El Salvador cierra heridas con la beatificación de monseñor Romero
El acto se realizará hoy en la principal plaza del país; la hermana del asesino del obispo mártir, Marisa D'Aubuisson, se convirtió en la impulsora de su causa en el Vaticano
A 35 años de su asesinato, la beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, que se concretará hoy en la principal plaza de El Salvador, es vista por el gobierno como un cierre para las heridas de los trágicos años 70, que dividieron al país a sangre y fuego entre izquierda y derecha.
Así lo consideró el embajador salvadoreño ante la Santa Sede, Manuel Roberto López Barrera, que definió esta ceremonia como "un bálsamo para las heridas del pasado".
Y la familia D'Aubuisson vivió como nadie en carne propia esta división. Marisa D'Aubuisson, que en 1980 tenía 30 años, tuvo que cargar con un doble dolor: haber perdido al pastor a quien seguía como cristiana militante y ser señalada como "la hermana del asesino de Romero", el jefe militar que creó los escuadrones de la muerte.
Roberto D'Aubuisson, que llegó a ser candidato presidencial en 1984, era un anticomunista feroz. Y según la comisión investigadora de las Naciones Unidas, fue quien mandó a matar al arzobispo salvadoreño.
En cambio, su hermana Marisa trabajaba con las poblaciones marginales ("tonta útil de los comunistas", según Roberto), y luego fue creadora de la fundación que impulsó la beatificación del obispo mártir.
"Como hermano siempre quise mucho a Roberto, pero en lo que hizo como militar lo aborrezco", confesó Marisa en un diálogo con LA NACION.
Roberto murió de cáncer de garganta en 1992 a los 47 años. El día anterior a su muerte, aún hospitalizado, Marisa lo visitó en el sanatorio, se acercó a su cama, y le dijo: "Tienes que morir en paz. Te lo ruego, abócate a Romero, pídele perdón desde la parte más profunda de tu corazón". Él reaccionó abriendo los ojos por un momento, acercándola hasta tenerla cara a cara, y ya incapaz de hablar por su enfermedad, se puso a llorar.
La muerte de monseñor Romero tuvo como telón de fondo los inicios de aquella guerra civil que dejó 75.000 muertos, nacida a la sombra de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero en el medio estaban millones de salvadoreños, como monseñor Romero, que rechazaban toda lucha armada.
Marisa recordó cómo fue cambiando su propia imagen del obispo. "Cuando se conoció su nombramiento como arzobispo en 1977 muchos sentimos desilusión. La represión estaba en niveles muy altos, y él no tenía una voz fuerte", contó.
Pero el obispo "conservador" comenzó a hacerse oír mientras la represión se ensañaba con los más pobres y también con los curas que trabajaban en los barrios marginales.
Y el hermano de Marisa lanzó entonces desde los escuadrones de la muerte la consigna "Haga patria, mate un cura", a quienes consideraba "comunistas disfrazados".
Pese a las críticas que recibía también desde dentro de la Iglesia, monseñor Romero no dejó de hablar y en sus últimas prédicas llamó incluso a los soldados a desobedecer las órdenes asesinas de sus jefes.
El 23 de marzo de 1980, un día antes de su muerte, en una histórica homilía dijo: "Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios: «No matarás»".
Romero fue asesinado al día siguiente en plena misa. Marisa recordó que sus últimas palabras, al levantar el cáliz, fueron una autoprofecía. Sin saber que su asesino ya le estaba apuntando con el arma, dijo: "Que este cuerpo inmolado y esta carne sacrificada por los hombres nos alimenten también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo".
Ella duda de que su hermano se haya arrepentido del crimen. "No sé si ante la inminencia de la muerte habrá habido algún cambio. Para un hombre como él, hubiera sido muy terrible tener que admitir que había perdido su vida del lado de los injustos, como decía Romero. Pero sí estoy segura de que monseñor lo hubiera perdonado. No era un hombre de odios."
El primer obispo mártir americano
Fue asesinado en 1980
Óscar Romero
Arzobispo de El salvador entre 1977 y 1980
- Fue designado con el apoyo del sector conservador católico, pero en sus homilías comenzó a denunciar las violaciones de los derechos humanos y dijo que la misión de la Iglesia era "identificarse con los pobres". La ONU señaló a Roberto D'Aubuisson como el autor intelectual del asesinato
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