La "filhocracia" le provoca dolores de cabeza a Bolsonaro
La intromisión de los hijos del presidente en los asuntos del Estado es una fuente de escándalos
RÍO DE JANEIRO.- Los agitados primeros meses de gobierno de Jair Bolsonaro han estado marcados por escándalos y conflictos internos amplificados por el infatigable uso de las redes sociales por parte del presidente y de sus propios hijos políticos, cada vez más inmiscuidos en asuntos de Estado. Tanto que la prensa y los analistas brasileños ya hablan de una "filhocracia".
El más reciente revuelo montado por la dinastía Bolsonaro fue el obsceno video que el mandatario divulgó en Twitter al final del Carnaval, en el que se veía a un hombre orinar sobre otro que bailaba en medio de una comparsa. Según la revista Veja, fue su hijo Carlos Bolsonaro, de 36 años y concejal en Río, quien incentivó al presidente a difundir la grabación, con el objetivo de criticar los desbordes carnavalescos, atacar a la comunidad homosexual y atizar a su base de apoyo conservadora y religiosa. Ante la lluvia de críticas, el primero que salió a defender al mandatario fue otro de sus hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro, de 34 años, que en las redes sociales afirmó que "lo que se quiere es desgastar al presidente para derribarlo". En realidad, el precoz desgaste del gobierno comenzó desde el propio clan Bolsonaro.
En diciembre, la prensa reveló que uno de los asesores del hijo mayor del presidente, Flavio Bolsonaro -de 37 años, entonces diputado estatal de Río, y ahora senador nacional-, de nombre Fabricio Queiroz, había hecho millonarias transacciones sospechosas, en efectivo, que no se condecían ni con su salario ni con su patrimonio. Las investigaciones apuntaron luego que el propio Flavio -apodado "01" por su padre por ser el primogénito- también había hecho sugerentes transferencias, y no solo eso: en su gabinete, por indicación de Queiroz, había contratado a la esposa y a la madre de un expolicía devenido líder de una milicia paramilitar, Adriano Magalhães da Nobrega, prófugo, y al que el diputado había homenajeado en la Asamblea Legislativa. Hasta el momento, Flavio Bolsonaro no dio una explicación convincente e intentó protegerse a través de su fuero privilegiado.
El siguiente escándalo, la primera gran crisis política de la nueva administración, la protagonizó Carlos Bolsonaro, cuando el mes pasado, en Twitter, calificó de "mentiroso" al secretario general de la Presidencia, Gustavo Bebianno, y llevó al despido del ministro. Bebianno, que fue presidente del oficialista Partido Social Liberal (PSL) el año pasado, estaba bajo la lupa de la prensa luego de que se reveló que la agrupación había desviado fondos públicos electorales hacia "candidatos-fachada" que luego no hicieron campaña ni obtuvieron votos. El ministro había intentado calmar las sospechas sobre él al asegurar a los periodistas que había hablado sobre el tema con el presidente y que no había problemas, pero fue refutado por Carlos Bolsonaro, familiarmente conocido como el "pitbull" por el mandatario. Fue entonces que el diario Estado de S. Paulo llamó la atención sobre la riesgosa "filhocracia" ("hijocracia") en el Palacio del Planalto.
Ya Eduardo Bolsonaro, que acompañó a su padre en su viaje al Foro Económico Mundial en Davos, generó furiosas peleas en las redes con otros diputados del PSL, que debilitaron a la bancada oficialista. Y después, cuando la Justicia autorizó a Luiz Inacio Lula da Silva a salir de prisión, escoltado, para acudir al funeral de su nieto Arthur, el diputado suscitó una ola de rechazo por sus comentarios críticos hacia el exmandatario en Twitter. Lo llamó "ratero" que buscaba dar lástima. También intervino cuando el ministro de Justicia, Sergio Moro, indicó como miembro del Consejo Nacional de Política Criminal y Penitenciaria a una renombrada experta que era vista como "de izquierda" por las huestes derechistas de Bolsonaro; la presión obligó a Moro recular en su designación.
"Hay una peligrosa conjunción entre lo que es público y privado. El presidente sigue comportándose como si estuviera en la campaña, y escucha a sus hijos como principales asesores aunque no tienen cargos oficiales en el gobierno, sin comprender las responsabilidades de estar al frente de la República", advirtió a LA NACION Luciana Tatagiba, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Campinas.
La influencia que tienen los hijos de Bolsonaro sobre el presidente solo es comparable a la que ejercía Alzira Vargas sobre su padre, Getulio Vargas, en su primer gobierno (1930-1945), aunque ella sí ejercía funciones formales, como jefa del Gabinete Civil.
"Por un lado, la injerencia de los hijos de Bolsonaro en asuntos del Estado demuestra la falta de preparación del presidente para ejercer el cargo. Por otro, llevó a que los militares de reserva que integran el gabinete, que tienen una noción clara de las responsabilidades de un mandatario, actúen cada vez más para apagar los incendios que generan estos 'niños problemáticos'", destacó Antonio José Barbosa, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Brasilia.
Así, tanto el vicepresidente, Hamilton Mourão, como el ministro-jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, Augusto Heleno, se convirtieron en tutores o monitores del presidente, para evitar que, impulsado por sus hijos, diga o haga demasiadas cosas inadecuadas. Como se nota en los constantes pasos en falso en la estrategia de comunicación del Planalto, la tarea de estos veteranos generales no es fácil. Y en poco tiempo en el poder, aumentaron considerablemente los roces entre el clan familiar y el núcleo militar del gobierno; tanto hasta volverlos casi enemigos.
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