Las democracias prevalecen, pero más volátiles que nunca
NUEVA YORK- En un reciente ensayo publicado en The National Interest, el ex analista de la CIA Paul Pillar se preguntaba lo siguiente: ¿por qué se están produciendo tantas revueltas populares callejeras en países democráticos? Y hablando específicamente de Turquía y de Brasil, pero abriendo una pregunta que también podría aplicarse a Egipto, Israel, Rusia, Chile y Estados Unidos, Pillar plantea: "Los gobiernos contra los que se protesta fueron elegidos libre y democráticamente. Si las urnas están disponibles, ¿por qué hay que recurrir a las calles?".
Es una pregunta importante, y la respuesta, creo yo, está en la convergencia de tres fenómenos. Primero, están el auge y el ascenso de las democracias "mayoritaristas" intolerantes. En Rusia, Turquía y el Egipto actual, hemos visto masivas manifestaciones contra el "mayoritarismo": partidos de gobierno que fueron elegidos democráticamente (o "algo así", como Rusia), pero que interpretaron su triunfo electoral como un mandato para hacer lo que quieren cuando toman el mando, incluyendo ignorar a la oposición, ahogar a los medios de prensa, actuar con soberbia y corromperse, como si la democracia fuese sólo sobre el derecho a votar y no sobre los derechos en general, y en especial el derecho de las minorías.
Lo que tienen en común los manifestantes de Turquía, Rusia y Egipto es que se sienten profundamente "estafados", la sensación de que quienes fueron elegidos no sólo les están robando dinero, sino que les están robando la voz y el derecho a participar del gobierno. A los nuevos demócratas, esos que hace poco se ganaron el derecho a votar, nada los enfurece más.
Esto es lo que escribió el humorista egipcio Bassem Youssef en el diario Al Shorouk la semana pasada, al cumplirse el primer aniversario de la elección de l presidente Morsi, de la Hermandad Musulmana: "Tenemos un presidente que prometió que una asamblea constituyente equilibrada trabajaría en una Constitución consensuada. Tenemos un presidente que prometió ser representativo, pero que colocó a miembros de los Hermanos Musulmanes en todos los puestos de poder. Tenemos un presidente y un partido que rompió todas sus promesas, así que la gente no tiene más opción que ganar la calle".
El segundo factor es la forma en que los trabajadores de clase media están siendo aplastados entre un Estado benefactor en retroceso y un mercado laboral cada vez más demandante. Durante muchísimos años, lo que se les dijo a los trabajadores es que mientras trabajaran duro y cumplieran con las reglas estarían en la clase media. Eso ya no corre más. En esta era de veloz globalización y automatización, hay que trabajar más duro, más inteligentemente, con más inventiva, sea en el trabajo que sea, y capacitarse cada vez con mayor asiduidad, y entonces sí? uno puede estar en la clase media.
Son muy pocos los líderes que blanquean con franqueza estos cambios con su electorado, ni hablar de ayudarlos a atravesarlos. Y la mayoría de los grandes partidos políticos son meros vehículos para que diferentes coaliciones de intereses se defiendan contra el cambio, en vez de liderar a la sociedad en el proceso adaptación. Uno pensaría que una situación así generaría grandes oportunidades para los partidos de oposición, pero en lugares como Turquía, Brasil, Rusia y Egipto la oposición formal es inoperante. Así que la gente gana la calle, creando su propia oposición.
En Estados Unidos, el Tea Party empezó como una protesta contra los republicanos por ser demasiado permisivos con el déficit, y Ocuppy Wall Street como una protesta contra los demócratas por ser demasiado indulgentes con los banqueros. En Brasil, un aumento de nueve centavos de dólar en el boleto detonó masivas manifestaciones de protesta, en parte debido a la desproporción que implica que el gobierno esté gastando unos 30.000 millones de dólares en la construcción de estadios para la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. También en la revista The National Interest, un presentador de O Globo, William Waack, escribió lo que tal vez piensen muchos: "Los brasileños no sienten que los representantes elegidos de los distintos niveles sean realmente sus representantes, especialmente en tiempos en que la mayoría de los líderes tiene miedo del estigma de tomar verdaderas decisiones, o sea, miedo del liderazgo. No tiene nada que ver con los nueve centavos".
Finalmente, y gracias a la proliferación de teléfonos inteligentes, Twitter, Facebook y blogs, los ciudadanos ahora tienen muchos más canales de diálogo, quieren que sus líderes también mantengan canales de diálogo, y además tienen mucha más capacidad de conectarse con otros individuos que comparten sus puntos de vista para organizar una protesta relámpago.
El resultado neto es éste: la autocracia es menos sustentable que nunca. Las democracias prevalecen más que nunca antes, pero también serán más volátiles que nunca. Así que hay que esperar más gente en la calle, cada vez más seguido y por temas cada vez más variados, con más autonomía para contar su historia y subir los decibeles de sus demandas.
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