El análisis. La Casa Blanca perdió la paciencia
Charles Babington Agencia AP
WASHINGTON.- El presidente Barack Obama está tratando al sector automotriz con mayor severidad que la que demostró cuando aprobó el rescate de los bancos y las aseguradoras.
Su ultimátum a GM y Chrysler implica un paso más en la marcha
del país hacia la inexplorada regulación estatal de la industria, y podría dejar una marca permanente en su presidencia, para mal o para bien, como le sucedió a Ronald Reagan con los controladores aéreos y a Harry Truman con los obreros metalúrgicos.
Tal vez para este momento los estadounidenses hayan comprendido que el gobierno está desempeñando un papel mucho mayor que el usual en el funcionamiento de las grandes corporaciones, incluyendo los bancos, las compañías de seguros y las empresas automotrices que reciben miles de millones de dólares de ayuda. Sin embargo, el mensaje no termina de ser absorbido por muchos sindicatos minoritarios y, más notoriamente, por los ejecutivos que aceptaron enormes bonificaciones o contrataron jets para asistir a las audiencias parlamentarias en las que procuraron conseguir el dinero necesario para mantener a sus empresas a flote.
El gobierno de Obama, quizá reflejando el sentimiento público en casi todo el país, salvo en Michigan, parece estar perdiendo la paciencia con la industria automotriz.
El CEO de GM, Richard Wagoner, debe irse, dijo el gobierno. Los trabajadores deben hacer concesiones y Chrysler debe procurar una fusión con la empresa automotriz italiana Fiat para que se considere la posibilidad de un mayor auxilio por parte del gobierno.
Obama ayer fue más allá, al aceptar una posible quiebra a corto plazo con una posterior reorganización de las dos automotrices (Ford no está involucrada), una idea que había rechazado como presidente electo en noviembre. "Sé que la gente recibe con inquietud la palabra «quiebra»", dijo el presidente en la Casa Blanca.
Sin dudas. Pero muchos otros acontecimientos, incluyendo la suba del desempleo y la caída en el ahorro, han inquietado mucho más a los estadounidenses.
Las automotrices son responsables de muchos de sus propios problemas, al resistir los cambios que podrían haberlas hecho mucho más eficientes y competitivas. Pero también padecen el recién descubierto resentimiento de los estadounidenses por el rescate de las grandes empresas, y les juega en contra la percepción pública de la que la otrora poderosa industria automotriz es menos vital que el sector financiero para el bienestar de la nación.
"El sector bancario es mucho más importante ahora para la economía", dijo Nariman Behravesh, economista jefe de IHS Global Insight. El público, agregó, "está sufriendo hartazgo por los rescates".
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