La Iglesia Ortodoxa se parte y agrava la crisis entre Rusia y Ucrania
El patriarcado ruso rompió relaciones con el de Constantinopla por favorecer a Kiev
MOSCÚ.- La Iglesia Ortodoxa rusa decidió ayer romper relaciones con el Patriarcado de Constantinopla en torno de una disputa por la independencia de la Iglesia Ortodoxa en Ucrania, una decisión que además encierra graves consecuencias políticas que involucran al Kremlin.
El anuncio profundiza la amenaza de un cisma entre los principales actores del cristianismo ortodoxo que comenzó a avizorarse en una conferencia de obispos celebrada la semana pasada en Kiev, Bielorrusia.
El liderazgo ortodoxo ruso declaró que ya no es posible una asociación con Constantinopla, sede de la Iglesia Ortodoxa, en la actual Estambul, informaron las agencias de noticias rusas tras un encuentro de autoridades religiosas en Minsk.
El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, revocó el jueves pasado un mandato de 332 años de antigüedad al ubicar a Ucrania bajo el Patriarcado de Moscú, un paso previo para que la Iglesia ucraniana obtenga su independencia.
La Iglesia Ortodoxa rusa es la iglesia nacional más grande y por siglos consideró a Ucrania parte de su región. Moscú no reconocerá las decisiones de Constantinopla, dijo el metropolitano Hilarión tras el encuentro en Minsk, y acusó a Bartolomé I de querer dividir la Iglesia.
Los líderes en Ucrania quieren eliminar la influencia de la Iglesia rusa por considerarla hostil a Kiev. El Kremlin había expresado su preocupación previamente sobre una posible escisión, y sostuvo que Rusia protegerá los intereses de los ortodoxos en Ucrania.
La decisión de Bartolomé la semana pasada había desatado la furia del gobierno de Vladimir Putin.
"Es una provocación organizada por el patriarca de Constantinopla con el apoyo de Washington", había acusado el canciller ruso, Sergei Lavrov. Diferente fue la reacción del presidente ucraniano, Petro Poroshenko, que saludó la decisión de Constantinopla como "el fin de la ilusión imperialista" de Moscú y podría ahora ganar preciosos "puntos de popularidad" para las elecciones presidenciales de marzo.
El viernes por la noche, Putin había discutido esta espinosa cuestión con su Consejo de Seguridad. El jueves, en Estambul, el Santo Sínodo del Patriarcado de Constantinopla -cuyo líder, Bartolomé, es considerado el primero entre iguales entre los patriarcas ortodoxos-, además de reconocer el derecho de Kiev a una Iglesia propia, autónoma de la rusa, canceló las excomuniones al patriarca Filarete y al metropolitano Makariy, al frente de dos iglesias ucranianas prooccidentales que no aceptan la autoridad de Moscú. Estas dos iglesias deberían unirse, dando vida a la nueva entidad reconocida por Constantinopla.
El patriarca de Moscú, Kirill, fiel aliado de Putin, es de hecho la figura de referencia para la mitad de los 300 millones de creyentes ortodoxos del mundo.
La nueva división aumenta el temor a nuevos actos de violencia en Ucrania, donde la Iglesia de Moscú administra lugares sagrados de importancia, como el antiguo monasterio de Pecerska Lavram con sus cúpulas doradas.
El Kremlin dijo que está dispuesto a "defender los intereses de los ortodoxos" en Ucrania así como defiende "los derechos de los rusos y de los rusohablantes". Y lo hará con "instrumentos políticos y diplomáticos", una velada amenaza que insufla tensión a las relaciones entre Moscú y Kiev, ya alteradas por la anexión rusa de Crimea y por el conflicto en Donbass.
Agencias DPA y ANSA
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