La intervención, un ejemplo de manual del método Obama
Barack Obama es el comandante en jefe del ejército más poderoso de la historia. También es un líder que, desde que llegó al poder, se ha esforzado, a veces de manera agónica, en delimitar los límites del poder de su país. La última intervención aérea en Irak es un ejemplo de manual del método Obama.
El trauma por la fallida invasión en Irak en 2003, cuando George W. Bush era presidente, pervive en Estados Unidos. Pocas cosas temía tanto Obama, que retiró las tropas de la Mesopotamia, como ver repetidos en un mismo titular las palabras "Estados Unidos", "bombas" e "Irak".
Pero la nueva misión, que empezó el viernes, tiene poco que ver con la anterior. Con el republicano Bush, todo era posible: encontrar armas de destrucción masiva, cambiar de régimen, democratizar Medio Oriente. Con el demócrata Obama ocurre lo contrario: la misión se define por sus límites y por lo que no es posible.
Las primeras críticas del Partido Republicano llegan por este flanco: la primera potencia mundial no debe renunciar a todas sus capacidades si quiere apagar el incendio en Irak y los países vecinos.
Primer límite de Obama en Irak: Estados Unidos no enviará tropas terrestres. Segundo: el objetivo inmediato se circunscribe a evitar la toma de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, por los jihadistas y a impedir la matanza de la minoría yazirí. Y tercero: cualquier estrategia más amplia que busque ya no contener sino derrotar al Estado Islámico (EI) requiere el liderazgo de los líderes iraquíes, ahora divididos e incapaces de frenar solos la insurgencia (ver aparte).
En una carta al Congreso, Obama comunicó, de acuerdo con la resolución de poderes de guerra, que las operaciones militares serían "limitadas en su alcance y duración". Pero el sábado, antes de irse de vacaciones, Obama dijo que la operación no sería una cuestión de semanas, sino un "proyecto a largo plazo".
El jurista Jack Goldsmith, que trabajó con Bush, señala en el blog Lawfare otra posible incoherencia. En septiembre de 2013, cuando se aprestaba a lanzar contra Siria una intervención aérea también "limitada en su alcance y duración", Obama pidió un voto al Congreso. Esta vez no lo ha pedido, aunque es cierto que, al contrario que en Siria, cuenta con el permiso de Bagdad para intervenir.
La principal incoherencia podría parecer el regreso a Irak pese a prometer pasar página en este país. Pero la operación, tal como se ha desarrollado en los primeros días, pone práctica de manera fiel las ideas que Obama ha desgranado a lo largo de más de una década, desde antes de llegar a la Casa Blanca, en enero de 2009.
Obama nunca fue un pacifista. "No me opongo a todas las guerras. Me opongo a las guerras tontas", dijo en una concentración contra la invasión de Irak el 2 de octubre de 2002.
"El mal existe en el mundo. Un movimiento no violento no habría podido detener a los ejércitos de Hitler. Las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al-Qaeda de que depongan las armas", dijo el 10 de diciembre de 2009, al recibir el Premio Nobel de la Paz, en un discurso que fue una defensa de la guerra justa. "Parte de nuestro desafío es reconciliar dos verdades aparentemente irreconciliables: que la guerra a veces es necesaria y que la guerra, a un cierto nivel, es una expresión de la locura humana."
En la academia militar de West Point, en mayo, Obama precisó las condiciones en las que su país puede intervenir militarmente en otro. "Estados Unidos usará la fuerza, si es necesario unilateralmente, cuando nuestros intereses fundamentales lo requieran: cuando nuestra gente esté amenazada, cuando nuestros medios de vida estén en juego, cuando la seguridad de nuestros aliados esté en peligro", dijo. Esta condición justificaría los bombardeos para proteger a los diplomáticos y militares norteamericanos destacados en Erbil.
En West Point, el presidente distinguió estas operaciones -destinadas a defender el interés nacional norteamericano- de otras en defensa de los derechos humanos o de la estabilidad global. En estos casos, dijo, "el umbral para la acción militar debe ser más alto" y Estados Unidos "no debería ir sólo", sino "movilizar a aliados y socios en una acción colectiva". Así se explica por qué Obama no quiere encabezar la lucha para derrotar al EI.
"Esto se está convirtiendo, tal como hemos anticipado durante tiempo, en un conflicto regional que amenaza la seguridad de los Estados Unidos", dijo el senador republicano John McCain en la cadena CNN.
El de Obama no es un mundo de blancos y negros, sino de matices y claroscuros, de argumentos alambicados más propios de un hombre en permanente debate consigo mismo y del jurista que el presidente es por formación que de un líder decidido y abanderado de la "claridad moral" -por usar una palabra frecuente en los años posteriores al 11-S- como lo fue George W. Bush.
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