Maduro, Zacarías y el realismo trágico
Nicolás Maduro se empeña en parecerse a Zacarías. No al profeta bíblico. Sus rasgos adoptan día tras día los del tirano de García Márquez en El otoño del patriarca. Casi un tratado sobre el abuso del poder y la "inmortalidad de la psicosis narcisista", como la definió el periodista mexicano Miguel Ángel Quemain.
El camino del venezolano parece anticipar un final demasiado parecido al del protagonista de la novela. En el derruido palacio presidencial de un país alienado donde había abusado de todos los lujos, concluyen los días del largo delirio despótico de Zacarías, comido por los gallinazos, conocidos como buitres americanos.
En 1999 el Nobel colombiano hizo un viaje con Hugo Chávez , a punto de asumir su primera presidencia, y lo retrató en una extensa crónica. El relato refleja cierta fascinación por el coronel y termina con una prevención: la incertidumbre de si había conocido a un "salvador" del país o a "un ilusionista que podía pasar a la historia como un déspota más". Difícil imaginar que su sucesor le hubiera dejado dudas. Realismo trágico.
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