El "affaire" sexual en la Casa Blanca. Los republicanos no quieren perderse el escándalo
La oposición está convencida de que su silencio no aportó nada; ahora estudiarán las evidencias contra Clinton.
WASHINGTON.- Lejos todavía de promover un juicio político contra Bill Clinton, el ala republicana del Congreso decidió que un grupo de legisladores, posiblemente bipartidario, estudie cuando sea oportuno las evidencias que está recogiendo el fiscal independiente Kenneth Starr en la investigación del escándalo de sexo y de mentiras que estalló con Monica Lewinsky, continuó con Paula Jones (la pionera, en realidad) y terminó, por ahora, con Kathleen Willey.
El impeachment es el mecanismo constitucional por el que, en caso de que haya indicios contra el presidente, la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, presidida por el republicano Henry Hyde, debería iniciar las acciones, de modo de que el Senado celebre un juicio político y, con dos tercios de los votos, baje eventualmente el pulgar.
Hasta ahora, ningún presidente llegó a esa instancia. En 1868, Andrew Johnson se salvó por un voto de la destitución. En 1974, Richard Nixon (retroceder nunca, rendirse jamás) renunció no bien la Cámara de Representantes dio curso a ese mecanismo constitucional.
En ese caso, remoto para Clinton, no hay elecciones anticipadas. El sucesor sería el vicepresidente Al Gore. El cargo se cuenta como un mandato completo, con posibilidad de ser reelegido sólo una vez, si le quedan más de dos años de gobierno.
El acuerdo al que arribaron Hyde y el titular de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, revelado ayer por The Washington Post, no significa, necesariamente, que los republicanos pretendan destronar a Clinton antes de tiempo.
No reaccionaron cuando Lewinsky apareció en escena y, en términos prácticos, nada garantiza que una cruzada tardía contra un presidente que, a pesar de todo, goza del 70 por ciento de popularidad, vaya a redituarles ganancias a ocho meses de las elecciones legislativas y a más de dos años de las presidenciales.
La meta, sin plazo establecido, sería determinar si existe base para un impeachment , cosa que hasta ahora, por más escandalosas que hayan sido las revelaciones de los hábitos sexuales de Clinton y demás, Starr no demostró. Como tampoco demostró aún el resultado de los cuatro años que dedicó a la pesquisa del caso Whitewater, el negocio inmobiliario de los Clinton en Arkansas durante los años 80.
Según The Washington Post, Hyde busca la participación de congresistas veteranos ajenos a su comisión, pero con más experiencia política que algunos novatos que sí son miembros, ya que así las posibles decisiones tendrían más peso.
Meses de espera
De todas formas, pueden pasar meses antes de que Starr presente su informe final sobre su investigación de cuatro años a Clinton y su esposa, Hillary, que comenzó con el escándalo Whitewater y se ha extendido a otros casos, el último de ellos el de Monica.
Miembros de la oficina de Starr están preparando un informe al Congreso, pero todavía no se ha determinado cuándo podría estar concluido, añade The Washington Post.
Los republicanos buscan, de este modo, algo de protagonismo en los escándalos, ya que el silencio, por más respetuoso o medido que haya sido, no contribuyó en nada a su tradicional defensa de los valores éticos y morales del país. Starr, hecho y derecho, está más cerca de ellos que de los demócratas.
De todas las mujeres del presidente, Lewinsky es la única que niega haber tenido relaciones con él. Las otras no. Pero detrás de cada revelación sobre presuntas inconductas, la Casa Blanca responde con un arsenal de pruebas en defensa de Clinton.
Te creo, no te creo
Gran efecto provocaron entre la gente las cartas que Willey le escribió a Clinton después de ser supuestamente acosada en el Salón Oval y, para rematarla, la sospecha de que estuvo el domingo en la televisión con el fin de lograr un contrato de 300.000 dólares para sus memorias.
Dicen que en 1992, durante la campaña presidencial, Clinton arribó casi sin voz al aeropuerto de Richmond, Virginia, y que una mujer se acercó a él. Le preguntó al vicegobernador del Estado, Donald Beyer, quién era ella. "Kathy Willey", halló como respuesta.
Trabajaba entonces como voluntaria en la recaudación de fondos para la fórmula Clinton-Gore y terminó, un año después, como becaria en la Casa Blanca.
Hasta que el 29 de noviembre de 1993, horas antes de que Edward, su marido, se suicidara por penurias económicas, salió corriendo del Salón Oval, en donde se había reunido a solas con su jefe con el fin de pedirle una posición remunerada. Como embajadora o empleada de una embajada, según las cartas manuscritas que revelaron los hombres de Clinton.
Después de su aparición del domingo en el programa "60 minutos", del canal CBS, el posible editor del libro, Michael Viner, ejecutivo de la compañía New Millenium Entertainment, perdió interés en el proyecto. El relato de ella por televisión resultó el día y la noche con el que él escuchó hace apenas dos meses. Y, por si fuera poco, la memoria de su difunto esposo se ve ahora mancillada con el mote de estafador.
Testigo mentirosa
WASHINGTON (Reuter).- Una amiga de la ex voluntaria de la Casa Blanca Kathleen Willey dijo en una declaración jurada divulgada ayer que mintió por solicitud de Willey para reforzar sus acusaciones de que fue manoseada por el presidente Bill Clinton.
La amiga, Julie Hiatt Steele, dijo en un testimonio fechado el 13 de febrero que en marzo o abril de 1997 Willey le pidió que engañara al reportero de la revista Newsweek, Michael Isikoff, sobre lo que ella le había contado del encuentro con Clinton en noviembre de 1993.
Willey le pidió que le dijera al reportero que al terminar la entrevista, ella se quejó de que había sido manoseada por Clinton y se sentía perturbada y ultrajada, explicó la amiga.
Steele asegura que le dijo a Isikoff la verdad antes de que Newsweek publicara el artículo sobre el encuentro en agosto de 1997. La declaración jurada de Steele fue entregada a los abogados de Clinton en el caso de Paula Jones. De acuerdo con Steele, Willey le dijo "algún tiempo" después de su encuentro con Clinton que había pedido un empleo fijo en la Casa Blanca y "nunca mencionó nada" que sugiriera una conducta impropia de Clinton.
Sin embargo, explicó que Willey la llamó el año pasado para decirle que necesitaba ayuda para corroborar la historia que le hizo a Isikoff y le pidió que dijera que inmediatamente después de la entrevista le manifestó que el presidente había hecho avances sexuales y trató de desvestirla.
Steele dice que aunque ella protestó aceptó engañar a Isikoff porque Willey le dijo que era importante para ella.
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