La sintonía entre EE.UU. y Rusia empieza a ser algo del pasado
WASHINGTON.- El gobierno de Donald Trump pondrá a prueba mañana su nueva línea dura con Rusia cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, aterrice en Moscú para su primera visita oficial, días después del ataque militar de Estados Unidos contra el régimen de Bashar al-Assad en Siria, aliado del Kremlin.
El giro de política exterior de Trump al ordenar, la semana pasada, el primer bombardeo a una base militar siria en respuesta a un ataque con armas químicas que, según Occidente, fue ordenado por Al-Assad profundizó la rivalidad entre Washington y Moscú y trastocó el escenario geopolítico de Medio Oriente.
Lejos parecen haber quedado la promesa de campaña de Trump de "llevarse bien" con Rusia y la expectativa de una sintonía fresca con el presidente Vladimir Putin.
El ataque a Al-Assad dio vuelta una página. Tillerson acusó al Kremlin de haber sido "cómplice" del ataque químico o, cuanto menos, "incompetente" para conseguir que Damasco se apegara al acuerdo que sellaron en 2013 Estados Unidos y Rusia para eliminar el arsenal químico declarado por el presidente sirio. Para Rusia, el ataque fue una "agresión" injustificada a un país soberano.
Ayer, Tillerson se reunió con el resto de los cancilleres del G7 -Rusia fue excluida del G8 tras la invasión de Crimea- en Lucca, Italia. Estados Unidos y Gran Bretaña lideraron una ofensiva para intentar forzar a Moscú a quitarle su respaldo a Al-Assad. Los ministros barajaron incluso la posibilidad de aplicar nuevas sanciones contra Rusia y Siria.
"Hacemos responsables a cualquiera y a todos los que cometan crímenes contra los inocentes en cualquier lugar del mundo", anunció Tillerson en Italia.
El encuentro de ministros en Lucca, del que participaron Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia, ofreció un frente unido para presionar al Kremlin. Para reforzar esa posición, el ministro de Relaciones Exteriores italiano, Angelino Alfano, invitó también a los cancilleres de Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania y Qatar.
La agenda del encuentro quedó trastocada por la nueva realidad geopolítica que comienza a tomar forma en Medio Oriente tras el ataque militar de Trump, cuyo gobierno no ha ofrecido, aún, una hoja de ruta clara para marcar la salida de la guerra civil en Siria, e incluso brindó señales ambiguas acerca de sus prioridades.
Anteayer, Tillerson había insistido en que la lucha contra Estado Islámico era primordial y que el pueblo sirio debía decidir el futuro de Al-Assad. Pero la embajadora estadounidense ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, había dicho que el presidente sirio no podía seguir en el poder.
Ayer, el secretario de Prensa, Sean Spicer, intentó zanjar esa discusión y despejar las dudas al afirmar en su habitual encuentro con la prensa que la prioridad era la lucha contra el terrorismo.
"Creo que el primer paso es asegurarse que la región, y Siria en particular, sea estable. No se puede tener a Estado Islámico marchando por Siria y preocuparse principalmente acerca de quién está a cargo", dijo Spicer, que puso dos veces a Rusia junto con Irán, Siria y Corea del Norte.
El lenguaje duro contra el gobierno de Putin no es monopolio de Washington. Ayer, el canciller británico, Boris Johnson, también se preocupó por enviarle un mensaje, al amenazar a Moscú con nuevas sanciones.
Tras la escalada retórica entre Rusia y las potencias occidentales, Tillerson, que levantó mucho su perfil en los últimos días, se prepara para una casi segura fría recepción en Moscú.
Ayer, el Kremlin dio a entender que Putin no lo recibirá, en una reunión que se daba por hecha hasta antes del ataque, sobre todo porque ambos se conocen y habían forjado un buen vínculo durante los años de Tillerson al frente de la petrolera Exxon, cuando recibió la Orden de la Amistad de manos del propio presidente ruso.
Spicer no adelantó cuál será el mensaje a Rusia, pero dijo que Tillerson debe "recordarles" los compromisos asumidos por Rusia y Siria, entre ellos el de entregar todo el arsenal químico de Al-Assad. Esa promesa, para la Casa Blanca, se rompió. Pero Rusia ha insistido en exculpar al mandatario sirio por el último ataque.
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