Qué podría pasar si Trump se reuniera con el ultraderechista
NUEVA YORK.- Aun cuando las elecciones brasileñas no han concluido, todo apunta a que en el ballottage Jair Bolsonaro saldrá victorioso. Podría ser que en esta segunda vuelta la oposición tumbara el resultado o que otros partidos que no apoyan la causa de Bolsonaro se agruparan en una e insostenible alianza, aunque esa ruta es cada vez más improbable. Las empresas y los bancos ya se están moviendo para apoyar al excapitán, ampliando su base a medida que los mercados reaccionan positivamente a su ascenso.
Ya se derramó mucha tinta sobre lo que un gobierno de Bolsonaro significa para Brasil. Pero aún permanece en el aire la cuestión de lo que la victoria de Bolsonaro significa para las relaciones entre los Estados Unidos y Brasil en el contexto de la administración Trump.
Pero primero, algunas aclaraciones. Si bien las comparaciones entre Bolsonaro y Donald Trump vuelan de manera "rápida y furiosa", hay que señalar con claridad que el republicano no es candidato brasileño. Sí, Trump ha dicho cosas ofensivas, vulgares e inexcusables sobre las mujeres, los inmigrantes y sus opositores políticos, ha defendido a grupos racistas y atacado normas democráticas en el país y en el extranjero.
Aun así, sus comentarios no se acercan a las cosas reprensibles que ha pronunciado Bolsonaro sobre las mujeres, las personas LGBT, la comunidad afrobrasileña y, sobre todo, sus propuestas sobre el uso de la violencia y la tortura para combatir el crimen y el regreso de la milicia para hacer política. Comparar a Bolsonaro con Trump es echar aún más leña al fuego de la desinformación que corre por Brasil, en el sentido de que la retórica de Bolsonaro es mucho más odiosa e incendiaria que la de Trump.
Una segunda advertencia. El fenómeno Bolsonaro no significa un viraje del hemisferio a la derecha, tal como se denominó "marea roja" a los gobiernos de izquierda que predominaron en la década de 2000. Mauricio Macri, de la Argentina, no es Bolsonaro; Sebastián Piñera, de Chile, no es Bolsonaro, e Iván Duque, de Colombia, no es Bolsonaro. Todos estos son presidentes demócratas promercado que respetan la división entre civiles y militares y el Estado de Derecho. Tienen más en común con Michelle Bachelet y Juan Manuel Santos que con Bolsonaro, de quien ni siquiera nos queda claro si es promercado o no. El gobierno militar al cual le encanta elogiar fue proestatista, y recordemos que los populistas, de ambos lados del espectro ideológico nunca han sido ni serán neoliberales.
Con esas importantes advertencias sobre la mesa, analicemos lo que la presidencia de Bolsonaro podría significar para las relaciones entre Estados Unidos y Brasil. Aquí algunos escenarios, no mutuamente excluyentes:
1. Dada su admiración hacia perfiles "rudos y fuertes", Trump acogerá a Bolsonaro con los brazos abiertos: ya sea Orban, Erdogan, Kim, Duterte o, por supuesto, Putin, el talón de Aquiles de Trump es justamente su afinidad por este tipo de liderazgos, una afinidad tan personal como ideológica, ya que Trump sabe que forma parte, si no es que lidera, un auge global del populismo de derecha. En resumen, se podría esperar que Trump comenzara por elogiar a Bolsonaro y que diera muestras de apoyo hacia su hostil postura para combatir el crimen y la violencia.
2. Bolsonaro sabrá cómo torear a Trump para afianzar su relación: halagar al presidente de los Estados Unidos es una estrategia con un rápido retorno a la inversión ("nos gustaría construir una base militar y ponerle su nombre", dijo el presidente polaco en su visita más reciente), una estrategia que Bolsonaro podría emplear con eficiencia. Más importante aún, lo que Bolsonaro probablemente hará será encontrar terreno común en aquellos temas de cajón de la política de Trump. Sobre Venezuela, ¿por qué no avanzar de una postura de rechazo a desenvainar la espada?; sobre los migrantes, ¿por qué no enfocarnos aún más en el crimen y la violencia generados por estos grupos minoritarios? ¿Quizás mudar la embajada de Brasil en Israel de Tel Aviv a Jerusalén? ¿Subir el tono con Cuba? Quizás esta estrategia dé pie a un nuevo romance Trump-Bolsonaro.
3. Bolsonaro acepta la visita a la Casa Blanca que Dilma Rousseff desdeñó: el PT podrá haber dado marcha atrás en la visita histórica a la Casa Blanca tras conocerse las revelaciones de espionaje de Estados Unidos a la entonces presidenta, pero con una posible amistad con Trump es probable que la visita se retome, visita que ayudaría a obtener el respaldo, o por lo menos el silencio, de la administración de Trump ante la concentración del Poder Ejecutivo en Brasil.
4. El deep state en el gobierno de Estados Unidos como contrapeso: a través de informes de derechos humanos, filtración de información y muestras (discretas) de preocupación, algunas por parte del Departamento de Estado, sobre el deterioro de la situación en Brasil, sectores del gobierno norteamericano marcan distancia de la postura adoptada por la Casa Blanca, para preservar su compromiso básico con la democracia y los derechos humanos en la región. De manera similar, aquellos miembros del Congreso con un fuerte compromiso con la democracia y los derechos humanos expresarán de manera constante y ruidosa sus preocupaciones sobre los abusos en Brasil.
5. Sube la presión en el sistema interamericano: el consenso que ha respaldado la misión del sistema interamericano de proteger los derechos humanos y la democracia se encuentra en un estado muy frágil. La erosión al sistema interamericano no solo proviene de las autoproclamadas dictaduras izquierdistas (que en realidad son autocracias cleptocráticas) de Venezuela y Nicaragua; sino también de la acción ante abusos a los derechos humanos. En otras palabras, el ataque es pan-ideológico. Brasil bajo Bolsonaro probablemente se enfilaría para desprestigiar la credibilidad y efectividad de los organismos que han defendido los derechos humanos en América durante más de 40 años.
Esperamos que ninguno de estos escenarios se vuelva una realidad, excepto quizás el número cuatro, que será necesario solo si los demás se dan en primer lugar. Mientras tanto, todavía hay tiempo para que aquellos brasileños decididos a proteger su frágil democracia de un demagogo se agrupen en torno a Fernando Haddad.
Los autores son directivos del think-tank Global Americans
Chris Sabbatini y Victoria Gaytan
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