José Conrado: "Le pido a Francisco que sea firme con los gobernantes"
Uno de los curas cubanos más críticos del castrismo denuncia la "bancarrota" de su país y espera que el Papa "les diga la verdad" a los presidentes que van "a besarle la mano"
José Conrado se define a sí mismo como un "cura de pueblo". Pero desde su parroquia en Santiago de Cuba o en la ciudad colonial de Trinidad, donde fue transferido, lanza dardos con un "lenguaje de barricada" contra la corrupción, la represión y otras señas de identidad del gobierno cubano. Cercano a los movimientos disidentes, Conrado sufrió presiones, agresiones y hasta el exilio. Pero sigue denunciando a la dirigencia de su país, como en este diálogo con LA NACION, durante una visita a Buenos Aires, luego de asistir a la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.
Conrado sólo deja la denuncia y pasa al elogio entusiasta cuando analiza la gestión de Francisco al frente de la Iglesia, en quien confía y espera que "cuando vayan a besarle la mano Dilma, Cristina o quien sea, les diga la verdad".
-¿Cómo ve la Cuba de hoy?
-Cuba es un país en bancarrota, una bancarrota económica y moral. Es un país erosionado desde el punto de vista familiar. No hay un solo cubano que no tenga parientes en el extranjero, incluido Fidel Castro, que tiene varios nietos y una hija fuera de Cuba como exiliados políticos. Es un país en el que todo el pueblo por una u otra razón ha sufrido el encarcelamiento de un familiar, la muerte de un familiar, lo mismo frente a un paredón de fusilamiento que en el estrecho de la Florida. Un país con todo un historial de presidio político.
-¿Por qué en América latina hay quienes mantienen una buena imagen del castrismo?
-Creo que hay una cierta complicidad de las izquierdas, que quieren tomar a Cuba como un paradigma paradisíaco de lo que es la revolución, de lo que es la realización social. También hay una campaña de prensa continua de parte del gobierno cubano. Y están las visitas que se hacen a Cuba, porque los turistas ven Cuba desde los ómnibus refrigerados y desde los hoteles cinco estrellas.
-La gente salió a protestar en las calles de muchos países, democráticos y no democráticos, pero no lo hizo en Cuba.
-Ellos vieron un espacio de libertad en el que se decidieron a saltar los espacios de miedo que tenían. Nosotros no hemos llegado todavía a ese punto. Creo que estamos a punto de que eso ocurra, pero no hemos llegado hasta ahí. En Cuba, dice un refrán popular, no hay quien tumbe el gobierno, pero tampoco quien lo arregle. Todo el mundo en Cuba sabe que hay que cambiar. Es el acuerdo silencioso y unánime de todos los cubanos.
-¿Quizás un incidente menor encienda la mecha, como en la "primavera árabe"?
-Pues sí, eso podría darse. Yo pienso que el gobierno se cuida de las multitudes, ya no se hacen tantas concentraciones como antes. Creo que el gobierno ha sido muy sagaz en no permitir que haya actos de violencia desbocada de parte de la policía. Creo que ahí sí el pueblo se lanzaría a la calle.
-Y en este contexto, ¿qué perspectivas tiene el gobierno?
-La misma gravedad de la situación está obligando al gobierno a pensar otra salida. Hoy están proponiendo que aquellos que siempre fueron considerados sus enemigos eternos y acérrimos, los cubanos del exilio, inviertan en Cuba.
-Como sacerdote latinoamericano, ¿cómo vivió la elección del papa Francisco?
-Francisco es un regalo de Dios para un momento de crisis. Es un hombre que está por encima de las convenciones de la izquierda o la derecha, porque va a lo esencial, y lo esencial es Dios y la gente que sufre. El papa Francisco sabe que es un servidor.
-¿Puede ser una influencia, ya no sólo para Cuba, sino para democracias en problemas?
-Creo que va a tener una gran influencia, porque la Iglesia necesita una reforma desde adentro. ¿Cómo se va a predicar si no a los políticos para que no roben? Una Iglesia renovada interiormente es un ejemplo para estos hombres que tienen responsabilidad.
-Además del ejemplo, ¿Francisco puede influir desde el discurso, desde la denuncia directa?
-Sí, por supuesto. Yo no le pido al Santo Padre que hable con un lenguaje de barricada como el mío, que soy un cura de pueblo, pero sí que sea muy firme con los gobernantes. Que cuando vayan a besarle la mano Dilma, Cristina o quien sea, les diga la verdad.
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