"No creo que Roma comprenda plenamente el shock del escándalo por los abusos en Estados Unidos"
ROMA.- Massimo Faggioli, historiador y teólogo, no tiene dudas.Las 11 páginas del "testimonio" del ex nuncio Carlo Maria Viganò fueron un "intento de golpe" contra el papa Francisco, a través de una "operación político-periodística pergeñada entre Italia y Estados Unidos", que se aprovechó de la segunda fase de los escándalos de abusos en ese país.
En una entrevista con La Nación, Faggioli, académico ítalo-estadounidense, docente en la Universidad Villanova de Philadelphia y autor de diversas publicaciones, se mostró muy preocupado por una crisis cuya magnitud para él Roma no comprende plenamente.
-¿Qué piensa de la carta del exnuncio Viganò?
-Que es una operación político-periodística pergeñada entre Italia y Estados Unidos, que aprovecha de esta segunda fase del escándalo de abusos sexuales en Estados Unidos, que comenzó con las revelaciones del caso McCarrick, por una venganza personal. Pero en Estados Unidos las cuestiones que el testimonio de Viganò levanta son tomadas en serio, también por parte de los que aman a Francisco: no creo que Roma comprenda plenamente el shock de los norteamericanos por el escándalo de abusos sexuales. Todos esperan respuestas sobre el caso McCarrick.
-¿Hemos vuelto al Medioevo, como han escrito algunos vaticanistas, con tantas intrigas?
-En cierta forma estamos en un nuevo Medioevo: entonces el problema de la Iglesia era el pasaje de una unidad de la Iglesia garantizada por el binomio papado-imperio del primer milenio a una unidad de la Iglesia amenazada por el surgir de las naciones. Hoy estas luchas entre facciones de la curia, de las que Viganò es el fruto, son parte de una crisis de crecimiento de la Iglesia hacia un dimensión global nueva, en la que el Vaticano por un lado y Washington y el catolicismo norteamericano, por otro, están cada vez más alejados.
-¿Por qué usted habló de un intento de "golpe" contra Francisco?
-Para mí la carta de Viganò fue un intento de golpe contra Francisco porque representa un episodio más, en un in crescendo, de una historia comenzada hace ya cinco años y medio: el intento sistemático de parte de sectores del episcopado de Estados Unidos y de aparatos mediáticos (especialmente medios católicos), financieros y políticos de Estados Unidos de deslegitimar al papa Francisco (como hicieron con Barack Obama). La oposición a Francisco fue bien visible desde los primeros meses del pontificado. El caso Viganò es sólo el momento más extremo, al menos hasta ahora, de esta historia.
-¿Cómo puede definir el efecto que ha tenido la carta en la Iglesia estadounidense, ya muy polarizada?
-Se esperaba una radicalización de la oposición a Francisco, que debe verse en el contexto de una desorientación generalizada que existe en el país ahora gobernado por Donald Trump. Pero realmente hay una gran desorientación, también entre los fieles en misa y en las escuelas católicas. Al shock por las nuevas revelaciones de los abusos (McCarrick, en Pensilvania, en los seminarios), se suma la "guerra cultural" entre diversos modos de interpretar el catolicismo: los dos extremos teológicos y culturales están más alejados que en cualquier otro país.
-Usted habló en un artículo de un nuevo catolicismo conservador en Estados Unidos: ¿de qué se trata y qué tiene que ver con el J'accuse de Viganò?
-Hubo una vez un catolicismo conservador pero institucional, que expresaba un respeto por las tradiciones clericales e intelectuales del catolicismo romano. La referencia romana e institucional se ha debilitado en los últimos años, también debido al escándalo de los abusos sexuales. En una segunda fase, entre finales de la década de 1980 y 2000, hubo una transición del viejo conservadurismo a los neoconservadores. En los últimos años asistimos a la transición de los neoconservadores a los neotradicionalistas, para quienes el punto de referencia cultural, teológico y político es un confuso Medioevo, entre San Agustín y Santo Tomás. El conservadurismo católico norteamericano ha cambiado por un nuevo flujo de nuevos convertidos desde el protestantismo al catolicismo, que han llevado a la Iglesia una mentalidad algo calvinista y sectaria y, además, algo de fundamentalismo.
-¿Para usted cómo va a terminar esta crisis?
-Nadie lo sabe, porque esta segunda fase del escándalo de los abusos ha abierto un frente entre Roma y Estados Unidos y porque las investigaciones, antes o después, apuntarán hacia el Vaticano.
-Francisco es criticado por el modo en el que enfrenta el escándalo de abusos, aún si fue él quien le ha quitado el título y el birrete cardenalicio a McCarrick ni bien supo que era culpable de un caso: ¿qué opina?
-Francisco es el primero que ha tomado medidas claras y públicas contra McCarrick y esto se lo debemos reconocer. Pero el Papa también tiene que saber que en Estados Unidos hay una situación sin precedentes, en la que tanto conservadores como progresistas quieren saber y quieren ver a los obispos que fueron cómplices del escándalo de abusos sancionados y castigados. Sería un error esperar que la Iglesia norteamericana hiciera este trabajo sola, porque hoy es una Iglesia decapitada. Es una situación muy peligrosa, de total desorientación y no sé si en Roma entienden la magnitud.
-Para usted ¿qué debería hacer Francisco por la Iglesia de Estados Unidos?
-Pienso que debe hablarle a la Iglesia norteamericana directamente: no tanto sobre la cuestión Viganò, sino sobre la cuestión de los abusos. Este momento es el inicio de una nueva historia y va a ser peor de lo que hemos visto hasta ahora, desde el 2002 en adelante. El Papa debe tomar ahora las medidas que puede tomar contra aquellos obispos que sabían de los abusos y que callaron o mintieron. Debe explicar lo que ya ha sido hecho en este frente, lo que se está haciendo, lo que debe hacer la Iglesia norteamericana, lo que debe hacer Roma y lo que deberá hacerse en el futuro próximo.
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