La chispa que puede llevar la inestabilidad a un estallido regional
TÚNEZ.- La decisión de Donald Trump de asesinar al general Qassem Soleimani, el principal líder militar del régimen iraní, sorprendió a propios y extraños, y sumió a todo Medio Oriente en un estado de estupefacción y preocupación.
A diferencia de Osama ben Laden o Abu Bakr al-Baghdadi, también considerados terroristas por Washington, Soleimani no se escondía en una guarida remota, sino que era recibido abiertamente por mandatarios de toda la región. Se creía impune a la ira estadounidense. Su muerte puede desencadenar una escalada de violencia entre Teherán y Washington, dos enemigos acérrimos que libran una pulseada desde hace más de 40 años por liderar Medio Oriente. Pero nunca antes la Casa Blanca se había atrevido a golpear tan fuerte.
La tensión entre ambos países ha crecido desde que Trump decidiera hace un año y medio romper el acuerdo nuclear firmado entre las grandes potencias mundiales y Teherán. Desde entonces, la presión norteamericana al régimen de los ayatollahs se acentuó con la intensificación de las sanciones económicas, lo que ubicó las finanzas del país en una situación delicada.
La respuesta de Irán fue acelerar su programa nuclear y realizar algunos ataques contra intereses norteamericanos, como el lanzado hace pocos días contra una base de Estados Unidos en Kirkuk, en el norte de Irak, que dejó a un contratista estadounidense muerto.
Aunque Trump ya advirtió de severas represalias, el guía supremo iraní, Ali Khamenei, respondió desafiante en un mensaje en Twitter: "No puedes hacer nada". Teherán fue demasiado lejos en sus provocaciones a un presidente norteamericano temperamental y bravucón al que, además, le viene de maravilla una confrontación exterior para desviar la atención de su proceso de impeachment. Ahora es Trump quien presume en Twitter y Khamenei quien clama venganza: "Su marcha hacia Dios no pone fin a su camino o su misión, pero una poderosa venganza aguarda a los criminales que tienen su sangre".
Ahora bien: los pronósticos de una Tercera Guerra Mundial que circulan en las redes sociales son precipitados. No está nada claro que Khamenei quiera provocar un guerra total contra Estados Unidos que podría perfectamente llevar a la caída de su régimen. Teherán tiene la capacidad de infligir un doloroso daño a Washington y a sus aliados en una guerra asimétrica en diversos escenarios de la región a la vez. "Como es habitual, Khamenei debe calibrar cuidadosamente su reacción. Si es débil, se arriesga a perder su reputación; si es excesiva, se arriesga a perder su cabeza", escribió en Twitter el analista Karim Sadjadpour.
Durante las últimas dos décadas, Soleimani desempeñó un papel en la extensión de los tentáculos del régimen iraní por toda la región. Teherán cuenta hoy con una legión de milicias aliadas por numerosos países de Medio Oriente creadas aplicando el molde del grupo libanés Hezbollah: el palestino Hamas; los hutíes, en Yemen; las llamadas Fuerzas de Movilización Popular, en Irak; diversas facciones en Siria, y otras. Lo más probable es que la respuesta iraní a Trump llegue en estos escenarios. Quizás, el blanco más fácil sean los 5000 soldados estadounidenses que se encuentran desplegados en Irak.
Alternativas
Otra opción sobre la mesa de Khamenei es cerrar el tráfico marítimo en el Estrecho de Ormuz, por cuyas aguas se calcula que circula un tercio del gas natural y un 25% del petróleo consumidos en el mundo. Una interrupción del flujo de combustible provocaría una crisis económica internacional y dispararía el precio del crudo en los mercados internacionales.
Obviamente, Trump no lo permitiría y enviaría la poderosa Marina estadounidense al Golfo Pérsico, lo que abriría la puerta a una probable guerra abierta entre ambos países. Por eso, es improbable que Irán opte por sellar el Estrecho. Más factible es el acoso contra algunas embarcaciones de determinadas nacionalidades, como ya sucedió meses atrás.
Mientras Trump y Khamenei juegan al ajedrez, un Medio Oriente aún más convulsionado de lo habitual contiene la respiración. Los tambores de guerra entre Washington y Teherán suenan al mismo tiempo que el Líbano e Irak están sin gobierno y sacudidos por unas tenaces protestas populares; Yemen y Siria todavía padecen una guerra civil; Tierra Santa continúa convertida en un volcán durmiente y sin visos de proceso de paz, y Libia experimenta una escalada militar a causa de las ingerencias extranjeras.
Son tantos los conflictos y los posibles escenarios que lo mínimo que se puede decir de la apuesta de Trump es que sus consecuencias son impredecibles.
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