Los populistas hunden a la diplomacia italiana en el abismo
Siempre cauta, prudente y proeuropea, la cancillería se vio alterada por el giro soberanista, nacionalista y euroescéptico del gobierno
ROMA.- Ante la explosiva situación de Venezuela , a diferencia de sus principales socios europeos, Italia ha adoptado una más que criticada posición "neutral". Mientras Francia, Alemania y otros países del bloque le lanzaron a Nicolás Maduro un ultimátum para que convoque elecciones libres y el Parlamento Europeo reconoció como legítimo presidente interino al líder de la oposición y presidente del Parlamento Juan Guaidó , Italia mantuvo una postura ambigua.
Para escándalo de los miles de connacionales residentes en Venezuela y la satisfacción de Maduro, el gobierno populista italiano vetó un acuerdo del bloque impulsado por Suecia para reconocer a Guaidó, y promovió una inexplicable "tercera vía". "Si queremos favorecer una transición pacífica y tranquila, no hay que tomar partido ni hay que definir a buenos y malos", fue la posición de Italia: ni con Maduro ni con Guaidó.
Es el último ejemplo de una política exterior errática. Desde que asumió, en junio del año pasado, el gobierno populista tuvo una política exterior sin rumbo y, a veces, incendiaria. La tradicional diplomacia cauta, prudente y proeuropea de la Farnesina -como suele llamarse a la cancillería italiana- se vio apabullada por las posturas "no políticamente correctas", soberanistas, nacionalistas y euroescépticas estrenadas por las dos fuerzas políticas aliadas en el primer gobierno populista de Europa: el antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5E), de Luigi Di Maio, y la xenófoba y ultraderechista Liga, de Matteo Salvini.
Por motivos electorales, fueron innumerables las provocaciones de ambos al presidente francés, Emmanuel Macron, y a la canciller alemana, Angela Merkel, socios históricos de Italia, país que ahora corre el riesgo de quedar aislado en una Unión Europea (UE) en evidente crisis.
El origen remoto de los ataques a Macron -"enemigo jurado" del gobierno populista- es el pésimo e hipócrita manejo comunitario del fenómeno migratorio. Italia clama justamente haber sido abandonada en los últimos años, cuando tuvo que soportar sobre sus espaldas, sola, la llegada desde el norte de África de miles de desesperados. Migrantes que suelen ser rechazados por Francia cuando llegan a su frontera.
La política de cierre de puertos impuesta por Salvini, ministro del Interior, si bien le significó una enorme popularidad interna, empeoró las cosas. Más que abrir la puerta a negociaciones serias en Bruselas sobre cómo manejar los flujos, no hizo otra cosa que crear situaciones surrealistas de barcos humanitarios con seres humanos bloqueados en el mar, a la deriva, porque nadie los quiere recibir. Y exacerbó las divisiones.
También el rechazado y luego aprobado presupuesto italiano -que casi significó la implementación de sanciones de parte de la UE por déficit excesivo- dio a pie a broncas no solo contra Merkel, desde siempre defensora de una política de rigor, sino también contra los "eurócratas" de Bruselas.
El último cruce con Francia fue hace dos semanas, cuando Di Maio, que ya había provocado un cortocircuito al respaldar a los "chalecos amarillos", culpó a la política neocolonialista de París en África por la crisis de migrantes. París reaccionó mediante la convocatoria a la embajadora de Italia. Pese a esto, Salvini se sumó a la provocación. "Obviamente la polémica no es con el pueblo, sino con Macron. Espero que los franceses puedan liberarse de un pésimo presidente y la ocasión es la del 26 de mayo próximo", agregó. Salvini aludió a las elecciones para renovar el Parlamento Europeo, un duelo entre europeístas moderados y nacionalistas radicales.
Aunque desde Francia califican de "infantiles" las provocaciones italianas, hay gran temor por los efectos económicos que el distanciamiento producirá. Italia es el país de Europa que menos crece, en recesión técnica y con una deuda pública gigantesca que tiene a Alemania y Francia como principales socios comerciales.
Asusta aún más la marginación de Italia, país fundador de la UE. "Falto de una política exterior que no sea echar a los inmigrantes, el gobierno descubre una nueva colocación internacional: la soledad", graficó Stefano Stefanini, analista del Instituto para los Estudios de Política Internacional (ISPI). "El gobierno del cambio (como se autodefine el ejecutivo populista) está cambiando el lugar de Italia en Europa y en el mundo", agregó, resumiendo, con ironía, la alarma por el "aislamiento para nada dorado" de la península.
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