La Casa Blanca intenta demostrar que Clinton no es Nixon
WASHINGTON.- La defensa de Bill Clinton, en audiencias de dos días frente a la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, se trazó una meta precisa: demostrar que el actual mandatario no es el ex presidente Richard Nixon y que el escándalo Monica Lewinsky, acaso indefendible desde el punto de vista de las relaciones humanas, ya no políticas, no es, ni por asomo, el caso Watergate.
Son los argumentos que usó ayer y que seguirá usando hoy la defensa para ponerle la tapa, si cuadra, a la investigación del fiscal Kenneth Starr, que, coronada con el aval de los republicanos de Henry Hyde, presidente de la comisión, podría derivar en el juicio político de Clinton. Todo esto a pesar de que las encuestas, según Gallup, CNN y USA Today, reflejen que seis de cada diez personas no vacilan en cambiar de canal cada vez que oigan el apellido Lewinsky.
La defensa de Clinton, rotulada de vigorosa y fáctica, apunta, ante todo, a replicar las evidencias que halló Starr para promover, vía Congreso, el juicio político. Es, en el fondo, la pelea entre dos hombres, uno compenetrado desde hace cuatro años en el negocio inmobiliario Whitewater (realizado por el presidente cuando era el gobernador de Arkansas) y desde enero con el trabajo sucio de revelar cada detalle de su relación con Lewinsky mientras era becaria de la Casa Blanca, el otro procurando defender su vida privada y ejercer su cargo público.
En la comisión, con mayoría republicana (21 a 16), Hyde trata de acelerar los trámites para terminar cuanto antes un proceso que, a contramano del resultado electoral de noviembre, que demostró que la gente disculpó a Clinton, no terminará con el año y promete, al menos hasta febrero, que hay Lewinsky para rato. Si la comisión da vía libre al juicio político, la Cámara en pleno podría tratarlo la semana próxima.
De ahí, si es aprobado, pasaría al Senado. Sólo un cargo contra Clinton sería suficiente para que fuera juzgado, según los líderes de ese ámbito. Y, aunque nadie crea que vaya a suceder, dos tercios de la Cámara decidirían su futuro. La alternativa de la que más se habló últimamente, de modo de evitarlo, sería la moción de censura, una reprimenda en la cual no habría vencedores ni vencidos, pero, al final de cuentas, se habría cumplido con la ley.
El problema radica en que la defensa de Clinton no rebatió hasta ahora las pruebas de Starr y centró su artillería en devolverle las críticas con más críticas. Esto significa que, al margen de la obstrucción de las investigaciones, el perjurio, el abuso de poder y la manipulación de testigos, quiso desacreditar al fiscal, más que centrarse en el motivo de su presencia en el Congreso.
Clinton, mientras tanto, logró zafarse de otro problema que prometía prolongar su ya largo trato con los abogados (profesión que no ejerce) y con la Comisión Judicial: la secretaria de Justicia, Janet Reno, no designará otro fiscal independiente que investigue las presuntas irregularidades que habría cometido en 1996 con su compañero de fórmula, Al Gore, en el financiamiento de la campaña por la reelección.
Jueves de discursos, viernes de eventual decisión, esperan en la comisión, atenta entre ayer y hoy a la declaración de 14 testigos convocados por la defensa de Clinton para intentar echar por tierra los argumentos de Starr.
"El fiscal tuvo cuatro años para investigar al presidente -dijo el representante demócrata John Conyers-. La Casa Blanca tiene ahora dos días. Nadie duda de que la conducta del presidente fue incorrecta, pero creo que los alegatos en contra de él no son sólidos".
Prólogo político, si se quiere, para que el abogado de Clinton en este caso, Gregory Craig, en compañía de colegas, catedráticos y ex congresistas vinculados con Watergate, se despachara con los precedentes históricos y las normas constitucionales que deben regir el proceso, y criticara, incluso, los tramos del testimonio de Lewinsky que no coinciden con el de su cliente.
Sin pruebas
En sus términos, Clinton hizo bien en mostrarse evasivo al principio (negando la relación) y en admitir los hechos después. "Deben juzgar que cruzó la línea, pero, en los hechos, no hay testimonio ni prueba de que el presidente Clinton supiera que estaba cometiendo un error y que mentía en forma intencional -esgrimió el abogado-. No hay lugar para un juicio político."
Craig quiso cambiar la dirección del viento, pero cosechó remolinos. "¿Le mintió a la gente cuando dijo que no había tenido relaciones sexuales con esa mujer?", preguntó el representante republicano Robert Inglis. "El no cree que lo haya hecho -insistió el aboga do. El no cree que haya mentido".
Inglis sólo repuso con tono irónico: "Es asombroso".
Aburridos
WASHINGTON (AFP).- Seis de los principales involucrados en el escándalo Lewinsky fueron nombrados entre las diez personalidades más aburridas del año por el Instituto del Aburrimiento (The Boring Institute).
El "instituto", con sede en Nueva Jersey, puso al presidente Bill Clinton al tope de la lista de los diez destacados por haber pronunciado "el más corto y el peor discurso en la historia de la presidencia", en referencia a su mensaje televisivo del 17 de agosto último, cuando admitió haber tenido una relación adúltera.
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