Por ahora no habrá un referéndum por la independencia. El separatismo tendrá que esperar en Quebec
El ganador de las elecciones en la provincia francófona de Canadá no tuvo el abrumador respaldo que necesitaba
WASHINGTON (De nuestro corresponsal).- Algunos canadienses son más canadienses que otros canadienses, pero Lucien Bouchard, reelegido como primer ministro de la provincia de Quebec, quiere ser más quebequés (traducción caprichosa de quebecois) que otros quebequeses.
No ganó por un margen que le permita moverse como pez en el agua con su idea de separar a Quebec de Canadá. El mismo lo reconoció poco después, al descartar un inmediato referéndum, que se haría al término de la legislatura, es decir, dentro de cuatro o cinco años.
No obstante, la victoria, por sí misma, da una pauta del carisma de este hombre de 59 años que a poco estuvo, en octubre de 1995, de ser algo así como el libertador de su provincia en tiempos en que Bolívar y San Martín sólo cabalgan en billetes de curso legal.
El Partido Quebequés (PQ) de Bouchard obtuvo 25.000 votos menos que su rival, el Partido Liberal de Quebec (PLQ) de Jean Charest. Pero debido al sistema electoral -mayoritario y uninominal-, y a la concentración del voto liberal sólo en algunas regiones, el separatismo obtuvo la mayor cantidad de bancas de las 125 (una por circunscripción) de la Asamblea Nacional de Quebec.
Es así como el PQ, a pesar de obtener menor porcentaje (42,9 por ciento) tendrá 75 escaños, contra 48 escaños del PLQ, que recibió el 43,6 por ciento de los votos. La Acción Democrática de Quebec (12 por ciento) contará con una banca, y otra banca está sin adjudicar.
Todo quedó como estaba antes de los comicios, con dominio separatista en la Asamblea Nacional y la primera minoría en poder de los liberales (partido al cual pertenece el primer ministro de Canadá, Jean Chretien).
Sigue en pie
El mensaje de las urnas, por más que Bouchard no haya obtenido una mayoría abrumadora de votos sobre el liberal Jean Charest, de 40 años, señala que la idea fuerza de obtener la autonomía, de modo de aprovechar mejor los recursos propios, continúa en pie, pero no todo el mundo está convencido de ella.
Esto surge de las encuestas previas, en las cuales varios votantes de Bouchard se mostraron reacios a la posibilidad de que la bandera azul y blanca, con la flor de lis en el centro, reemplace a la canadiense. Los más afectos a ella fueron los jóvenes. El separatismo puede ser una utopía, pero, mientras tanto, les concede el beneficio de la presión.
Del recuento de votos surge, por ejemplo, que Bouchard pierde fuerza a medida que se acerca a Ottawa. Allí, e inclusive en Montreal, Charest tuvo más aceptación que en la ciudad amurallada de Quebec.
Un país dentro del país
En los 33 días que duró la campaña (la más corta de la historia), Bouchard supo aprovechar su carisma en sitios en donde sabía que iba a cosechar votos, como la remota región de Saguenay, mientras que Charest, de 40, procuró apuntar al empresariado y centrarse en los asuntos nacionales, como los planes de salud y la reducción de impuestos.
La condición de Bouchard, reiterada a poco de saber que había triunfado, sigue siendo otro referéndum en el que se decida la autonomía, pero, como prometió en la campaña, con el requisito expreso de que sean reconocidos los derechos de la minoría que habla inglés.
Vano fue el pronunciamiento casi simultáneo de Chretien en favor de la defensa de Canadá como país, como casa y como familia, ya que, en la práctica, el gobierno de Quebec se aseguró en la última década el control completo de la educación, del sistema de salud y de la inmigración.
Es como si fuera un país dentro de otro país, con colegios, programas de radio, publicaciones y canales de televisión en francés, y un ingreso per capita superior que reporta a Ottawa mayores ganancias por impuestos.
Una federación
Si los Estados Unidos no son una república ni un imperio, sino una república imperial, como esgrimió Raymond Aron, Canadá tampoco es una nación, sino una federación.
Federación que, con Bouchard en el gobierno de Quebec, seguirá teniendo una cuenta pendiente con una provincia que dio señales de que quiere valerse por sí misma y que, si prospera el referéndum, pondrá nuevamente en juego la unidad del país.
Por más que el Globe & Mail, uno de los diarios de mayor predicamento, haya dicho en un editorial que los rehenes (por el resto de Canadá) no quieren jugar más el juego de Bouchard. "El juego está terminado", rubrica. Fue una expresión de deseos.
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