Miles de chicos huérfanos, la otra cara trágica del brote en África

MONROVIA.- La madre de Promise Cooper se quejó al principio de un fuerte dolor de cabeza y de fiebre alta. A los pocos días, fue a un hospital y murió en el camino. Al mes siguiente, su padre mostró los mismos síntomas y su hermano empezó a lucir apático. Fue entonces cuando Promise, de 16 años, se dio cuenta de que no se trataba de una malaria.

Había oído hablar del Ébola por la radio. Cuando asistió a su padre, se lavó las manos de inmediato. Desesperada por evitar el contagio de sus tres hermanos menores, les dijo que jugasen afuera y permanecieran el menor tiempo posible dentro de la casa, de un solo cuarto. Pero estaba indefensa ante un enemigo invisible, y su familia de siete miembros fue sucumbiendo a paso acelerado.

Mientras, vecinos y parientes empezaban a sospechar. Nadie se acercaba a ver a los chicos, ni siquiera sus abuelos. Comenzaba a correr la voz de que los Cooper tenían Ébola.

En Liberia, tierra muy religiosa y de familias grandes, siempre hay una tía dispuesta a hacerse cargo de un chico que perdió a sus padres. Pero el Ébola, y el temor de contagiarse, está destrozando esos lazos.

Por lo menos 3700 chicos de Liberia, Guinea y Sierra Leona perdieron a alguno de sus padres, si no los dos, por el Ébola, según Unicef, y se espera que esa cifra se duplique para la semana próxima. Muchos de estos chicos quedan librados a su suerte y viven dentro de casas infectadas.

En la vivienda de los Cooper, Success, de cinco meses, perdió la batalla contra el Ébola. Cuando llegó la ambulancia para recoger el cadáver y al padre de Promise; Emmanuel Junior, de 11 años, había caído enfermo. Luego de que llevaran a los tres, Promise quedó sola con Benson, de 15, y Ruth, de 13. Un tío las visitó y les dejó dinero, pero se fue sin tocarlas por temor a contagiarse.

Si los chicos se sentaban en algún lugar, la gente limpiaba el asiento con cloro apenas se levantaban. "¿Por qué no quieres hablarme? Por Dios, ¿por qué nadie quiere vernos? Somos seres humanos", decía Promise. Finalmente, logró que un primo le diese dinero para ir a una clínica a ver a su padre. Hasta que un guardia dio la mala noticia: Emmanuel Cooper Senior figuraba en la lista de muertos. Y nadie sabía si Emmanuel estaba vivo.

Un líder comunitario llamado Kanyean Farley se hizo cargo de los chicos. Pensó que Promise podía caer presa de adultos. A los 16 años, hambrienta, era una chica vulnerable, que podía sufrir abusos.

Los hermanos tuvieron otro golpe de suerte cuando Promise vio el rostro de Emmanuel por televisión, en un reportaje que mostraba fotos de chicos que habían sobrevivido al Ébola. Partieron de inmediato a buscar a Emmanuel, el primer miembro de la familia que sobrevivió.

Poco después de que Emmanuel regresó a la casa, Ruth se indispuso y se sintió afiebrada. Presa del pánico, Promise llamó a Farley, que no pudo enviarles una ambulancia hasta la mañana siguiente, debido al toque de queda. Le dijo que usase colchones para crear dos ambientes en la habitación donde dormían todos.

Pocas semanas después, su tía Helen se apareció por la casa. Fue el primer pariente que lo hizo en meses. Ella también quedó marcada y todos comenzaron a evitarla. Luego de tres semanas, Ruth mejoró. Todavía se siente débil, por lo que permanece en la casa de Farley.

Agencia AP

Krista Larson