Un semáforo calificará a los pasajeros. Más control a los pasajeros en EE.UU.
Examinarán los antecedentes de los viajeros
WASHINGTON.- Ya no basta con registrar las huellas dactilares y fotografiar a todo extranjero que necesite visa para ingresar en Estados Unidos. A pesar de las críticas -y hasta algún entredicho diplomático- que generaron los nuevos controles migratorios, el gobierno norteamericano se propone avanzar ahora hacia un sistema mucho más estricto de seguridad aérea que permitirá revisar los antecedentes de cada pasajero que viaje hacia o dentro del territorio estadounidense y establecer su grado de peligrosidad según un puntaje numérico y un código de color.
Las primeras opositoras al polémico plan son las líneas aéreas y las agencias de viajes, que se verán forzadas a entregar a las autoridades norteamericanas todos los datos de sus pasajeros. Y la orden de hacerlo podría llegar tan pronto como el mes que viene, según adelantó en su edición de ayer el diario The Washington Post.
También los grupos de defensa del consumidor y de los derechos civiles están que trinan. Los nuevos controles, dicen, representan un retroceso de las libertades civiles, sensiblemente restringidas desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Un vocero del gobierno que ayer confirmó el plan de la administración republicana dijo que el sistema comenzará a ser probado en los dos próximos meses y hasta principios del verano (boreal) en uno o varios aeropuertos estadounidenses.
Según explicó Mark Hatfield, vocero de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, por sus siglas en inglés), encargada de poner en marcha el sistema, este programa reemplazará a uno anterior que no tenía la capacidad de detectar a posibles terroristas.
Bautizado con las siglas Capps 2, (segunda versión de un programa computarizado de verificación de datos de pasajeros), el sistema está diseñado para recolectar los datos básicos de cada viajero, como el nombre, la dirección, el número de teléfono, la fecha de nacimiento y el itinerario, para contrastarlos luego con registros oficiales y la información de transacciones comerciales, como las listas de compras y ofertas enviadas por correo electrónico. El sistema se pondrá en marcha desde el momento en que el viajero haga la reserva de su pasaje.
El primer paso verificará que el pasajero sea quien dice ser, y el segundo, que no esté incluido en los listados de criminales buscados, de personas que tienen prohibido volar o de presuntos terroristas.
A partir de este proceso, el programa asignará a cada pasajero un puntaje y un color: quien obtenga un "rojo" no podrá siquiera abordar el avión, en casos de los vuelos de cabotaje, o incluso quedar detenido; con "amarillo", el pasajero será revisado más exhaustivamente, y con "verde", seguirá los procedimientos de rutina. Según los cálculos de la TSA, apenas alrededor de cinco de cada cien viajeros serán señalados con el rojo o amarillo.
Una segunda iniciativa ofrecerá a los viajeros frecuentes la posibilidad de registrarse en forma voluntaria en el programa y hacer más rápida la verificación de sus antecedentes. Para los críticos del programa, elaborado a pedido del Congreso norteamericano, esto representa otra forma de discriminación, con controles más rigurosos sólo para algunos pasajeros. Algo, en realidad, que ya ocurre desde la semana pasada con buena parte de los visitantes extranjeros, argentinos incluidos, que bajo el nuevo y controvertido programa US Visit deben dejar sus huellas digitales registradas y posar para la foto.
Registro voluntario
Una posibilidad para la implementación de este registro voluntario es que los pasajeros frecuentes de las principales aerolíneas envíen sus datos a la TSA y ésta, a su vez, les otorgue una tarjeta de identificación. Al presentarse en el aeropuerto, el viajero debería simplemente presentar esta credencial y pasar a un sector reservado.
"Esto va a crear dos clases de pasajeros", dijo a The Washington Post Barry Steinhardt, director del programa de tecnología y libertad de la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos, un grupo que se opone a los nuevos controles impuestos por el gobierno de George W. Bush. El registro voluntario, añadió, "no traerá ningún beneficio" extra, ya que los terroristas hallarán la manera de puentear el sistema.
De hecho, terroristas de las llamadas "células dormidas" en suelo norteamericano podrían tal vez hacerse pasar por viajeros frecuentes y eludir los controles más rigurosos.
Pero además, aunque las aerolíneas estén obligadas a hacerlo, no está garantizada su plena colaboración. Las pruebas piloto del nuevo sistema fracasaron cuando las pocas compañías que en un primer momento accedieron a entregar los datos de sus pasajeros luego dieron un paso atrás, cuando los poderosos grupos de defensa del consumidor amenazaron con llamar a un boicot en su contra. Incluso hubo demandas judiciales contra una línea aérea local que entregó los datos sin avisar a los pasajeros.
Un inconveniente extra es que, según explicó el vocero de TSA, si un pasajero aparece por error como un terrorista sospechoso, y por ese motivo no puede embarcar, las autoridades estadounidenses no le reembolsarán el costo del boleto.
Desde la Unión Europea, cuyos ciudadanos también pasarían por el tamiz del Capps 2, ya adelantaron que el nuevo sistema viola las normas de privacidad del bloque, pese a que a diferencia de US Visit, que apunta sobre todo a evitar que quienes entran en Estados Unidos luego se queden en forma ilegal, la información recolectada por el nuevo sistema sólo podrá ser retenida por "unos pocos días", según explicó una responsable del programa.
La misma agregó que la superposición de algunas de las medidas de estos dos programas podría resolverse con una fusión de ambos.
Otra posible complicación es el volumen del tráfico aéreo: alrededor de 25 millones de extranjeros visitan Estados Unidos cada año, una cifra que plantea un desafío para cualquier base de datos.
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