La condena a Lula abre un espacio para la irrupción de un candidato de centro en Brasil
RÍO DE JANEIRO.- Es tiempo de barajar y dar de nuevo en la campaña electoral brasileña. La ratificación de la condena por corrupción contra el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva dejó virtualmente fuera de la contienda de octubre al hasta ahora candidato favorito según las encuestas, y abrió la oportunidad para que el centro político defina quién puede tener mayores chances de vencer en un escenario de creciente polarización entre la izquierda y la derecha.
A Lula, del Partido de los Trabajadores (PT), aún le quedan varios recursos jurídicos por delante para evitar ir a prisión y poder registrar su nombre ante el Tribunal Superior Electoral (TSE), pero como ya dejó ver la agrupación esta última semana, la estrategia es insistir con la candidatura de su máximo líder hasta el final y alegar que se trata de una persecución política. Entremedio, la idea de los petistas y sus aliados de sindicatos y movimientos sociales es presionar con peligrosas tácticas de desobediencia civil y medidas de fuerza como huelgas generales.
El riesgo de la radicalización anunciada es que aleje a muchos brasileños de Lula, que antes de que el miércoles pasado el Tribunal Regional Federal en Porto Alegre confirmara la sentencia en su contra, tenía un 36% de intenciones de voto de acuerdo a los últimos sondeos. El exmandatario fue condenado a 12 años y un mes de cárcel por haber recibido un soborno en forma de departamento de la constructora OAS a cambio garantizar a la compañía contratos con Petrobras durante su gobierno (2003-2010).
Hasta fin del año pasado, las encuestas ubicaban en segundo lugar, con 18% de las preferencias, al diputado ultranacionalista Jair Bolsonaro, un exmilitar recientemente mudado al pequeño Partido Social Liberal (PSL). Famoso por su chocante defensa de la dictadura (1964-1985) y de su postura de mano dura frente al crimen, así como por sus polémicas declaraciones contra mujeres, negros, indígenas y gays, Bolsonaro fue el primero en celebrar el resultado de la apelación de Lula en las redes sociales, territorio que más domina.
"Es un día histórico en el que nos distanciamos del comunismo. Ellos seguirán martillando, victimizándose, como hicieron en el período militar, cuando hacían cualquier barbaridad", dijo sobre los militantes de izquierda quien se presentaba como la alternativa salvadora de Brasil, casi en una misión bíblica.
Ahora, la incógnita es si, ante la desaparición del "diablo" tiene sentido seguir apostando por este "Dios" redentor. Es aquí que las fuerzas de centro entran a jugar un rol fundamental de cara a las elecciones.
Posibilidades
"Un candidato más moderado, que apele tanto a sectores de la centroizquierda como de la centroderecha tiene mayores posibilidades de romper con la polarización que se ha creado y superar el fuerte rechazo que generan Lula y Bolsonaro en sus adversarios", resaltó a LA NACION Claudio Couto, profesor de Ciencias Políticas de la Fundación Getulio Vargas (FGV), en San Pablo.
El nombre más obvio es el del gobernador del estado de San Pablo, Geraldo Alckmin, prácticamente ya candidato presidencial del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), de Fernando Henrique Cardoso. No solo cuenta con sólidos antecedentes políticos -fue candidato presidencial socialdemócrata en 2006, derrotado por Lula- y vasta experiencia en gobernar el estado más populoso y rico del país, sino que también tiene detrás una fuerte estructura partidaria en todo Brasil, con numerosos gobernadores y alcaldes que le servirían de apoyos electorales durante la campaña. Sin embargo, hasta ahora, Alckmin apenas arañaba un 7% de las intenciones de voto en las encuestas.
"Los sondeos de la precampaña nunca son los que finalmente se mantienen en el resultado final", advirtió Thiago Aragão, director de estrategia de la consultora política Arko, en Brasilia. "Para que Alckmin pueda crecer necesita ampliar su red de alianzas. Solo con el PSDB le será muy difícil", apuntó.
La otra precandidata de centro-izquierda que ya se lanzó al ruedo es la ecologista Marina Silva, de la Red Sustentabilidad (Rede), exministra de Medio Ambiente de Lula. Hoy goza de un respaldo en las encuestas del 10% y en las elecciones de 2010 y de 2014 obtuvo considerables caudales de votos, con alrededor del 20%, aunque en ambas ocasiones quedó tercera detrás de los candidatos del PT (Dilma Rousseff) y del PSDB (José Serra primero, Aécio Neves después).
"Aunque Marina sería una de las candidatas que más podría capitalizar una hipotética salida de Lula, su problema es que está con un partido pequeño, sin estructura de apoyo en alcaldes, y enfrenta un problema de imagen: es vista como alguien ambivalente, que en los últimos tiempos estuvo apartada del debate político", señaló Thomaz Favaro, analista en jefe para Brasil de la consultora Control Risks.
El otro político que podría beneficiarse con la ausencia de Lula sería el exgobernador de Ceará Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT), exministro de Integración Nacional de Lula. Las encuestas le otorgan un 7% de intención de voto y es hacia él donde naturalmente tenderían los electores de izquierda, pero el propio Gomes ya puso varios frenos a la posibilidad de aliarse con el PT o con otras fuerzas de izquierda.
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