San Pablo y Río dieron el brazo a torcer y cancelaron el aumento del boleto
La medida había sido la chispa que encendió la ola de protestas; ayer hubo nuevas manifestaciones
RÍO DE JANEIRO .- El contundente poder de las calles les hizo torcer el brazo. Presionadas por las masivas protestas en todo Brasil y preocupadas por los estallidos de violencia en que acabaron varias de estas marchas, las autoridades de las dos mayores ciudades brasileñas, San Pablo y Río de Janeiro, anunciaron ayer la suspensión del aumento de las tarifas de transporte, demanda original de los manifestantes que convulsionaron al país y sorprendieron al mundo en los últimos días.
"Ésta es una conquista del pueblo brasileño, que salió a las calles a hacer sentir su voz. Todo este proceso demostró que organizada y movilizada, la gente puede conseguir lo que quiere sin depender de los partidos políticos, los sindicatos o la prensa", afirmó a LA NACION Caio Martins, estudiante de historia en la Universidad de San Pablo y uno de los líderes del Movimiento Pase Libre (MPL), que organizó las protestas que se propagaron por todo Brasil.
Ya el día anterior, luego de que más de 250.000 personas tomaron las calles de las principales ciudades, varios municipios revocaron también las recientes alzas en sus boletos de transporte, entre ellas, Recife, Porto Alegre, Manaos, Natal, João Pessoa, Cuiabá y Vitoria. Pero la atención estaba focalizada en San Pablo y Río de Janeiro, que habían aumentado sus tarifas de 3 a 3,20 reales (1,5 a 1,6 dólares) y de 2,75 a 2,95 reales (2,25 a 2,34 dólares), respectivamente, y donde las manifestaciones acabaron en graves hechos de violencia, con numerosos heridos, detenidos, saqueos y la destrucción de edificios públicos por parte de pequeños grupos radicales.
"Vamos a revocar el reajuste dado para volver a la tarifa antigua. Será un sacrificio grande", señaló anoche el gobernador del estado de San Pablo, Geraldo Alckmin, del opositor Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), en una conferencia junto al alcalde de la ciudad, Fernando Haddad, del oficialista Partido de los Trabajadores (PT).
"Hoy no se puede hacer esa reducción sin sacrificar las inversiones en otras áreas", resaltó Haddad, que la noche anterior había sostenido una reunión de emergencia con la presidenta Dilma Rousseff y con el ex mandatario Luiz Inacio Lula da Silva, padrino político de ambos.
La incógnita es si la decisión será suficiente y si llega a tiempo para calmar a la gente. A medida que avanzó el movimiento, los manifestantes ampliaron sus reivindicaciones y dejaron en claro grandes insatisfacciones y las frustraciones latentes de los brasileños. En las marchas se oyeron fuertes reclamos contra la corrupción y por la educación, la salud, y servicios públicos de calidad en momentos en que el país hizo multimillonarias inversiones en estadios para la actual Copa de Confederaciones, el Mundial de fútbol del próximo año y los Juegos Olímpicos de 2016.
Según apuntó el joven Martins, el MPL sólo llevará a cabo una nueva manifestación hoy, en todo el país "para conmemorar la victoria y mostrar el apoyo a los compañeros arrestados". ¿Lograrán contener a las masas deseosas de continuar con la oleada de protestas?
La duda persistía anoche, cuando unos 10.000 manifestantes intentaron marchar sobre el puente Río-Niteroi. Bloquearon el tráfico en plena hora pico, incendiaron vehículos y luego se enfrentaron a la policía, que debió utilizar gases lacrimógenos y balas de goma para dispersarlos y evitar mayores destrozos.
La jornada había comenzado ya con multitudinarias protestas en varias zonas de la región metropolitana de San Pablo, con cortes en las rutas que comunican la ciudad con el puerto de Santos, el más importante del país. Por la tarde, las manifestaciones se extendieron a Brasilia, Belo Horizonte y Fortaleza, esta última escenario de un partido de la Copa de Confederaciones, en el que Brasil venció a México 2-0. Allí, unas 25.000 personas rodearon el renovado estadio Castelão y protagonizaron duros choques con la policía.
Poco antes de salir a la cancha, el astro de la selección brasileña Neymar expresó su apoyo a la ola de protestas. "Yo soy brasileño y amo mi país. Tengo familia y amigos que viven en Brasil. Por eso también quiero un país más justo, más seguro, con más salud y más honesto", subrayó el jugador.
En un intento de apaciguar los ánimos, la presidenta Rousseff, una ex guerrillera que estuvo presa y fue torturada por la dictadura, había dicho también el día anterior que se sintió orgullosa de que grandes cantidades de brasileños salieran a las calles a pedir un país mejor, sin corrupción, como ella defiende. Sin embargo, una encuesta divulgada ayer por la firma Ibope confirmó que la popularidad de la presidenta está en baja por primera vez desde que asumió el poder, en enero de 2011.
Según el sondeo, la popularidad de Dilma cayó de 79% a 71% entre marzo y junio, mientras que la imagen positiva de su gobierno descendió de 63% a 55%. Los números concuerdan con una encuesta de Datafolha de dos semanas atrás, en la que la imagen positiva de la administración se redujo del 65% al 57% en los últimos cuatro meses.
Ambos estudios resaltaron que los brasileños están cada vez más preocupados por la inflación, que en los últimos doce meses ascendió al 6,5%, mientras que la economía está creciendo a un ritmo muy débil (2,5% es la perspectiva para este año), la producción industrial está estancada y el real viene perdiendo valor frente al dólar.
La imagen de Dilma, en baja
Por primera vez, su popularidad cayó
- 71%
De apoyo para Dilma
La imagen de la presidenta brasileña cayó de 79% a 71% de mayo a junio, según una encuesta de Ibope
- 55%
De apoyo para el gobierno
La imagen positiva del gobierno de Dilma también cayó. En mayo era del 63%, según Ibope
- Preocupación
La encuesta también resaltó que los brasileños están cada vez más preocupados por el debilitamiento de la economía y por la inflación, que en los últimos doce meses ascendió al 6,5%
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