Pese al desenlace para el infarto, nadie espera ánimos caldeados
LIMA.- Los dados ya están echados en la elección peruana. ¿Qué pasará cuando finalmente se proclame el ganador, acaso con una exigua diferencia, pero suficiente para marcar quién va a la Casa de Gobierno y quién se va a su casa sin más, a regar las flores y jugar con hijos o nietos?
¿Habrá gritos de fraude? ¿Marchas, protestas, proclamas? Todo puede pasar en América latina, es cierto, aunque esta vez los ánimos no necesariamente se inclinarían a la revuelta.
"No creo que vaya a haber un desborde social en las calles por lo ajustado del resultado. Sobre todo de parte del fujimorismo. En general su conducta frente al antifujimorismo durante la campaña ha sido de mucha prudencia", dijo a LA NACION el politólogo Víctor Ponce. "Si ganara Fujimori sí podría haber marchas de los partidarios de PKK, pero aun así no durarían más de uno o dos días", agregó.
Los más ruidosos durante la campaña fueron en efecto los seguidores de Kuczynski. La semana pasada montaron una gran marcha, en la plaza 2 de Mayo, del centro de Lima, contra Keiko y en defensa de la democracia. Era el último esfuerzo por desacreditar su candidatura, a la que presentaron durante meses como la antesala del infierno. O, para ser más precisos, como una reedición del flagelo corrupto y autoritario que representó el gobierno de su padre.
Claro que en ese colectivo de aires democráticos se subieron, a medida que pasaba por sus puertas, dirigentes de toda especie, en una gran coalición que logró el mentado objetivo de "cerrar el paso al fujimorismo", como decía Verónika Mendoza, líder del socialismo peruano.
"En Perú hemos vivido de todo", dijo Ponce sobre las razones que hacen improbable una marea de protestas, de cualquiera de los dos bandos, que cubran la capital para anular las elecciones. "En Perú la democracia existe, con todos sus problemas, ya nos pasó de todo -insistió-. Hay cierta cultura democrática que nos acerca más a las sociedades de más institucionalidad que a otras menos ejemplares, no creo que por ese lado vaya a haber problemas."
No habría entonces, o de momento no se plantea ese escenario, un estallido vociferante pidiendo la renuncia de PKK o de Keiko al estilo de Brasil o Venezuela. ¿Alguien podría encender la mecha? Fue PKK, para el caso, quien anteanoche, en su primera salida al balcón de su búnker de campaña, habló de cuidar el voto para evitar el fraude. Pero luego volvió el silencio y todas las declaraciones de las partes han sido o de expectativa o conciliación.
Y, según los analistas, el problema real no será tanto las posibles protestas de uno u otro bando, sino la gobernabilidad a partir de una victoria atada con alfileres, que hace de Kuczynski el presidente más débil desde el regreso de la democracia a Perú en 2000. La clave, entonces, pasará necesariamente por el diálogo, como podría decir el Papa si fuera mediador en Perú.
El escenario para quien pierda sería más de dolor, duelo y resignación que de revancha. Además, Keiko, la probable derrotada, quedó de todos modos como líder de la primera fuerza política del país. Su partido, Fuerza Popular, obtuvo en la primera vuelta una cómoda mayoría de 73 escaños en el Parlamento, sobre las 130 bancas en disputa. PKK, con apenas 18 escaños propios, deberá negociar con su rival.
"Lo que tendrá que hacer es establecer algunos canales de diálogo: relanzar un acuerdo nacional o incluso hacer una ronda de visitas. En su entorno tiene a gente que podría cumplir un rol importante en eso, que sabe hacerlo. Es una cuestión pendiente que debe incluir al fujimorismo", dijo Requena, en declaraciones al diario El Comercio.
Y ese entorno al que aludía Requena entendió la consigna del día, esto es, abrir espacios a las otras fuerzas. Fue así como Martín Vizcarra, candidato a la primera vicepresidencia con PPK, dijo que buscarían la concertación no sólo entre el Poder Ejecutivo y el Congreso, sino con todas las fuerzas políticas.
"Los que hemos optado por hacer política en el Perú tenemos la obligación de poner al Perú y a los peruanos por delante. Para nosotros es muy importante la concertación entre la capital de la república y las regiones del Perú", dijo Vizcarra después de reunirse con los principales líderes del partido Peruanos por el Kambio, la formación que creó Kuczynski para encarar las elecciones, una agrupación en sí misma heterogénea que deberá manejarse en un mar de políticos rivales, neutrales y afines.
Verónika Mendoza, que desde la izquierda le dio su apoyo al liberal PKK, ya había anticipado que lo suyo era una adhesión contra Fujimori y que desde el primer día después de las elecciones lo suyo sería oposición.
Otros hablaron de un "respaldo vigilante" al gobierno de Kuczynski. Según Vizcarra, "nosotros aceptamos ese voto vigilante porque realmente queremos hacer un trabajo honesto, transparente y en beneficio de todos los peruanos".
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