Opinión. La melancolía de las ilusiones rotas
WASHINGTON.-El escenario y las gradas están listos. Los banderines también. Pero en la víspera de la reasunción de Obama, el ánimo en Washington es más melancólico que celebratorio, incluso para los que anhelaban su reelección.
Del entusiasmo de 2008 a la frustración de 2012: la reasunción del presidente marca el triunfo de la experiencia sobre la esperanza.
Tal vez la desilusión sea inevitable. La segunda vez nunca es tan excitante. Un presidente reelecto llega con una mochila de gobierno que juega en contra de las encendidas palabras de su discurso inaugural.
Este año, la brecha entre entusiasmo y decepción es muy grande. Y no porque el primer mandato de Obama haya sido un fracaso. El presidente se convirtió en el primer demócrata, desde Franklin D. Roosevelt, que fue elegido dos veces con la mayoría del voto popular. Su índice de aprobación está siete puntos por encima del que fue su promedio en el primer mandato.
¿A qué se debe que los ánimos estén tan apagados? Hace cuatro años, los demócratas sentían el enorme alivio de sacarse de encima los ocho años de George W. Bush. Se debe a la gran inspiración que fue la elección de un presidente negro. Y a que las expectativas eran desmedidas, al igual que la esperanza de que las cosas en Washington cambiarían.
Apenas unas semanas más tarde, después de que el plan de estímulo a la economía fuese aprobado por la Cámara baja sin un voto republicano, a Obama le preguntaron si había subestimado las dificultades para cambiar las cosas en Washington.
"No creo haberlo subestimado", respondió. "Va a llevar tiempo romper con algunos malos hábitos."
Y citó una serie de "medidas de apertura" hacia los republicanos: el nombramiento de tres de ellos en su gabinete, y una invitación a la Casa Blanca para sumarlos al debate sobre el paquete de estímulo económico. Qué ingenuo parece todo en retrospectiva. ¿Qué salió mal? En parte, la culpa es de Obama. Más allá de esos primeros gestos de acercamiento, fue un presidente distante. Hasta fracasó en el armado de relaciones con sus correligionarios.
Pero hay algo más. A Obama lo animaba una visión trascendente de la política que demostró no ser realista. Los compromisos de cambiar el funcionamiento de Washington suelen terminar en el basurero de la historia. La ferocidad de los republicanos, por otro lado, también fue sorprendente.
Para los republicanos más moderados, no haber recapturado la Casa Blanca en 2012 puede haber tenido el efecto de un correctivo. Pero está por verse si el resto es permeable a la cordura. Todo indica que no, si se piensa en cómo se rasgan las vestiduras por la deuda pública.
Las asunciones son el clímax de la democracia, pero ésta ocurre en un momento en que nuestra democracia se muestra incapaz de solucionar los graves problemas que enfrenta el país. Han pasado cuatro largos años. Mucho me temo que los próximos nos parecerán todavía más largos.
Traducción de Jaime Arrambide.
Ruth Marcus
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