Se acerca a la isla una tormenta demográfica
Cuba está perdiendo población a un ritmo tan acelerado que compromete seriamente el crecimiento del país, el futuro de su economía y el bienestar social.
Por cada tres niños que nacen hoy se va un cubano a vivir en el extranjero como parte de una tendencia que fue en aumento durante los últimos 18 años.
La combinación de emigración alta, natalidad en picada y población cada vez más vieja acabará por transformar a la población cubana en el curso de unos pocos años. Y lo más alarmante es que casi cuatro de cada cinco personas que se van está en edad laboral, según las estadísticas oficiales.
Las tendencias demográficas actuales tendrán un impacto considerable en el futuro de Cuba. El proceso es lento e imperceptible, pero una ojeada a las cifras que revela el propio régimen deja la certeza de que se acerca una prolongada tormenta demográfica para el país.
A diferencia de los emigrados de otros países, la abrumadora mayoría de los cubanos que se marchan lo hacen de manera "definitiva".
El año pasado abandonaron la isla 39.263 personas, la cifra más alta desde el éxodo de los balseros en 1994, lo que equivale a que 3,5 de cada 1000 habitantes decidieron empezar una nueva vida en otra parte del mundo. En los últimos 18 años se marcharon alrededor de 620.000 personas de una población de 11,25 millones. Si se toma en cuenta que el 75% de ese grupo está en edad laboral, se concluye que el país perdió a más de 460.000 trabajadores.
En los últimos 100 años, Cuba vivió etapas de llegada masiva de inmigrantes, de éxodo de su propia gente o de equilibrio migratorio. Estas tendencias estuvieron estrechamente vinculadas a períodos de prosperidad, estabilidad o crisis económica, por no mencionar los ambientes de libertades, tolerancia o de represión política.
Si en 1931 casi dos de cada cinco personas había nacido fuera de Cuba, en 2011 el 15% de todas las personas nacidas en Cuba estaban viviendo –o habían muerto– fuera de su país.
Hace un siglo, la industria azucarera atrajo un interminable flujo de inmigrantes. Las tolerantes legislaciones de entonces permitieron que se asentaran alrededor de 1,5 millones de personas en los primeros 30 años de la república, una cifra similar al número de habitantes que había en el momento de la independencia.
La Gran Depresión puso un final traumático a esa fase no repetida en la historia cubana. El gobierno de entonces se vio obligado a restringir la inmigración. En las siguientes tres décadas la migración fue balanceada.
Éxodo masivo
Pero el éxodo masivo apareció junto con la llegada de Fidel Castro al poder, y lejos de atenuarse se hizo creciente y constante. El éxodo fue además un fenómeno embarazoso para el gobierno comunista: por más que el castrismo hablara de las maravillas de la revolución, muchos elegían probar fortuna en otras tierras.
En los últimos 53 años unos dos millones de cubanos abandonaron la isla en varias oleadas sucesivas. La mayor de ellas ocurrió en 1980 durante la crisis del Mariel, cuando casi 142.000 personas abandonaron la isla en un vergonzoso espectáculo de acoso masivo y violencia física inspirada por el gobierno contra los que querían escapar.
Las tendencias migratorias, sin embargo, son reversibles. Un cambio político y económico en Cuba podría tener el efecto no sólo de detener la tendencia masiva actual, sino de revertirla y provocar un regreso masivo de exiliados, sobre todo de los más recientes, a un país que les abra verdaderamente las puertas y les ofrezca modos confiables de vivir y desarrollarse.
El precedente está a un siglo de distancia en la historia, cuando el país recién salido de la guerra, con la población diezmada y la economía en ruinas, pudo atraer un millón y medio de inmigrantes en corto tiempo a un clima de seguridad y prosperidad. Aquel extraordinario milagro podría repetirse.
Armando H. Portela
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