Relevo: Merkel se hace cargo de su desgaste y prepara la sucesión
PARÍS - ¿Cuántos son los líderes políticos de primer nivel que, plebiscitados una y otra vez por sus conciudadanos, se ocupan de organizar su sucesión, con tiempo y serenidad? Pocos, en realidad. Eso es lo que acaba de hacer la canciller alemana Angela Merkel, que esta semana designó a Annegret Kramp-Karrenbauer, primera ministra del estado federado del Sarre, como nueva secretaria general de la Unión Democristiana (CDU). Un nombramiento que la coloca como número dos del partido y primera en la línea de sucesión.
Pero como todo lo que hace la mujer que dirige los destinos de Alemania desde 2005 y la CDU desde 2000, lejos de ser todavía una "despedida", la decisión de Merkel responde a un cálculo de pragmatismo político: aliviar la fuerte presión interna para rejuvenecer su partido conservador, que comenzó después del retroceso sufrido en las elecciones generales de septiembre pasado, en las que perdió 8,5% de votos y 65 diputados en el Bundestag. Unas cifras que representan el peor resultado de la democracia cristiana en los 70 años de la posguerra.
Ese terremoto eliminó el tabú que impedía evocar que pasará cuando Merkel deje el poder. Y la situación se agravó con las enormes dificultades que surgieron después para llegar a un acuerdo con sus propios aliados de la CSU y con el SPD de Schulz, que debe ser ratificado por los adherentes social-demócratas, igual de descontentos que los conservadores, en una consulta que culminará el 2 de marzo.
A partir de aquel momento, los aspirantes a la sucesión comenzaron a acercarse a la línea de largada. Los dos favoritos eran Daniel Günther (ministro presidente de la región de Schleswig-Holstein) y Jens Spahn (secretario de Finanzas en el último gobierno).
Junto a ellos se alineaban dos mujeres: Annegret Kramp-Karrenbauer, de 55 años, y la ex periodista Julia Klöckner (45), cuyo ascenso fulgurante fue interrumpido por su derrota frente al SPD en las elecciones regionales de marzo de 2016 en Renania-Palatinado.
El desenfreno de ambiciones se había acentuado el 4 de enero, apenas tres días antes del comienzo de las negociaciones con el Partido Social Demócrata (SPD) de Martin Schulz, cuando un estudio del instituto Infratest Dimap reveló que 60% de los simpatizantes democristianos deseaba renovar la dirección del partido.
Muchos pretendientes comenzaron entonces a complotar contra la "reina" Merkel, fragilizada por cinco meses de complicadas negociaciones para formar gobierno. Por esa razón, la noticia del nombramiento de AKK -como la llama la prensa- provocó el efecto de una bomba en la CDU, en un momento crucial para el partido.
El resultado de esa estrategia, en todo caso, podría estar dando sus primeros frutos: la llegada de Kramp-Karrenbauer, mucho más a la derecha que la canciller, parecería haber calmado los ardores de los rebeldes del partido.
En un gesto que debería ser un ejemplo de inteligencia política para muchos de sus homólogos europeos, Merkel no dudó en tomar la decisión de nombrar a su eventual sucesora cuando aún no se sabe si su acuerdo de gran coalición con los socialdemócratas del SPD será aceptado por las bases de ambos partidos.
La canciller también es consciente de que, si ese acuerdo no prosperara, habrá que llamar a nuevas elecciones, que marcarán al mismo tiempo el fin a su carrera política. En ese hipotético caso, más le valdrá tener al frente del partido a una aliada incondicional, que a un enemigo que pasó los últimos meses buscando la manera de derribarla.
Y de estas cosas, Angela Merkel sabe. Aun cuando suela afirmar que "la historia no se repite", fue en efecto como secretaria general de su partido que asestó un golpe mortal a su antecesor y mentor, Helmut Khol, y se apoderó de la CDU: "Es verdad, tengo una cierta idea de la función", reconoció con modestia el lunes ante la prensa al anunciar la nominación de su delfina.
Si como se espera, los militantes socialdemócratas terminan por aceptar el acuerdo obtenido entre Merkel y Martin Shulz, el nombramiento de AKK permitirá a la canciller continuar el giro al centro emprendido desde que llegó a la conducción de la CDU, hace 20 años.
Ese objetivo hubiera sido imposible si, en vez de decidirse por esa joven mujer que se le parece al punto de ser denominada "mini Merkel", hubiera designado a una figura de los rebeldes conservadores, como el diputado Jens Spahn.
Para los especialistas, el nombramiento de Kramp-Karrenbauer es una jugada maestra en la partida de ajedrez político que disputa la canciller. Para la delfina, lo más difícil queda aún por venir.
"Angela Merkel acaba de avanzar un importante alfil. Ese nombramiento consiguió aliviar la presión. Pero ahora AKK, muy apreciada localmente, tendrá que demostrar su capacidad a nivel nacional, donde tiene escasa experiencia", opina Gero Neugebauer, politólogo de la Universidad de Berlín.
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