La guerra religiosa en Estados Unidos
MIAMI.- Inesperadamente, la religión se ha convertido en el principal punto de debate en la lucha entre George W. Bush y John McCain por la nominación presidencial del Partido Republicano.
Podría parecer una muestra de extravagancia en un país que lo tiene casi todo, pero en realidad es precisamente lo opuesto: una prueba del vacío de ideas y de temas que acompaña la primera contienda electoral norteamericana del nuevo milenio.
El primer indicio de que la campaña se proponía enrolar la ayuda del cielo se produjo durante los debates presidenciales en Iowa. Cuando un periodista le preguntó a Bush cuál era el filósofo que más lo había influido, éste respondió "Jesús", y cuando el sorprendido periodista quiso saber qué aspecto de Jesús era el que lo había iluminado, Bush contestó: "Sus libros".
Muchos sospecharon entonces que había elegido a Jesús porque no podía recordar a ningún otro, pero el hecho fue que, a partir de entonces, Bush comenzó a mimetizarse más y más con la derecha cristiana, una denominación que describe al movimiento de iglesias fundamentalistas aglutinadas en torno de la Coalición Cristiana del reverendo Pat Robertson y la Mayoría Moral, del reverendo Jerry Falwell.
Primeras escaramuzas
Precisamente porque abreva en el fervor incondicional de sus fieles, la derecha cristiana constituye un poderoso grupo de interés que ningún candidato se permite desoír, aunque una excesiva identificación con sus postulados entraña siempre el peligro de marginar a los votantes menos ortodoxos, que es lo que muchos republicanos temen que ha sucedido con Bush.
El tema escaló la semana pasada, cuando Bush visitó la universidad baptista Bob Jones, una institución que no se destaca precisamente por su ecumenismo. Además de prohibir los matrimonios interraciales, su liderazgo no vacila en definir al catolicismo como "una falsificación pagana de la religión cristiana".
McCain no dejó pasar la oportunidad y arremetió contra su rival, acusándolo de avivar con su visita los sentimientos anticatólicos y el escándalo forzó a Bush a disculparse y citar a su hermano Jeb, que es católico, como prueba de que la tolerancia impera en la familia.
Advirtiendo el flanco que el episodio de Bob Jones había descubierto, los aliados de Bush se aglutinaron en su defensa.
El reverendo Pat Robertson comenzó a difundir mensajes telefónicos denunciando que el jefe de la campaña de McCain era "un vicioso fanático, que ha escrito que los cristianos conservadores en la política son antiabortistas recalcitrantes, homofóbicos y potenciales censores".
El aludido es Warren Rudman y muchos sospechan que a la aversión de Robertson no es ajeno el hecho de que Rudman sea judío.
Otra vuelta de tuerca
Advirtiendo un clima propicio, McCain decidió darle una vuelta más a la tuerca y acusó a Robertson y a Falwell de "agentes de intolerancia", comparándolos con los dirigentes extremistas negros Louis Farrakhan y el reverendo Al Sharpton, y denunció la "maligna influencia" que ambos ejercían sobre el Partido Republicano.
La bomba detonó, pero no exactamente como McCain lo había previsto. El coraje, después de todo, bordea frecuentemente con la inconsciencia.
Gran parte de lo que McCain había ganado en los últimos días se perdió en cuestión de horas porque mucha gente consideró que su ataque a los líderes de la derecha cristiana era menos un acto de arrojo que de oportunismo.
Tal vez el traspié de McCain no haya hecho otra cosa que acelerar lo que muchos consideran inevitable: el fin de sus esperanzas políticas, este martes, cuando la mitad de los delegados necesarios para ganar las primarias son elegidos en algunos de los principales Estados de la nación.
Si la exacerbación del enfrentamiento con la derecha cristiana tenía el propósito de polarizar al electorado, forzando una definición, es probable que McCain lo haya logrado, aunque no necesariamente en su beneficio.
Pero su mensaje no debe descartarse como mera especulación. Desde los tiempos de Ronald Reagan, la derecha cristiana ha venido ejerciendo una influencia política que muchos republicanos y hasta cristianos evangelistas resienten, hasta el punto de convertirse en un factor condicionante de toda posible candidatura.
Al sacudir el árbol, McCain ha forzado la caída de los frutos, aunque quizás él nunca llegue a probarlos.
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