ETA asesinó a un juez en el corazón de Madrid
MADRID.- En su peor y más grave atentado desde que rompió la tregua, en diciembre pasado, la banda terrorista ETA volvió a actuar en Madrid. Hizo estallar a distancia una bomba dejada en un auto que cobró la vida de tres personas, hirió a otras setenta, arruinó treinta automóviles y dejó un perímetro de dos cuadras con el mismo aspecto que una ciudad después de un bombardeo.
Fueron, por lo menos, 25 kilos de explosivos. Y su blanco, tan certero que el auto oficial en el que viajaban el juez de la Sala Quinta en lo Militar del Tribunal Supremo José Francisco Querol (de 69 años), junto con su chofer y su escolta, se levantó más de ocho metros del pavimento antes de caer nuevamente sobre él, destrozado y envuelto en llamas, dijeron varios testigos.
Era un Renault Mégane. No estaba blindado ni tampoco contaba con mecanismos para detectar explosivos. Antes de caer el piso, el auto pasó sobre un colectivo de pasajeros que se hallaba en el lugar. Su presencia fue una bendición: hizo de parapeto e impidió que la onda diera de lleno contra una treintena de personas que esperaban en la parada. Pero sí alcanzó a su conductor y a algunos de sus ocupantes, que resultaron gravemente heridos.
"Si ese autobús no hubiese estado allí o hubiese avanzado sólo un poco más, esto habría sido una masacre", dijo el delegado del gobierno nacional, Francisco Javier Ansuátegui.
Los terroristas habían colocado la bomba en un segundo automóvil, un Renault 19 robado en agosto último, y lo dejaron estacionado en el lugar.
Con un control remoto activaron el explosivo en el momento preciso en que el magistrado pasaba por allí. "No podían andar muy lejos en el momento de hacerlo", dijo un policía. En su concepción, el atentado fue bastante parecido al que hace 25 años terminó con la vida del almirante Luis Carrero Blanco.
Prueba de fuerza
Fue toda una demostración de fuerza que alcanzó de lleno al gobierno de José María Aznar. Anoche, a sus colaboradores les costaba mantener el discurso oficial de que su política causa "daño" a la organización terrorista, que, por el contrario, daba muestras de solvencia e impunidad para moverse.
Demudado, hablando casi sin vocalizar, el presidente aseguró ayer que "no habrá cambio de rumbo" en la lucha contra el terrorismo. Y que el camino por seguir es el de avanzar en la reforma legal de modo de contar con mejores instrumentos para perseguir a los homicidas. "Con la fuerza del Estado de Derecho", dijo.
Del rey Juan Carlos para abajo, toda la sociedad española sumó voces de condena, con excepción -como es habitual-del entorno de ETA representado por dirigentes de Euskal Herritarrok (EH), un partido al que se considera el brazo político de la organización terrorista.
Pero Aznar llamaba a creer en la fuerza del Estado de Derecho y no fue al azar. Con seis personas muertas, el mes que termina hoy fue el más violento desde diciembre último, cuando la banda que declara luchar por la independencia del País Vasco decidió romper la tregua de 14 meses. Con las tres víctimas de ayer, suman ya 19 los españoles asesinados.
Octubre fue también el mes en que el gobierno aseguró haber logrado el "descabezamiento" del aparato político de la banda, en un operativo liderado por investigadores franceses.
Muerte y caos
Aunque ayer no fueron solamente las muertes. También fueron el caos y la atemorizante sensación de que lo peor podría repetirse en cualquier momento.
"¡Nos quieren matar a todos!", gritó una mujer fuera de sí. "¡No toquen los autos... puede haber más bombas", gritaba otra. Desbordada, la policía hacía lo que podía.
A las 9.10 el barrio de Ciudad Lineal, en la zona de la avenida Arturo Soria, donde ocurrió la tragedia, era un revuelo de ambulancias, cuerpos en el piso, madres que trataban de retirar a sus hijos del colegio y gente que presionaba contra la policía para regresar a su casa. Lo peor, la imagen de la impotencia total, estaba en el centro de la avenida de Badajoz, en el auto ardiendo con los cuerpos de las tres víctimas en su interior. No había manera de sacarlos y siguieron así por largos minutos.
Era tal la cantidad de heridos y de gente en estado de shock nervioso que los primeros médicos que llegaron al lugar montaron allí mismo un hospital de campaña. Rápidamente les fueron provistos equipos y anestésicos para hacer las primeras curaciones.
La mayoría eran vecinos de la zona, que a esa hora es un hervidero de gente. En pocos metros a la redonda hay dos colegios, un supermercado, un banco, varias paradas de colectivos y un edificio de 17 pisos que ha sido afectado, por lo menos, hasta el séptimo. Anoche decenas de familias no podían regresar a su casa por riesgo de derrumbe.
Los investigadores del Ministerio de Interior contaban anoche con la posibilidad de que las cámaras de seguridad del banco hubiesen captado a los terroristas en el momento en que colocaban el coche bomba. Algo parecido ocurrió en agosto, cuando ETA hizo detonar un auto en pleno corazón de Madrid. Conscientes de lo que ocurría, los terroristas nunca mostraron sus rostros a la lente. Sólo se los vio de espaldas.
La explosión siguió, como un ritual, a los movimientos rutinarios que hacía el juez. Como casi todos los días, su escolta -Jesús García Escudero, de 53 años, terminó de desayunar en el bar Valencita. Subió al auto que conducía el chofer Armando Medina, de 57. Juntos fueron a buscar al magistrado y los tres emprendieron la marcha mortal. Fueron pocos metros antes del estallido.
Anoche los accesos a Madrid estaban bloqueados y la ciudad era una carrera de obstáculos, con retenes y controles policiales como parte del operativo para tratar de atrapar a los terroristas. El esquema incluyó la habilitación de una línea telefónica para recibir pistas que pudieran llevar hasta los responsables del atentado.
Una vez más, la Puerta del Sol fue escenario de una nutrida marcha de repudio. Pero no fue pacífica: también se presentó un reducido grupo de simpatizantes de ETA que la vivaron, megáfono en mano. Fueron sólo instantes hasta que eso degeneró en una batahola de corridas, golpes y -por supuesto- detenciones.
"Esto es matar y burlarse encima del muerto", protestaron varios de los asistentes. Hoy habrá nuevas marchas. Javier Arenas, líder del gobernante Partido Popular pidió la participación de los españoles. "No es estéril la movilización de los demócratas contra la libertad", dijo.
Condena a Pakito
- MADRID (ANSA).- El ex número uno de ETA Francisco Mugica Garmendia, alias Pakito, fue condenado ayer a treinta años de cárcel por el atentado en el que murió la fiscal Carmen Tagle, en 1989. Al inicio del juicio que se seguía por esta causa en la Audiencia Nacional, el 19 del actual, Pakito amenazó a los magistrados. "Todos los jueces de esta audiencia tenéis una gran parte de la responsabilidad de la situación de excepción que se vive en estos momentos en el País Vasco. Para nosotros, todos vosotros sois Tagle", dijo Pakito.
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