La aparición de los hijos de Osama
WASHINGTON.- Tuvimos nuestro cambio de régimen en Medio Oriente. Ahora los terroristas de Al-Qaeda quieren el suyo.
Incluso antes de que Al-Qaeda se atribuyera la responsabilidad de las explosiones que sacudieron a Riad el lunes por la noche, los príncipes sauditas estaban aterrados y buscaban ayuda norteamericana. Temían que Al-Qaeda, a la que alguna vez usaron para desviar el resentimiento provocado por su propia corrupción, hubiese logrado infiltrarse en diversos niveles de su sociedad, incluso en el gobierno.
El problema con Arabia Saudita es que se trata de una sociedad tan opaca que uno nunca puede estar seguro, desde afuera, de lo pasa allí, y aparentemente tampoco es espectacularmente transparente vista desde adentro.
Analistas de inteligencia norteamericanos advirtieron a los sauditas que estaba por producirse un atentado contra intereses estadounidenses en el reino. Los sauditas reaccionaron de la forma habitual, es decir, a la defensiva. En las últimas dos semanas, la cháchara antinorteamericana se había vuelto tan ensordecedora que el Departamento de Estado había advertido a los ciudadanos norteamericanos que no viajaran allí.
Los príncipes sauditas, a regañadientes, comenzaron a investigar la posible conspiración de Al-Qaeda. Pero incluso en un Estado tan represivo y reprimido como ése, las fuerzas de seguridad sauditas no pudieron frenar a los terroristas. Trataron de capturar una célula militante islámica vinculada con clérigos extremistas el martes último. Las autoridades descubrieron más de 400 kilogramos de explosivos, pero los 19 miembros de la célula -17 sauditas, un iraquí y un yemenita- lograron huir.
De manera que frente a un nuevo vocero de Al-Qaeda que advierte que "un atentado contra Estados Unidos es inevitable" y que "futuras misiones han sido confiadas" a un "nuevo equipo (...) bien protegido ante los servicios de inteligencia norteamericanos", ahora, ¿tendremos que preocuparnos por 19 escurridizos terroristas islámicos que se nos vienen desde Arabia Saudita?
Qué repugnante sensación de déjˆ vu .
Ocupados en rastrear y eliminar a Saddam Hussein, el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos nos habían dicho que Al-Qaeda estaba acabada. "Al-Qaeda se ha dado a la fuga", afirmó el presidente Bush la semana pasada. "El grupo terrorista que atacó nuestro país -añadió- lenta pero con toda seguridad ha quedado diezmado y ya no representa un problema."
Algunos miembros de los servicios de inteligencia norteamericanos se jactaron ante la prensa de que la banda terrorista estaba debilitada, haciendo notar que no había atacado durante la guerra contra Irak.
"Ese fue el gran juego para ellos; tenían que enfrentar la situación o callar, y han fracasado", expresó a The Washington Post hace unos días Cofer Black, director de la oficina de antiterrorismo del Departamento de Estado.
Por supuesto, la otra manera de ver esto es que Al-Qaeda opera a su propio ritmo y sabe cómo realizar operaciones mientras se da a la fuga.
Al-Qaeda quedó debilitada por el arresto de líderes como Khalid Sheikh Mohammed. Pero Osama ben Laden, en recientes mensajes grabados, exhortó a sus partidarios a lanzar ataques suicidas contra los invasores de Irak. Y como advirtió un embajador de un país árabe, las imágenes de tanques de guerra de fabricación norteamericana tanto en Irak como en Cisjordania ciertamente le llevaron nuevos reclutas a Osama.
El sereno triunfalismo del gobierno norteamericano respecto de Al-Qaeda explotó el lunes último en Riad cuando atentados suicidas bien planificados y coordinados con coches bomba y fuego de armas livianas mataron a decenas de personas en tres complejos de viviendas preferidos por los occidentales, incluidos siete norteamericanos.
El atentado fue sincronizado para que coincidiera con la visita de Colin Powell al reino, y evidentemente tuvo el propósito de perjudicar tanto a Estados Unidos como a Arabia Saudita. Aun cuando Donald Rumsfeld anunció hace dos semanas en Riad que se proponía retirar de Arabia Saudita las tropas norteamericanas que Osama odiaba tanto, los líderes de Al-Qaeda aún quieren minar a la monarquía saudita que ha sido tan obsecuente con los infieles presidentes norteamericanos.
Presunciones en ruinas
En medio de los escombros de Riad están enterradas algunas de las presunciones básicas del gobierno de Bush: que Al-Qaeda estaba acabada, que invadir Irak llevaría estabilidad a la región y que una demostración de superpoder por parte de Estados Unidos contra Saddam acobardaría a los terroristas.
Bob Graham, el senador de Florida que aspira a la presidencia, sostuvo ayer en el Congreso que Irak había sido una distracción: "Esencialmente pusimos fin a la guerra contra el terrorismo hace aproximadamente un año. Y desde entonces se dejó reactivar a la organización Al-Qaeda".
En una reunión de camaradería con Donald Rumsfeld ayer en Washington, mientras el secretario de Defensa aceptaba un premio, el vicepresidente Dick Cheney fue implacable como siempre: "La única forma de afrontar esa amenaza es exterminándola", señaló.
Entonces, exterminémosla.
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