Los militares en el gobierno, un contrapeso del ala ideológica
BRASILIA.- Excapitán del Ejército, reivindicador de la última dictadura y adepto a la política de mano dura, el utraderechista Jair Bolsonaro prometió durante la campaña electoral del año pasado incorporar "muchos" militares a su gabinete y cumplió. En un principio ocuparon siete de los 22 ministerios, luego aumentaron a ocho y, ahora, se redujeron al número original, además del propio vicepresidente, el general de reserva Hamilton Mourão.
La mayoría de ellos son oficiales de reserva, que se pretendía que aportaran su larga experiencia en cuestiones de Estado y dieran estabilidad a la nueva gestión. Sin embargo, su presencia ha sido muy resistida por el ala ideológica de la administración, que generó periódicas crisis y entorpeció el avance de la agenda del gobierno brasileño.
Más allá de Mourão, considerado "puerto seguro" del núcleo militar ya que por su mandato electivo no puede ser despedido, la figura castrense de mayor peso en el gabinete es el general de reserva del Ejército Augusto Heleno, a cargo del Gabinete de Seguridad Institucional. Los otros ministros militares actuales son el general de servicio activo del Ejército Luiz Eduardo Ramos, en la Secretaría de Gobierno; el general de reserva del Ejército Fernando Azevedo e Silva, en Defensa; el almirante de servicio activo de la Marina Bento Albuquerque, en Minas y Energía; el general de reserva del Ejército Tarcísio Gomes de Freitas, en Infraestructura; el teniente coronel de reserva de la Fuerza Aérea Marcos Pontes, en Ciencia y Tecnología, y el capitán de reserva del Ejército Wagner Rosário, en la Contraloría General de la Unión.
Hasta junio, la Secretaría de Gobierno era ocupada por el destacado general de reserva del Ejército Carlos Alberto Santos Cruz, pero fue echado tras fuertes embates del ala ideológica, liderada desde su residencia en Estados Unidos por el "filósofo" Olavo de Carvalho, un exastrólogo que se convirtió en gurú de la nueva derecha brasileña y cuenta entre sus discípulos a los tres hijos legisladores del presidente (el senador Flavio Bolsonaro, el diputado Eduardo Bolsonaro y el concejal de Río de Janeiro Carlos Bolsonaro); al canciller, Ernesto Araújo; al ministro de Educación, Abraham Weintraub, y al asesor de Asuntos Internacionales de la Presidencia, Filipe Martins.
Desde sus redes, De Carvalho atacó con dureza a Santos Cruz -llegó a acusarlo de favorecer a organizaciones de izquierda "enemigas del gobierno"- y forzó su salida. Poco después, el ministro a cargo de la Secretaría de la Presidencia, el general de reserva del Ejército Floriano Peixoto, muy cercano a Santos Cruz, fue removido -reemplazado por el mayor de la policía militar Jorge Oliveira- y puesto a dirigir la empresa de Correos.
Envalentonado por su influencia -amplificada por el Twitter del clan Bolsonaro-, De Carvalho concentró últimamente sus críticas en Mourão, Heleno y hasta en el vocero presidencial, el general de servicio activo del Ejército Otávio Rego Barros. Sostiene que controlan al presidente y no le permiten implantar a pleno un cambio radical en la política de Brasil. El gurú ultraderechista también cargó contra más de un centenar de militares que fueron designados en cargos del segundo escalón de la administración. Y el mes pasado aprovechó la detención en España de un segundo sargento de la Fuerza Aérea brasileña que llevaba 39 kilos de cocaína para denostar a todos los militares.
"En el núcleo militar existen varias corrientes, en especial hay diferencias entre los oficiales de reserva y los de servicio activo, pero después de tantos conflictos desgastantes, la orden es la misma: ignorar los ataques de Olavo de Carvalho y sus seguidores para no darles visibilidad", comentó a LA NACION el analista Paulo Kramer, consultor de riesgo político, que asesoró a los militares designados para el gobierno en los meses de transición desde las elecciones hasta la asunción.
Según Kramer, el interés primordial de los militares de reserva que rodean a Bolsonaro es asegurar que haga una buena gestión porque de ello dependerá su propio prestigio como miembros de las Fuerzas Armadas. Aunque en el pasado mantenían posturas más nacionalistas y autárquicas, hoy trabajan en sintonía con el equipo neoliberal del ministro de Economía, Paulo Guedes.
"Son conscientes de la importancia del desarrollo económico y la apertura comercial, abogan por una mejora de la educación y un aumento de la capacidad tecnológica de Brasil. Les inquietan las consecuencias que puede tener para el país el alineamiento directo con el gobierno estadounidense de Donald Trump, y la posición que Brasil debe tener en la emergente guerra fría entre Estados Unidos y China. Están preocupados por el control de las fronteras para evitar el tráfico de armas, de drogas y el contrabando, que afectan la seguridad nacional, y también por la crisis de Venezuela, que puede tener un desenlace muy negativo para Brasil", señaló el analista.
Así, en estos meses, los militares consiguieron frenar iniciativas consideradas eventualmente perjudiciales para Brasil, como la idea sugerida por Trump de una intervención armada en Venezuela; la mudanza de la embajada brasileña en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, o la inclusión de rifles de asalto en los decretos de liberalización de armas de Bolsonaro.
"Los militares ofrecen un contrapeso, crean dificultades para que el presidente lleve sus tendencias populistas hasta las últimas consecuencias", resaltó Kramer.
En este sentido, un objetivo de los oficiales de mayor rango es evitar que las tropas activas -donde Bolsonaro tiene muchos fervientes seguidores- sean contaminadas por la radicalización del discurso político.
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