La muerte de una chica por difteria expone la grave crisis sanitaria
De 9 años, tuvo un diagnóstico fallido; en el hospital faltó penicilina para asistirla
PARIAGUÁN, Venezuela.– Un viernes del mes pasado, a Eliannys Vivas, de 9 años, le empezó a doler la garganta en la lánguida localidad venezolana de Pariaguán, al este del país.
Con el pasar de las horas el dolor empeoró y cinco días más tarde Eliannys falleció, probablemente víctima de la difteria, una infección bacteriana grave y mortal en hasta 10 de cada 100 casos y particularmente letal para los chicos.
Décadas atrás, la difteria era una de las principales causas globales de muerte infantil, pero cada vez es menos letal debido a las vacunas y los avances médicos. Pero en una Venezuela que sufre una grave escasez de medicinas y vacunas, la muerte de Eliannys, y un estallido más amplio de la enfermedad en el resto del país, muestran cuán vulnerable es la nación petrolera a los riesgos sanitarios.
La historia de Eliannys también es una de diagnósticos equivocados y desinformación, empeorada por el secretismo del gobierno alrededor de la enfermedad: su familia nunca había oído hablar de la difteria y los médicos no lo sospecharon inmediatamente, a pesar de que la infección había afectado a cientos de personas en el estado de Bolívar.
Cuando Eliannys fue llevada a un hospital local, los médicos la nebulizaron varias veces pensando que tenía asma. Pero la parlanchina niña –“un pequeño loro”, según las palabras de su padre- se debilitó, por lo que la transfirieron a un hospital más grande una vez que una ambulancia estuvo disponible horas después. En el hospital El Tigre ningún dispositivo para examinar gargantas está operativo desde hace tres años, así que nadie la controló adecuadamente, según un asistente de enfermería.
“Decían que era asma, asma, asma”, recordó su madre, Jennifer Vivas. Mientras Eliannys luchaba por hablar, fue llevada a un tercer hospital y luego a un cuarto en el vecino estado de Bolívar. Allí, los médicos descubrieron, con horror, que las membranas de la garganta de Eliannys estaban muy inflamadas, el síntoma clásico de la difteria.
Pero incluso ese hospital carecía del tratamiento adecuado para la infección, por lo que sólo recibió media dosis de antitoxinas y nada de penicilina -necesaria para eliminar la bacteria-, de acuerdo con un profesional médico que la trató.
Cuando las vías respiratorias de Eliannys se bloquearon, sufrió dos fallas cardíacas sucesivas y murió el 18 de enero. “Si se hubiera pensado en el diagnóstico y puesto la antitoxina, hubiese tenido posibilidades de vida”, dijo el médico que la trató, tras asegurar que el gobierno prohibió a los médicos y enfermeros hacer declaraciones a los medios de comunicación.
Venezuela controló la difteria en la década de 1990, pero reapareció en Bolívar a mediados de 2016. Al menos dos docenas de chicos murieron el año pasado por este mal, dijeron médicos, y se cree que los casos se han extendido a un 25% de los estados del país.
La escasez de medicamentos y vacunas, la migración de médicos mal pagados y la abatida infraestructura han facilitado la propagación de enfermedades. Muchos venezolanos también se han vuelto más débiles porque ya no pueden ingerir tres comidas al día o bañarse regularmente debido a la escasez de productos, la reducción del suministro de agua y la inflación de tres dígitos.
El secretismo del gobierno también ha agravado el problema. En octubre, el gobierno izquierdista de Nicolás Maduro dijo que no había casos probados de difteria en el país y reprendió públicamente a quienes intentaban difundir el “pánico”.
Desde entonces, el Estado ha informado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 20 casos confirmados de difteria y cinco muertes, y subrayó que hay una gran campaña de vacunación en curso.
El único país de la región con un número significativo de casos confirmados de difteria el año pasado fue Haití con 33, dijo la OMS en diciembre.
Luego de que la familia de Eliannys se vio obligada a empezar a saltarse la cena en diciembre, su padre, Tulio Medina, decidió trabajar en plantaciones de yuca y ñame en Bolívar, donde ganó más dinero, pero podría haber contraído la infección.
Alexandra Ulmer y M. Ramírez
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