Partidos antisistema, populismos y fascismos, el glosario que define el mapa político mundial
A medida que la extrema derecha gana terreno en Europa, se instalan paralelismos en términos que tienen sus diferencias
PARÍS.- ¿Fascismo, populismo y partidos antisistema son la misma cosa? Eso es lo que, tal vez en forma apresurada, parecen creer muchos analistas políticos. Pero, a medida que los movimientos de extrema derecha ganan terreno, planteando desafíos cada vez más serios a las democracias, muchos especialistas señalan que -contrariamente a las leyes de la geometría- las paralelas no se unen en el infinito.
Hace dos años, la Justicia francesa decidió que los opositores de Marine Le Pen, la líder del ultraderechista Frente Nacional (FN), tenían derecho de calificarla de "fascista". Al año siguiente, cuando Norbert Hofer, jefe del Partido de la Libertad austríaco, estuvo a punto de ganar las presidenciales, el diario The Guardian preguntó: "¿Cómo tantos austríacos pueden flirtear con un fascismo apenas disfrazado?".
Casi al mismo tiempo, al analizar el vertiginoso ascenso de Donald Trump , el columnista Robert Kagan advirtió: "Así es como el fascismo llega a Estados Unidos".
Después de las recientes elecciones legislativas italianas, no fueron pocos los analistas que buscaron una explicación recurriendo a la aparente adhesión de los electorados a los "partidos antisistema".
A medida que los movimientos de extrema derecha se fortifican, son muchos los que establecen paralelismos entre fascismos, populismos y partidos antisistema. ¿Quiere decir esto que pueden ser usados como sinónimos en el lenguaje político contemporáneo?
"No solo no son lo mismo, sino que -en el caso del término antisistema- su utilización suele representar exactamente lo contrario de lo que significa", opina Eric Dacheux, profesor en la Universidad Blaise Pascal, de Clermont-Ferrand.
Durante décadas, fascista sirvió como término genérico para definir el abuso político. Ahora, periodistas y expertos han empezado a usarlo para describir a políticos y partidos nacionalistas y totalitarios. El fascismo casi siempre estuvo asociado con la Europa de entre guerras. A pesar de que los fascistas eran diferentes de un país a otro, compartían una violenta oposición a la democracia y el liberalismo.
También creían que LA NACION representaba la fuente más importante de identidad para todo auténtico ciudadano. De modo que prometieron una revolución que reemplazaría la democracia liberal con un nuevo tipo de orden, destinado a alimentar una nación unificada y purificada, bajo la dirección de un guía poderoso. Pero calificar a Le Pen, Trump y a otros populistas de fascistas podría confundir en vez de aclarar.
"Aun cuando los populistas de ultraderecha comparten numerosas similitudes con los fascistas de aquel período, las diferencias son mucho más significativas", advierte el historiador Julien Winock.
El contexto, clave
Más importante aún es que los paralelos actuales no llegan a explicar cómo esos políticos y partidos se transforman en movimientos revolucionarios que amenazan a la democracia. "No basta con examinar las razones de la atracción que ejercen esos grupos. Lo que hace falta es analizar el contexto político general", opina Winock.
A su juicio, lo que permitió que los fascistas europeos pasaran de ser extremistas marginales a convertirse en dirigentes de varios países "fue el fracaso de las elites democráticas y de las instituciones cuando tuvieron que hacer frente a las crisis de sus respectivas sociedades entre las dos guerras". Ese no parece ser el caso en la actualidad.
"A pesar de sus problemas reales, Occidente no enfrenta en este momento el mismo tipo de crisis que padeció en los años 30", escribe el historiador italiano Enzo Traverso. Por esa razón, agrega, "llamar fascistas a Le Pen, Trump y otros populistas de ultraderecha confunde".
Desde hace un tiempo también, cada vez que una formación política extremista registra un avance, los analistas no dudan en calificarla de "partido antisistema". Pero, ¿qué esconde ese término?
"No decir contra cuáles sistemas protestan los electores y no enunciar qué sistemas denuncian los candidatos populistas es alimentar una peligrosa confusión", advierte Dacheux. Detrás de la apelación antisistema, argumenta, se esconden tres críticas diferentes y con frecuencia justificadas: al sistema mediático, a la globalización financiera y al sistema representativo profesionalizado.
"Pretendiendo representar en forma exclusiva al pueblo explotado, encarnando en un cuerpo único y saludable a LA NACION enferma, el autodenominado ?candidato antisistema' busca, en realidad, el restablecimiento del autoritarismo".
Es en estos casos la utilización "perezosa" del vocablo antisistema provoca los mayores daños: "Porque invita a aquellos que desean con honestidad hacer algo para terminar con las derivas del sistema representativo a votar por candidatos que combaten ese mismo sistema democrático".
¿Se podría decir que populismo es el término correcto para definir a esos partidos y movimientos? En su libro Qué es el populismo, Jan-Werner Muller anota: "Una actitud antiestablishment no basta para definir correctamente el populismo. Al antielitismo debe además agregarse el antipluralismo. La reivindicación fundamental de todos los populistas consiste en afirmar constantemente esto: ?Nosotros -y únicamente nosotros- representamos al verdadero pueblo'".
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