas de ocupación!", cantaban miles de manifestantes frente al comando policial. Un cordón de los Mossos d'Esquadra, la policía autonómica, se interponía entre los independentistas y el edificio. A los policías autonómicos los independentistas los aplaudían, en agradecimiento por haberse negado a cumplir la orden judicial para impedir que abrieran el domingo los colegios electorales.
Las marchas iban de aquí para allá en Barcelona. Cientos de integrantes del cuerpo de bomberos de Barcelona guiaban a la masa. También son héroes de la patria catalana, después de haberse encarado con guardias civiles en algunos de los altercados del referéndum.
Hubo escraches en la sede barcelonesa del PP, la formación que lidera Rajoy. Unas 2000 personas se congregaron al mediodía en la esquina de Comte de Urgell y Buenos Aires, rodearon el edificio y empezaron a cantar por la independencia.
Los empleados del PP quedaron encerrados en el local durante una hora. Cuatro furgones de los Mossos subidos a la vereda protegían la entrada. La gente hacía llover papeletas de las usadas en el referéndum. "¡Fascistas!", gritaban. La policía española miraba muy a lo lejos: desde un helicóptero.
A las banderas independentistas (esteladas), se sumaban la soviética y la de la república española de los años 30 (rojo-amarillo-violeta). Los carteles decían: "Disculpe las molestias, estamos en revolución"; "Franco no estaba muerto, estaba de parranda"; "La Constitución es mi prisión". También se hacen frecuentes los insultos a los periodistas. El coro es: "¡Prensa española, manipuladora!".
Una de las manifestaciones se dirigió al Parlamento. Se exigía a los diputados "coraje" para declarar ya la independencia.
El clímax se dio en la Plaza de la Universidad, donde llegaron a juntarse a las 18 (hora local) 700.000 personas, según la Guardia Urbana de Barcelona. En escala, la escena se repetía frente a todos los ayuntamientos catalanes. En algunos los manifestantes arrancaron la bandera española de la fachada.
La pelota quedó ahora en el terreno de Puigdemont. El rey habló. Fue la última advertencia.
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