Nueva fase: las potencias redefinen su lugar en la guerra siria
Los intentos de atraer a Trump hacia su postura y el fortalecimiento del régimen ponen ante nuevas disyuntivas a los actores principales, desde Putin hasta Erdogan

TÚNEZ.- La nueva situación derivada de la conquista de Aleppo por el régimen de Bashar al-Assad y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca han situado la guerra siria, superado su sexto año, en una nueva fase. La intensidad de los combates, todavía presentes en diversas partes del país, se ha reducido levemente, mientras los diversos actores, sobre todo las potencias extanjeras, revisan sus posturas, y lanzan guiños a sus adversarios y advertencias a sus aliados, enzarzados en un frenético vaivén de reuniones y contactos. En los cálculos de todos, el deseo de atraer a Trump a sus tesis para poder así decantar la fase final del conflicto a su favor.
Hasta hace unos meses, los componentes de los dos bandos eran claros y las trincheras que los separaban, profundas. De un lado, Rusia e Irán sostenían el régimen sirio política y militarmente. En el otro, una miríada de milicias apodadas "rebeldes", la mayoría de tendencia islamista, recibían financiación, armas y adiestramiento de Turquía, Arabia Saudita y Qatar. Washington, por su parte, les aportaba un respaldo más bien político y logistíco. Frente a todos ellos, el autodenominado Estado Islámico (EI).
El cambio de inquilino en la Casa Blanca, con la llegada de un outsider sin una política clara hacia Siria, ha cambiado las coordenadas del conflicto. Conscientes de ello, los diversos actores, empezando por Rusia, quieren atraerlo a su visión. De momento, dos meses después de su investidura, su posición aún no es clara. En recientes declaraciones, Trump se mostró favorable a crear una zona tapón en territorio sirio para proteger a los refugiados, sin dar más detalles. La propuesta suena como música a los oídos del presidente turco, Recep Tayip Erdogan, pero es problemática para Putin, que preferiría que su "querido" Trump lo dejara maniobrar y no se inmiscuyera en el conflicto sirio.
Habida cuenta de que la gran prioridad del presidente de Estados Unidos es erradicar a EI, hay diversas preguntas que su administración debe responder sobre Siria. La más apremiante es: ¿a quién elegirá como socio para desalojar al grupo jihadista de Raqqa, su capital? Dos enemigos irreconciliables buscan sus favores: los peshmergas kurdos y Turquía. Obama eligió a los kurdos, a quienes armó y convirtió en una fuerza militar respetable. De momento, Trump ha mantenido esta política, pero no es oficial. Ese movimiento fue el que llevó a Erdogan el año pasado a enviar tropas al avispero sirio y a cambiar de prioridades y estrategia. Mientras al inicio del conflicto su objetivo primordial era la caída de Al-Assad y su sustitución por un aliado, ahora es impedir la creación de un pseudo-Estado kurdo como el presente en Irak.
Por eso, el intempestivo líder turco se ha mostrado deferente con Trump, a la espera de una decisión definitiva sobre el asalto a Raqqa. Y no es el único. Bien conocida es su química con Putin, pero incluso el "rais" Assad lanzó un guiño a la Casa Blanca al justificar su controvertido decreto "antimusulmán" resaltando que entre los refugiados sirios se esconden terroristas. Por su parte, los gobernantes sauditas han evitado cualquier crítica al controvertido decreto porque esperan alistar a Trump en su cruzada antiiraní y que ello acabe determinando su posición en la guerra siria.
Y es que la visión de la política exterior expresada por el entonces candidato republicano durante su campaña atesoraba una contradicción: la admiración por Putin y la consideración de Irán como gran enemigo, cuando ambos son estrechos aliados en Siria. Quizás ésta sea la razón por la que últimamente se han detectado algunas tensiones entre Moscú y Teherán. ¿Estaría dispuesto Putin a distanciarse del régimen de los ayatollahs para pactar con Washington una solución en Siria que lo beneficie? Para completar este alambicado rompecabezas diplomático sólo falta añadir que los kurdos han estrechado relaciones con Rusia, toda una advertencia a Trump de que tienen un socio alternativo en caso de que se acabe decantando por Turquía...
En definitiva, el conflicto sirio ha entrado en una fase de extrema fluidez. Es en este contexto que tuvo lugar una nueva ronda de negociaciones de paz en Ginebra entre el régimen y una parte de la oposición. A estas alturas, la gran pregunta es si este proceso puede desembocar en un acuerdo que implique, probablemente, una división del país en cantones étnico-religiosos, algunos controlados por el régimen y otros por sus rivales.
Visto hasta qué punto el gobierno sirio y la oposición son antagónicos, cuesta imaginar una convivencia pacífica de cualquier tipo entre ambos en un mismo Estado. Ahora bien, desde el inicio de la guerra, nunca fue tan evidente que la capacidad de los actores locales es limitada y que quien realmente corta el bacalao son sus respectivos aliados externos. De sus intereses, arreglos y equilibrios geoestratégicos dependerá el siguiente capítulo del conflicto.
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