En 2021 hubo una “epidemia” de golpes de Estado: el nuevo año no frenó el efecto contagio
El año pasado hubo al menos cinco golpes exitosos, así como una frustrada intentona militar en Nigeria; las repercusiones se extienden a 2022
WASHINGTON.- Una ola de golpes de Estado barrió el mundo a lo largo de 2021, desde África Occidental hasta el Sudeste de Asia. Pero las repercusiones de esos golpes de 2021 se extienden también al nuevo año en numerosos países, como Sudán, Myanmar y varios más. El domingo, apenas dos meses después de haber sido repuesto en su cargo por los altos mandos militares, presentó su renuncia el primer ministro de Sudán, Abdalla Hamdok.
“Hizo todo lo que estuvo a mi alcance para evitar que nuestro país se hunda en el desastre”, dijo en su discurso a la nación.
El fugaz retorno de Hamdok al poder cancela la esperanza de que los líderes militares de Sudán den un giro hacia la democracia. Hamdok es un exfuncionario de Naciones Unidas que había convertido en primer ministro en agosto de 2019, tras la caída del histórico autócrata Omar Hassan al-Bashir, en abril de ese mismo año. A Hamdok le encargaron conducir el país en la transición post-Bashir hasta las elecciones programadas para 2022. Sin embargo, y debido al deterioro de sus relaciones con los poderosos militares sudaneses, el 25 de octubre de 2021 fue derrocado y confinado bajo arresto domiciliario.
Como evidente respuesta a la condena internacional que desató el golpe en Sudán -sumada la suspensión de miles de millones de dólares de ayuda internacional-, Hamdok fue repuesto en su cargo en noviembre último. Pero tal como señalaron este fin de semana los periodistas Max Bearak y Miriam Berger, las relaciones del primer ministro sudanés con los militares siguen rotas, y los manifestantes que derrocaron a Bashir también están furiosos, porque su reclamo de un gobierno totalmente civil sigue inatendido.
El futuro inmediato de Sudán es una incógnita. Los grupos de médicos y profesionales de la salud alineados con el movimiento de protesta dicen que desde el golpe de Estado de noviembre por lo menos 57 civiles perdieron la vida por la represión del gobierno contra las manifestaciones. Los reclamos son bastante simples: “Lo que pedimos es un gobierno civil y competente. ¿Es tan complicado?”, declaraba el mes pasado uno de los líderes de la protesta, Samuel Dafallah, de 51 años.
¿Quién es Abdalla Hamdok, exprimer ministro de Sudán? ➡️ https://t.co/9aiEno9Wbp pic.twitter.com/L6o2X1tcom
— FRANCE 24 Español (@France24_es) January 3, 2022
Pero Sudán es apenas un ejemplo en un año inusualmente plagado de golpes de Estado. Según datos compilados por la Universidad Central de Florida y la Universidad de Kentucky, en 2021 hubo al menos cinco golpes exitosos, así como una frustrada intentona militar en Nigeria. Ese número de golpes de Estado que llegan a consumarse supera al de los cinco años anteriores juntos, y marca un récord para el siglo XXI.
La temporada de asonadas militares 2021 arrancó el 1 de febrero del año pasado con el golpe en Myanmar, seguido por Mali, el 24 de mayo, y en Guinea, el 5 de septiembre. A continuación vino el ya mencionado golpe en Sudán. Y en abril Chad vivió un “golpe dinástico”, como lo apodaron sus detractores, en el campo de batalla que dejó la muerte del presidente. Cuatro de esos cinco golpes ocurrieron en África, donde de hecho han ocurrido la inmensa mayoría de los golpes desde hace décadas.
Pero durante 2021 los golpes de Estado fueron motivo de preocupación no solo allí, sino en todo el mundo. En octubre, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, calificó la situación como “una epidemia de golpes de Estado”, y agregó que las divisiones en la comunidad internacional no contribuyen a la disuasión de esos intentos.
“Las profundas divisiones geopolíticas, la dificultad que tiene el Consejo de Seguridad para tomar medidas fuertes, y el impacto social y económico del covid en muchos países, son los tres factores que crean un contexto donde algunos líderes militares se sienten en total impunidad”, declaró Guterres ante los periodistas. “Hacen lo que quieren porque saben que no les va a pasar nada”.
