Israel se endurece frente a los palestinos
El ejército atacó con misiles un poblado cerca de Belén; autorizó a sus soldados a disparar contra civiles que estén armados.
BELEN, Cisjordania. "Dios, bendice nuestro hogar", dice el bordado, enmarcado y colgado de la pared del modesto living de los Hazza, en Beit Jala.
Sin duda, la bendición les sirvió a los Hazza, una familia de 15 personas: el segundo piso de su casa anteanoche fue alcanzado por un misil israelí, disparado por uno de los helicópteros de combate Cobra que atacaron la zona. "Fue terrible, pero inshallah -gracias a Dios- no murió nadie", cuentan.
"Este es el cuarto de los chicos... Pero tuvimos suerte, nos salvamos", dice con los ojos aún llenos de terror Naja, una de las seis mujeres de la familia, al mostrar una habitación con el piso lleno de vidrios rotos, la ventana y la pared destrozadas y marcas de esquirlas por todos lados.
"Estamos aterrados. No sé por qué los israelíes nos atacaron. Nosotros no somos terroristas. Nosotros no disparamos contra ellos. Estamos desarmados y queremos paz. No hicimos nada para que nos agredan de esta forma", dice al borde del llanto.
Anteanoche y anoche, Beit Jala fue un infierno: el ejército israelí atacó el poblado ferozmente. Fue en reacción al fuego disparado desde allí contra edificios del asentamiento judío de Gilo por francotiradores palestinos, al parecer venidos de otras zonas.
El violento bombardeo, que duró más de cinco horas, demostró de hecho un ulterior y grave endurecimiento de las acciones de las fuerzas armadas israelíes con relación a la población civil palestina.
Pero eso no es todo. Ayer las autoridades militares de Israel anunciaron que sus soldados israelíes podrán disparar contra los civiles que lleven armas. Hasta ahora estaban autorizados a abrir fuego sólo si su vida estaba en peligro.
Y la violencia se cobró en la víspera tres nuevas víctimas. En Hebrón, el palestino Abdel Aziz Abu Snina, de 55 años, murió al ser alcanzada su vivienda por un obús del ejército israelí. En la mañana dos palestinos fallecieron en un hospital de Nablus como resultado de los ataques de anteanoche.
Abandonar las casas
Beit Jala, donde viven los Hazza, es un poblado árabe que queda pegado a esta ciudad autónoma palestina donde nació Jesús, que se enfrenta al asentamiento judío de Gilo, una ciudad dormitorio que queda al sur de Jerusalén, donde viven unas 35.000 personas.
Aunque Gilo se levanta sobre territorio palestino ocupado por Israel en 1967, para el Estado hebreo forma parte de la municipalidad de la Ciudad Santa.
Desde la escalada de la violencia, se encuentra protegida por varios tanques e incluso por una barricada de bloques de cemento armado, emplazados en la parte más expuesta del poblado, que se enfrenta a Beit Jala.
"Si la vida en Gilo no será normal, tampoco lo será en Beit Jala", sentenció ayer el general israelí Shaul Mofaz, al explicar no sólo el poderoso ataque de la noche anterior, sino también el hecho de que el ejército decidió rodear Beit Jala y Belén "para impedir la infiltración de palestinos armados".
"Mi consejo a los habitantes es el siguiente: no ayudar a quien desde Beit Jala quiere atacar Gilo. Si esto sucede, los habitantes harán bien en abandonar sus casas, porque reaccionaremos", advirtió.
La familia Hazza, que se salvó del misil que destruyó parte de su casa anteanoche, tomó al pie de la letra el consejo de Mofaz: decidió mudarse a lo de algunos parientes por temor a nuevos ataques.
"Estamos asustados y no queremos arriesgarnos otra vez", dicen.
Muy cerca de allí, Issam al Bandak, otra víctima del bombardeo, dueño de la fábrica de mármol Bandak, muestra el techo de chapa agujereado por otro misil, así como una máquina para levantar los bloques de mármol, también destruida.
"Como mínimo, son 200.000 dólares en daños", calcula. "Estoy bajo shock: este lugar siempre fue tranquilo, nadie lanzaba fuego desde acá y el ataque israelí ha sido sin razón", asegura.
Zuheir Khatib, un médico gastroenterólogo que trabaja como jefe de emergencias de un hospital de Belén, cuenta que anteanoche varias mujeres de Beit Jala tuvieron ataques de histeria debido al pánico que produjo el ataque. "La situación es cada vez peor: cada vez hay más agresiones contra las viviendas de civiles indefensos que no tienen nada que ver.", se lamenta.
Bassem Ibrahim, otro médico del mismo hospital que vive en Beit Sahur, otro poblado pegado a Belén, coincide: "Están tirando a donde sea y como sea. Es increíble, tiran como locos, con balas grandes y pequeñas, y nos han rodeado. Por la noche no se puede andar y es un infierno".
Piezas de colección
En Beit Sahur, muchas casas que se encuentran cerca de un campamento del ejército israelí también han sido atacadas. La de Jacob al Atrash es una de ellas. Este hombre, un constructor palestino que es cristiano, como muchos de los que viven en esta zona, ha guardado los pedazos de misil que golpearon su casa. Los tiene todos sobre una mesita del living, como piezas de colección.
"Es norteamericano", dice, señalando un pedazo de proyectil. Su vivienda, de tres pisos y recién construida, tiene prácticamente todos los vidrios de las ventanas rotos por la violencia de la explosión.
Su mujer, Meri, con ojos aterrados, muestra la heladera, que también ha sido alcanzada por las esquirlas. Y su hijo Mahid exhibe otras balas de acero que agujerearon las paredes de los cuartos: aún se ven cristales rotos sobre los acolchados de las camas, en el baño y en la cocina.
Como en lo de los Hazza, en lo de los Al Atrash también hay un cuadro colgado en la pared, bordado, que reza: "Dios, bendice nuestro hogar".
Monjas argentinas
BELEN, Cisjordania (De una enviada especial).- "Pasamos una noche de película." Así definió ayer el violento ataque sobre Beit Jala María de la Contemplación, madre superiora del grupo de monjas argentinas del Instituto del Verbo Encarnado que viven en esta zona bajo fuego.
Visto el peligro, el grupo de religiosas decidió ayer autoevacuarse y mudarse al cercano poblado árabe de Ortas, a lo de una comunidad de Hermanas del Huerto.
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