La nueva generación de rascacielos que redibuja el paisaje de Nueva York
La explosión inmobiliaria de proyectos de máximo lujo cambia la ciudad y genera una incipiente resistencia
WASHINGTON.- Durante décadas, el edificio Empire State fue símbolo unívoco del perfil de Nueva York, un gobernador de la ciudad desde su enclave, en el centro de Manhattan. La desaparición de las Torres Gemelas, que dejó un hueco en el corazón de la Gran Manzana, acentuó su dominio de los cielos. Pero ahora, la irrupción de una nueva generación de superrascacielos ha comenzado a redibujar el perfil de la metrópolis más famosa de Estados Unidos, y ha comenzado a dejar a su edificio más querido -y uno de los más icónicos del mundo- en un segundo plano, desdibujado.
En 2014, el Empire State perdió el título del edificio más alto de la ciudad cuando se inauguró la torre One World Trade Center, heredera de las Torres Gemelas y el rascacielos más alto del país, con sus emblemáticos 1776 pies, el año de la fundación de Estados Unidos, equivalentes a 541 metros. Fue el primer paso. Hoy, el Empire ha quedado relegado al quinto lugar, detrás de tres nuevos superrascacielos: la torre Steinway; 432 Park Avenue -la torre residencial más alta del planeta, un linaje que perderá el año próximo merced a otra torre en construcción-, y el más nuevo Hudson Yards, inaugurado este año.
Durante el próximo quinquenio, el Empire State podría caer fuera del top ten, según una reciente investigación del periódico The New York Times sobre los proyectos inmobiliarios en marcha.
La irrupción de los nuevos rascacielos en Nueva York es una consecuencia de una tendencia en uno de los mercados inmobiliarios más calientes de Estados Unidos que también se ve en otras grandes ciudades: el aumento en los costos de los terrenos y de los costos de construcción y una demanda creciente han llevado a los desarrolladores a diseñar y construir "hacia arriba". El resultado son nuevas supertorres para superricos.
La explosión inmobiliaria que vive Nueva York no tiene precedente, así como tampoco la velocidad a la cual se está desplegando, frente a los ojos de millones de neoyorquinos, muchos de los cuales observan el fenómeno con un dejo de preocupación y nostalgia, a medida que la ciudad que conocieron hasta hace tan solo un par de años desaparece ante su vista.
La investigación del Times reveló además que los desarrolladores han explotado huecos en las regulaciones de zonificación de la ciudad para poder construir los nuevos gigantes de acero y cemento. Un ejemplo: la Torre Parque Central, uno de los edificios de lujo en construcción sobre la calle 57, que se prevé estará terminado el año próximo. Una vez inaugurado, será el edificio residencial más alto del mundo, con 472 metros de altura y 131 pisos.
Para su construcción, los desarrolladores fusionaron varios lotes en uno para poder construir más alto, y además compraron "derechos de aire" de los edificios vecinos. Una estrategia similar utilizada para otro edificio terminó en una demanda en la Justicia. Otro proyecto, en la calle Broad, en Wall Street, recibió un "bono" de espacio por parte de la ciudad a cambio de construir ascensores en las estaciones cercanas del subte.
Las supertorres se han ganado ya sus detractores. Según la Sociedad Municipal de Arte de Nueva York, un grupo que aboga por un desarrollo más prudente, la ciudad debe implementar nuevas reglas y regulaciones para proteger "bienes públicos como la luz, el aire, el espacio abierto y el carácter de los barrios". Pero el fenómeno parece lejos de tomarse un respiro. Nueva York, advirtió el mismo grupo, aún dispone de suficientes derechos de terreno disponibles como para construir unos 1300 Empire State.
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