La hora cero de un gobierno que aún no termina de arrancar
De confirmarse la tendencia, como todo parece indicar, la consulta popular que organizó el presidente Lenin Moreno para librarse de una vez y para siempre de su viejo aliado habrá cumplido su cometido. Correa morderá el polvo y ya no podrá acceder a otra chance por la presidencia. Sus leales en la administración también serán marginados de los cargos que ocupan o intentarán acomodarse al nuevo clima de época, para garantizar su propia supervivencia.
Todo esto no es un decir. Lo expresó el mismo Correa cuando advirtió, durante la campaña, que la pregunta para eliminar la norma que permite la reelección indefinida tenía nombre y apellido. Por eso volvió desde Bélgica, donde quería quedarse durante el mandato de Moreno y ensayar un regreso triunfal en 2021.
Así como estaba, sin pensarlo dos veces, salió disparado de Bruselas para encabezar la campaña por el no. Quería dedicarse por unos años a la familia y a la academia. Pero volvió tan rápido que se olvidó que estaba inscripto para votar allá, en el consulado ecuatoriano en Bélgica, y no pudo hacerlo en Ecuador. Se quedó sin votarse a sí mismo. Entretanto, nadie puede dudar de que le puso ganas: recorrió el país en caravana, lideró manifestaciones, se prodigó en entrevistas. Incluso sufrió escraches de adversarios inadaptados.
Pero el referéndum no solo deja en el tintero una tercera presidencia de Correa. También, y quizás igual de importante, la consulta marca la hora cero del gobierno de Moreno, que asumió como delfín de Correa y le dio la espalda para no volver a mirar atrás.
Al poco tiempo de recibir la banda y el bastón de quien fue su mentor, denunció un reino de corrupción y despilfarro, de intolerancia y ciega voluntad de poder. La opinión pública le dio la razón y, con ello, su respaldo. Mientras los recuerdos de los logros de Correa se evaporaban como nieve al sol, la esperanza en la capacidad de Moreno subía como la marea. Sin embargo, hay coincidencia en que Moreno no elaboró un proyecto propio, un modelo de reemplazo del formato de poder de Correa, y que eso le puede pasar factura.
Queda por ver entonces si el crédito no comienza a disiparse, a “bajar como la espuma”, como dijo Correa cuando todavía confiaba en torcer su suerte y descontar la desventaja en las encuestas.
“No se sabe cuál es el proyecto político de Lenín Moreno, además de alejarse de Correa y de tratar de quitar ese fantasma. Su agenda inicial fue el proyecto heredado de Correa. Después cambió y elaboró una segunda agenda con la convocatoria a la consulta popular”, dijo a LA NACION el politólogo Farith Simón, de la Universidad San Francisco de Quito.
“Pero todavía no se vio un proyecto de país propuesto por Moreno. Tenemos una serie de ideas, un alejarse del pasado, de fortalecer las instituciones, pero no nos ha dicho qué es lo que quiere del país”, agregó Simón.
Moreno ganó las elecciones presidenciales de abril de 2017 por un margen muy estrecho contra el candidato conservador Guillermo Lasso, que, dicho sea de paso, lo acompañó en este pulso contra Correa, el enemigo común. Ahora cada cual tomará caminos separados, tras un matrimonio de conveniencia que les sirvió a los dos.
De cara a la ciudadanía y a los actores de poder, será la hora de comenzar a responder a la confianza que depositaron en él en estos meses de enfrentamiento con su antiguo socio.
“El sector empresarial, los analistas económicos e incluso la oposición formal han tenido hasta ahora paciencia con Moreno porque sabían que el principal objetivo para el país era empezar a recuperar la institucionalidad que se perdió durante los diez años de gobierno de Correa”, dijo a LA NACION el economista y periodista José Hidalgo Pallares, director de la consultora Cordes.
Ahora que pasó el referéndum, agregó, empieza la etapa más difícil para Moreno, “porque la oposición política empezará a actuar como tal y los empresarios y analistas empezarán a demandar cambios en el manejo de la economía”. La etapa de dejar de denunciar y comenzar a gobernar.
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