Efectivamente, en Myanmar no hay señales de que la indignación internacional haga mella en la brutalidad de los militares birmanos. A casi un año de que una junta militar tumbara al gobierno elegido democráticamente, la violencia no da tregua. Según varios informes periodísticos, los militares han aplicado la táctica de “tierra arrasada”, incendiando aldeas y masacrando a los supuestos disidentes a su paso.
Según esos mismos medios de prensa, cientos de civiles birmanos fueron asesinados desde que ocurrió el golpe. “Son crímenes de lesa humanidad”, disparó Tom Andrews, relator especial de Naciones Unidas para Myanmar, tras analizar las imágenes de una supuesta masacre en la ciudad de Bago, y agregó que los militares birmanos siguen “un sistemático patrón de violencia”.
En una masacre ocurrido la víspera de Navidad, se adjudica a los militares la muerte de al menos 35 habitantes de un enclave étnico mientras intentaban escapar de la violencia, incluidas mujeres y niños. Los altos mandos birmanos niegan las acusaciones y le han ordenado a su personal diplomático que no acepte notificaciones de tribunales internacionales que buscan procesar a los jefes de la junta militar que gobierna el país, según señalan medios periodísticos independientes.
En el caso de Mali, como los golpes de Estado se suceden sin solución de continuidad, las repercusiones fueron escasas. En 2020, el presidente Ibrahim Boubacar Keïta renunció tras ser arrestado por militares sublevados, tal vez el primer golpe de Estado de la era pandémica. Menos de un año después, el presidente de transición, Bah N’Daw, y sus aliados también fueron arrestados por los uniformados, y una vez más los líderes políticos del país fueron expulsados del poder.
Aunque el gobierno militar inicialmente había dicho que celebraría elecciones presidenciales y legislativas en febrero de 2022, el ministro de Relaciones Exteriores maliense dijo este sábado que había presentado una propuesta a sus vecinos de África Occidental para retrasar cinco años más la transición de Mali a la democracia.
El origen de esta epidemia de golpes militares no está claro. Detrás de cada golpe hay una mirada de factores locales, pero el hecho de que tuvieran lugar durante una histórica crisis sanitaria mundial, la pandemia de coronavirus, es notable. Como escribí en noviembre, los relevamientos de datos muestran un marcado aumento de la conflictividad social durante 2020, el primer año de la pandemia, lo que parece sugerir que el malestar político global es mucho más amplio.
Efectivamente, las semillas de los golpes de Estado ocurridos en 2021, fueron plantadas mucho antes de la aparición del virus. Un factor probable tal vez sea la apática reacción global frente a las asonadas militares anteriores. Jonathan Powell, uno de los investigadores que monitorea los datos sobre golpes de Estado, y Salah Ben Hammou, de la Universidad de Florida Central, señalaron el año pasado que existe un efecto contagio y que los golpes pueden generar a su vez más golpes. Como ejemplos, apuntan la laxa reacción mundial ante el golpe de los militares en Egipto en 2013 y la toma del poder en Zimbabwe en 2017.
“Los golpes de 2021 tal vez no sean producto de un efecto contagio en el sentido de que los golpistas están aprendiendo tácticas unos de otros. Pero de los golpes recientes que tuvieron éxito y llegaron a consumarse, los conspiradores tal vez hayan aprendido una lección valiosa: que muy probablemente la condena internacional que reciban no tendrá consecuencias”, escriben Powell y Ben Hammou.
Para el presidente Biden, que organizó la “Cumbre sobre la Democracia” del mes pasado, condenar un golpe militar puede ser complicado. La sección 508 de la Ley de Asistencia Exterior dice que Estados Unidos está obligado a suspender la ayuda a las naciones que sufren un golpe militar, pero si lo hace corre el riesgo de empujar a esos países a los brazos de los rivales geopolíticos de Estados Unidos, como Rusia y China, que a su vez tienen capacidad de bloquear las sanciones desde el seno Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero en el caso de Hamdok, expulsado del poder en Sudán, la demora de una respuesta contundente es casi indefendible. El presidente de Estados Unidos ahora enfrenta reclamos del Congreso para que exprese su respaldo a los manifestantes sudaneses a favor de la democracia. “El gobierno de Biden debe tratar lo ocurrido el 25 de octubre en Sudán como lo que fue: un golpe militar”, dijo el lunes el senador republicano de Idaho, James E. Risch, miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
Adam Taylor
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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