La brecha cultural, reflejada en la vida de dos hermanas sirias
Hasta los migrantes con mejor educación tienen dificultades para integrarse a la sociedad
SCHILLINGSFÜRST, Alemania.- Hace más de un año, Mayar y Nawar Ballish escaparon de un atentado con un auto bomba en Damasco. Ahora, las dos hermanas sirias, veinteañeras y estudiantes, van a la universidad en tren, entre los impecables jardines y granjas de las montañas de Baviera, en el sur de Alemania.
Aquí viven desde octubre de 2015, y su historia refleja la brecha cultural que enfrentan los migrantes y lo difícil que puede ser conciliar las aspiraciones de quienes buscan asilo con los objetivos generales de Alemania.
En los últimos dos años llegaron a Alemania cerca de medio millón de sirios, parte de un ingreso récord de más de un millón de refugiados y migrantes. La mayoría de los que solicitaron asilo son hombres, unos pocos de ellos violentos, o según los servicios de seguridad, jihadistas encubiertos.
Algunos alemanes sienten como un deber darles la bienvenida, pero la violencia de unos pocos también fogoneó las hostilidades. Según el Ministerio del Interior alemán, hay un promedio de dos ataques diarios contra hogares de asilados.
Las hermanas Mayar y Nawar, que tienen permiso para quedarse tres años, están más occidentalizadas que muchos de sus compatriotas. Visten jeans y decidieron no usar velo. Para el último Eid al-Fitr -festividad por el fin del ayuno de Ramadán- pasaron días preparando tarjetas artesanales para enviárselas a los vecinos del pueblo como muestra de amistad.
Aún así, dice Mayar, "la mayoría de la gente no termina de entender el terror y la situación real que se vive en Siria".
El gobierno recalca que Alemania necesita importar mano de obra. Necesita obreros calificados para el sector autopartista y metalmecánico, de plomería y de software, así como en el área de salud y enfermería.
El problema es que las Ballish no encajan en ese molde. Como alrededor de la mitad de los sirios recientemente llegados a Alemania, recibieron muy buena educación y tienen la esperanza de ir a la universidad, aunque los funcionarios del sistema educativo alemán las alentaron a estudiar algún oficio.
"La peor parte es que la gente cree que somos tontas, refugiados inútiles que no quieren hacer nada", dice Mayar, de 21 años.
En Siria, las hermanas Ballish asistían a la universidad. Mayar estudiaba literatura inglesa y Nawar era una de las mejores alumnas de la carrera de diseño de interiores. La madre también estudiaba literatura francesa en la universidad, y el padre (53 años) trabajaba en el gobierno como profesor de diseño técnico. Las hermanas abandonaron Damasco con su madre y sus hermanos en agosto de 2015. El padre las siguió más tarde, y la familia logró reunirse nuevamente en la Navidad pasada.
El gobierno alemán alojó a la familia en Schillingsfürst, una tranquila localidad con unos 40 refugiados que promedian los 41 años. Los Ballish son los únicos sirios de la ciudad, que tiene 2275 habitantes. La familia recibe un subsidio de 950 euros mensuales, y una vecina alemana les regaló muebles, una laptop y una guitarra.
Las hermanas empezaron a tomar clases de alemán en noviembre de 2015 y practican vóley en un club local. Están impactadas por el grado de libertad que se viven en el país en más de un sentido.
"La gente acá no tiene limitaciones, no hay reglas para la ropa y teñirse el pelo -dice Nawar-. Y eso nos hace pensar si es algo bueno o algo malo." Otros sirios responden más drásticamente ante esa permisividad, pero Mayar cree poder acostumbrarse a convivir con esas libertades, como la homosexualidad.
La prioridad número uno de los Ballish es la educación. Tenían conocidos en Suecia, pero optaron por Alemania con la esperanza de poder darles mejor educación a sus hijos. Mayar quiere enseñar inglés o estudios norteamericanos a nivel universitario. Pero Alemania suele poner mucho énfasis en las tecnicaturas y los oficios. En 2015, apenas un 30% de los alemanes de entre 30 y 34 años tenían algún título universitario, uno de los índices más bajos de Europa. En Suecia, la cifra alcanza el 50%.
El Ministerio de Educación prometió invertir 100 millones de euros hasta 2019 para financiar la educación de los refugiados. Según una vocera, la mayor demanda se concentra en medicina, negocios, matemática, ciencias informáticas y tecnología.
En septiembre, las Ballish ingresaron en un curso de alemán. Recién entonces sintieron que se habían encauzado. "Perdimos mucho en Siria", dice su padre. "Nos quedamos sin país, pero no queremos quedarnos sin futuro."
Traducción de Jaime Arrambide
A. Sawwan y M. Martin
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