Llorar a los muertos y salir del infierno
Dos ataúdes dignos para enterrar a sus familiares
María Adelfa Jomerez, de 58 años, esperaba ayer en el aeropuerto de Tacloban un vuelo que la saque de ese escenario apocalíptico y la lleve a Manila. Debía dejar atrás los cuerpos de su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. "Pedí en la morgue que les dieran unos ataúdes dignos, pero me dijeron que el personal no había vuelto al trabajo, y que algunos de ellos probablemente también hayan muerto. Preferiría que no fueran enterrados en una fosa común, pero no puedo hacer nada", relató Jomerez.
La cola para volar a Manila, un "sálvese quien pueda"
Jemalyn Lamberto, una mujer de 38 años casada con un trabajador con base en Chipre, esperaba en la misma fila del aeropuerto, sollozando en silencio junto a su hija, su sobrina y su suegra. "Nos dijeron que hiciéramos cola y que no abandonáramos nuestro lugar. Pero cuando llega un avión, es un sálvese quien pueda", señaló. Jemalyn estaba desesperada por salir de Tacloban para poder llamar a su marido, que aún no sabe si están vivas, y para huir del desastre.
En silla de ruedas, de 86 años y con una diálisis pendiente
La desesperación por abandonar la zona de catástrofe se vuelve más apremiante cuando lo que está en juego es la vida de un ser querido. "Ésta es la única oportunidad de mi papá para seguir con vida", dijo Peter Minoc, mientras empujaba la silla de ruedas de Filamon, su padre de 86 años, hacia un avión de carga militar. "Necesita una diálisis y no la ha tenido en dos días. Está en estado crítico."
Aferrada a un poste de cemento, Liliane vio su casa volar
Liliane Cortez contó que sobrevivió al tifón aferrándose a un poste de cemento, mientras el viento huracanado se llevaba por delante su casa. "Sentía que no era lluvia lo que caía sobre mi cara, sino agujas", dijo Liliane, desesperada por dejar la barbarie y volar a la civilización para decirle a su padre que, a pesar de la desgracia, el temible ciclón no había podido con ella.
Siete horas de marcha sobre ruinas y cadáveres
Los filipinos que residen en el exterior reciben con cuentagotas noticias sobre sus familiares en las islas, si es que reciben alguna. Como Adelia Ramos, de 64 años y residente en California, que estuvo varios días tratando de localizar a su familia. "Ahora están a salvo, están de regreso en nuestra provincia", dijo. "Tuvieron que caminar siete horas y algunas veces sobre cadáveres", añadió.
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